21 de julio de 2011 a las 17:43
En el centro de la ciudad, más específicamente en la calle Flinders, un chico de 17 años llamado Philip Mrown caminaba junto a su mejor amiga, Andrea. Él tiene una altura promedio, cabello corto peinado hacia atrás, rasgos delicados y un cuerpo delgado. Ella es alta y esbelta, de aspecto maduro, cabello castaño claro hasta la cintura y ojos verde oscuro.
Nubes grises cubrían el cielo y el atardecer se asomaba con rapidez.
A pesar de que el invierno acababa de empezar, el frío ya azotaba la ciudad desde hace varios días. A Andrea no parecía afectarle mucho, ya que solo llevaba un suéter liviano. Philip, en cambio, llevaba un chaquetón con piel de cordero sintética.
—La cita de hoy fue divertida, ¿No es así? —dijo Andrea, sonriendo, mientras doblaba un poco su cuerpo hacia adelante para frenar los pasos de Philip, y así mirarlo fijamente a los ojos.
—Sí…
La respuesta de él fue corta, su voz sonó ahogada. Ambos continuaron caminando uno al lado del otro, en silencio, aunque cada tanto ella comenzaba una nueva conversación.
—¿Cómo lo viste a Touch? Parecía más animado que de costumbre —dijo ella riéndose un poco.
Philip sonrió con algo de melancolía antes de responder.
—Sí, creo que mi hermano ha estado mejor de ánimo desde que empezamos a visitarlo frecuentemente.
—Eso me hace me alegra muchísimo, es algo que llevo buscando desde hace años –respondió ella con una sonrisa radiante.
Al ver esa sonrisa, los pies de Philip se detuvieron y su respiración se cortó.
Ya habían llegado a su destino, la estación situada en la ribera del río Yarra. Ubicada en el centro, la estación de la calle Flinders es una de las zonas más transitadas de la ciudad y un punto de encuentro frecuente. Sin embargo ninguno se dirigía al enorme y antiguo edificio, sino a la parada de tranvía en medio de la calle Flinders. Allí Andrea tomaría el último tranvía, que partía a las 18 horas.
Mientras caminaban, Philip meditaba sobre algo que no estaba muy claro en su cabeza. Eso hizo que durante gran parte del viaje haya tenido una expresión extraña y que estuviera en silencio, exceptuando las veces en las que Andrea iniciaba una conversación.
Un sentimiento brotaba de su interior desde hacía un tiempo, pero no ha podido ponerlo en claro y eso lo molestaba bastante. Había algo que quería decirle a su amiga y, aunque podía decírselo en cualquier otro momento, algo en su corazón lo forzaba a hacerlo ahora.
¿Qué es lo que quiero? —pensó él, para luego sacudir con fuerza su cabeza para despejar sus pensamientos.
Cuando llegaron a la esquina de la estación, ella se adelantó unos pasos para luego darse la vuelta y saludar con la mano suavemente a Philip —Espero que nos volvamos a ver pronto— dijo antes de volver a darse la vuelta y cruzar la calle, pero cuando intentó hacerlo, algo sujetó la manga su suéter. Era él.
—¿Qué sucede? —preguntó Andrea ladeando la cabeza.
Él bajó la mirada con vergüenza, tartamudeo, su rostro se retorció, pero no pudo decir absolutamente nada.
—Nada. Cuídate por favor.
La soltó. Ella sonrió levemente, varios sentimientos se filtraban de su expresión.
-Sí, claro.
Finalmente se separaron. Philip se apoyó sobre la valla metálica que rodea la entrada a la estación mientras la veía cruzar hacia la parada. Suspiró y levantó la mirada al cielo, buscando reprimir esa extraña sensación que lo atormentaba. En ese momento notó algo que robó su atención y lo hizo olvidar de sus sentimientos confusos, remplazándolos por absoluto terror.
Había una pequeña mancha de color morado colada entre las nubes.
Apenas podía apreciarse debido a que estaba oscureciendo, pero allí estaba. Un escalofrío recorrió todo el cuerpo del chico.
—¿Acaso eso es…?
Unos segundos después, la mancha que estaba sobre la calle frente a él, se extendió varias cuadras hacia el centro de la ciudad.
