En una mañana bochornosa me encontraba sentada en frente del monitor. Veía muchas publicaciones en Facebook sumamente decepcionantes.
"¿Por qué la humanidad es tan estúpida?"
Para ser justa siempre he odiado vivir: Todos dicen que la vida es bonita, que es divertida, que todo es hermoso, la gente amable, bla bla bla...
Para mí es una mentira.
Cuando veo una publicación de daño ambiental, una especie extinta o en peligro de extinción, muchas veces deseo dejar de ser humana.
Me canse de la humanidad.
Cerré mis ojos por un breve momento con el fin de relajarme.
De la nada al abrir mis párpados mi entorno cambió radicalmente. Estaba en un insoportable infierno: me encontraba en medio de la nada, rodeada de llamas, peñascos y azufre, con un indistinguible cielo rojo carmesí.
Llena de confusión camine por el sendero infernal. Por unos instantes no veía nada más, ni personas, ni un animal, n tan si quiera un alma en aquel basto lugar. Por un momento pensé que era la última en el mundo, que equivocada estaba...
A lo lejos pude notar unos seres extraños: Tenían apariencia humana con la diferencia de que poseían una cola sumamente larga que acababa en una lanza, y largos cuernos de cabra que posaban sobre sus cabezas.
Me vieron. Uno de esos seres me tomó de la pierna. Intente correr, pero no puede escapar y me atraparon. Trate de moverme para liberarme, pero mis esfuerzos eran inútiles. Mi frente se emperno de sudor, mi corazón bombeaba como un tambor, y mis ojos miraban con suplica a esos seres.
Pero en sus miradas no vi más que un sentimiento vació, una emoción que caracteriza a los hombres.
El ser que me tenía presa agarró mi otra pierna, sin piedad o compasión alguna las estiro. Me retorcí por el dolor, lloraba y suplicaba que me dejara ir. Pero no paró. Un intenso ardor recorrió mi parte baja, hasta que sin esfuerzo alguno logró arrancarme la piel.
Caí al piso. El impacto era muy doloroso debido a que mis músculos estaban expuestos. Mire mis manos, paralizada por el shock al ver que me habían despellejado, sumado al intenso ardor de mi cuerpo. Era una agonizante tortura.
Abrí los ojos, llena de pánico y con la respiración pesada me examiné mi cuerpo con detalle, con el miedo de haber perdido aunque sea una parte de mi pellejo. Suspire de un inmenso alivio al notar que en efecto mi piel estaba en su lugar. Me recargue en la silla y con una mirada fugaz observe el reloj de pared. Eran las 12:00 pm.
Con eso en mente me puse de pie y me dirigí a mi cama. Me cubrí con las cobijas y sábanas, y cerré los ojos para sumergirme en el mundo de los sueños. Me había quedado dormida después de un rato.
Al momento en que encontraba en un sueño profundo, desperté bruscamente debido a que algo se enrollo sobre mi cadera y mis brazos. Al cobrar la conciencia del todo note que mis propias cobijas se enroscaron sobre mi cuerpo como una boa constrictora. Entre en pánico, me movía con ferocidad en un desesperado intento por escapar. Pero era en vano, la envoltura de las mantas pudo más que yo.
Fue en ese momento cuando las cosas fueron de mal en peor. Escuché unos extraños crujidos que resonaron por el cuarto, y sentí como mi cama donde dormía se retorció. Mi propia Cama cobró vida propia. En un instante como un toro en un rodeo se retorcía y salió corriendo del cuarto.
Estaba preocupada puesto a que no sabía donde me llevaba. Al cruzar la calle, los crujidos volvieron, ya que las patas habían aumentado de longitud. Y esta continuó su camino.
No sabía que era peor: Ser raptada y no saber donde me llevan, o el hecho que tu propio secuestrador sea uno de tus muebles. Era una situación sacada de un cómic antiguo.
Tenía la cara pálida, mi cuerpo no respondía y mis ojos estaban abiertos como platos. En medio de mi desesperación, continúe luchando por liberarse. Pero no importa que tanto me moviera o lo que hiciera. todo lo que hacía era inútil.
Al pasar el rato, pude sentir el olor indistinguible del agua salada. Me di la vuelta y en efecto mi pánico era mucho mar. Pude notar que estaba en medio de un risco en las cercanías del océano. Mi desesperación era mayor. Grite y suplique a mi cama que se detuviera, que haría lo que sea pero que por favor me dejara ir.
Pero ya era tarde. Al estar cerca del borde, dió un brinco directo al agua. Solté un grito aterrada. Pensando que moriría ahogada.
Al tocar el agua sentí agudo dolor en mi espalda. Abrí los ojos de golpe, sintiendo los rayos del sol acariciar mi cara. Al recuperarme del todo, me di cuenta que en lugar de dormir sobre mi cama, estaba acostada en el piso.
Me levante a dolorida, y luego de tender mi cama me fui a hacer un café para comenzar mi mañana en la computadora.
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