Suena un campaneo, la chica voltea hacia la puerta. Es solo un cliente que ha entrado por la puerta principal, ella permanece detrás de las cajas.
El olor a sangre desaparece junto con la pequeña gota carmesí de vuelta al interior de su dedo. Donde pertenece. Pero ella continúa observando su yema con intensidad. La maldición viene con sus beneficios, pero sigue siendo una maldición, y la chica lo sabe. Ella está sentada en el suelo de la bodega de la tienda donde trabaja, observando su dedo con detenimiento luego de cortarlo con una navaja por accidente y curarlo con solo pensarlo.
Es escalofriante, y lo seguirá siendo a pesar de los meses que lleva así. ¿Será que el ultimo empleado renuncio porque la descubrió? No, no es posible. Ella es muy buena manteniendo su secreto. No pudo verla, y aun así lo hubiese hecho, no tendría ninguna prueba con que chantajearla ¿Pero qué caso tiene? No es suficiente con esconderlo, debe solucionarlo. Antes de que sea muy tarde.
No deja de pensar en que alguien más se ha ido sin que pudiera hablarle. El lugar ya se siente más solitario, aunque no lo conoció bien. El libro, el silbido también, le han dicho que encontrar su salvación en la compañía de alguien, pero todo lo que ha hecho es continuar alejando a otros de ella. Sin contar con que no quiere escuchar a ese hormigueo que la guía hacia algún lugar desconocido.
El funeral, el hogar abandonado, el libro, todo sigue fresco en su memoria.
¿Qué será de ella? No puede continuar viviendo de esta manera, con el constante miedo apoderándose de sus acciones. Se pregunta si algún día vendrá alguien a salvarla, porque ella comienza a perder la esperanza de salvarse a sí misma. No obstante, se ha hundido suficiente por su propia cuenta, solo le queda levantarse, quitar el polvo de sus pantalones y regresar al trabajo.
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