Él miró a sus alrededores, pero nadie más había notado lo que estaba sucediendo. Cuando volvió a mirar al cielo, una fuerza lo empujó hacia atrás, su cuerpo salió volando y aterrizó en las escaleras que llevan a la entrada de la estación Flinders, a unos tres metros de donde estaba. Un poco aturdido y desorientado, logró levantar su torso del suelo. En ese momento pudo analizar toda la situación.
Una enorme barrera translúcida de color morando cayó desde los bordes de la mancha que había cielo. No podía apreciarlo del todo debido a su enorme tamaño, pero calculó que la barrera encerraba una porción importante del centro de la ciudad.
—¡ENERGÍA OSCURA! ¡CORRAN! -gritó alguien de los alrededores.
El pánico se expandió por todo el lugar. Todos los que estaban fuera de la barrera huyeron lo más rápido posible. El impacto de la caída de la barrera también destrozó parte de los edificios de alrededor, aplastando a algunas personas con los escombros.
Aunque había algo que lo distrajo de todo lo que ocurría a su alrededor.
—¡Andrea está dentro!
Soportando todo el dolor y fatiga que tenía, se forzó a levantarse rápidamente y corrió hacia la barrera. Sí bien las personas que se encontraban afuera corrían con todas sus fuerzas, los de adentro parecían aún no darse cuenta de lo que pasaba. —Parece que el tiempo corre más lento ahí dentro —concluyó.
Se remangó el abrigo, revelando una pulsera metálica muy apretada en su muñeca derecha que tiene un botón de color celeste en el centro. Cuando él apretó ese botón, se proyectó una pequeña pantalla holográfica, colocó la yema de su dedo índice en esa pantalla y, desde debajo de la pulsera, se desplegó un metal de color plateado que cubrió toda su mano, formando una especie de guante.
Cuando estaba a punto de llegar a la barrera pudo ver a Andrea, que había volteado, mirándolo con una expresión de espanto. Ya había pasado el tiempo suficiente para que los adentro se enteraran de la situación.
Philip golpeó la barrera con su guante metálico, creando una delgada brecha de un metro y medio de largo hacia adentro. Estiró su brazo dentro de la brecha que acababa de crear para alcanzar a Andrea, el tiempo dentro de la barrera se aceleró en ese momento. Ella intentó alcanzar la mano de él, pero sus dedos nunca llegaron a tocarse.
El cuerpo de Andrea fue arrancado del suelo y voló decenas de metros hasta la mancha en el cielo, pero no solo ella, todas las personas, plantas, animales, edificios, postes de luz y hasta el suelo fueron separados de sus lugares, surcando el cielo hasta la mancha, donde fueron deshechos y devueltos como polvo inerte. Esa es una de las características más conocidas de esa fuerza misteriosa bautizada como “energía oscura”, la desintegración de la materia.
La barrera y la mancha se disiparon. Philip cayó de rodillas, al borde del enorme cráter que antes era parte importante de la ciudad. No entendía que acababa de suceder. Su rostro se retorció y de su boca salió una frase que parecía algo que escupió desde lo más profundo de su ser.
-La energía oscura es…
Psychis:
Seres físicamente iguales a los humanos, pero con la habilidad de controlar parcialmente una fuerza bautizada como “energía oscura”. Esta les permite tener poderes más allá de la comprensión: teletransportación, precognición, telequinesis e infinidad de otras habilidades. Todo parece posible para ellos.
Hasta la llegada de la edad moderna se les atribuían nombres como hechiceros, magos o brujos y solían ser perseguidos violentamente por el resto de la sociedad por el temor que provocaban sus poderes.
En 1986, en Melbourne, Australia, se aprobó la ley de protección civil de usuarios de la energía oscura, que buscaba proteger legalmente a cualquier psychi que pise ese territorio. Así fue como llegaron oleadas de millones de ellos de todas partes del mundo a buscar un lugar que les dé refugio y libertad contra la discriminación y el odio que sufrían en el resto del mundo.
En 1993 se aprobó en el Reino Unido la reforma oscura, que buscaba poner fin a las disputas, recortando ciertas libertades a los psychis a cambio de asegurar la seguridad nacional.
Datos de la población Psychi en la actualidad:
El 0,09% de la población es Psychi (6.304.000 Aproximadamente). (Estadísticas de 2011).
El 65% de los Psychis viven en Melbourne (4.090.000 aproximadamente).
El 20,6% (1.300.000 aproximadamente) de los Psychis viven en el Reino Unido. La mayoría en la ciudad de Londres.
El 0,5% (35.000 Aproximadamente) de los Psychis, viven en Argentina. La mayoría en Buenos Aires.
El 4,5% (285.000 Aproximadamente) de los Psychis, viven en Estados Unidos. Principalmente en New York, Los Ángeles y Miami.
El 5,4% (343.000 Aproximadamente) de los Psychis, viven en Japón. Principalmente en Tokio.
El 4% (138.000 Aproximadamente) de los Psychis viven en distintas partes del resto del mundo.
Habilidades Psychis y cómo funcionan:
Los psychis modifican la realidad a través de sus poderes, pero esta modificación no es consciente, por lo que no pueden jugar con la realidad a su gusto. Los cambios son limitados al poder del usuario, que suele ser un poder lo suficientemente fuerte para alterar lo que perciben y sienten todos en el entorno inmediato a él, pero no más allá. Para hacer cambios grandes se necesita mucho poder y ningún psychi puede manipular la realidad como un todo, solo traslada lo que él percibe antes y después de un cambio a los que lo rodean (algo nombrado como realidad personal o próxima).
Es por eso que la mayoría de las habilidades psychi son de combate o psíquicas, ya que son las únicas que pueden poner en práctica. Aunque el proceso de “creación” de estas habilidades no es consciente, sino que se logra tras completar una etapa llamada “activación”, donde después de uno o varios procesos psicológicos, normalmente relacionados con un trauma, el usuario puede empezar a usar una habilidad relacionada con estos procesos.
Esta “activación” se logra después de una intensificación de esos procesos, por lo que si se trata como en la mayoría de los casos, de un trauma, la activación de la habilidad en cuestión puede ser algo violenta y le puede llevar un buen tiempo al Psychi controlar dicha habilidad.
Clasificación de las habilidades psychis:
Grado 1: El grado más bajo de habilidad, o como se las suele llamar, “predeterminadas”. Son las habilidades que puede poseer cualquier psychi. Estas son:
-Vuelo.
-Resistencia sobrehumana.
-Resistencia a bajas temperaturas.
-Emisión de corrientes de energía oscura.
Encontrar un psychi que no posea algunas de estas habilidades es muy extraño.
Grado 2: Habilidades psíquicas.
Están son habilidades muy comunes y no representan un gran peligro. Ya que, como mucho, pueden afectar a un grupo reducido de personas, o directamente, no afectar a nadie. Entre estas habilidades se encuentran: Telequinesis, Precognición, Manipulación mental, etc.
Grado 3: Habilidades de complejidad media.
Son habilidades un poco más complejas que las psíquicas, pero que no representan un alto grado de habilidad por parte del usuario.
Alto Grado: Habilidades únicas y complejas.
Habilidades extremadamente raras y muy fuertes a la hora del combate. Consumen mucha energía por lo que solo pueden usarse muy pocas veces en combate. Para obtener una habilidad de alto rango, tienes que entrenar a fondo con una habilidad de Grado 3 hasta que esta evolucione, cuando el usuario se adapte al entrenamiento.
Cantidades de energía oscura y consumo:
Los psychis poseen algo que ellos mismos llaman como “Contenedor”, este es su almacén interno de energía oscura y limita la cantidad que pueden producir de esta. Estos contenedores están divididos en “Celdas”, cada celda representa la cantidad de energía oscura necesaria para volar durante media hora.
Un psychi promedio posee entre 80 y 140 celdas. Una habilidad de grado 1 consume entre 1 y 10 celdas al día. La cantidad aumenta en los días fríos.
Una habilidad de grado 2 Consume entre 3 y 7 celdas cada vez que se usa, dependiendo de la complejidad de la habilidad.
Una habilidad de grado 3 consume entre 8 y 14 celdas, de nuevo, dependiendo de la complejidad de la habilidad.
Las habilidades de alto grado consumen entre 20 y 55 celdas.
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