Muero de hambre, la fila era tan larga, tan extendida, tan insoportable que tuve que regresar a mi apartmento. Sí, aún le podría visitar el supermercado de la localidad, pero nunca venderán ese condenado muffin de huevo con mezcla de chocolate y vainilla que me trae como loco. Como método para evitar caer en una depresión profunda, ingresé en Stardollars y ordené una taza de café. ¡Ese fue mi segundo gran error!
—¡Oiga! No quiero una jarra… o taza con una leyenda estúpida como “Mordor Libre” encima!—le grité a la cajera.
—Como habrá notado ya, estas son las únicas tazas que tenemos aquí, señor—me dijo sin mostrar nada de empatía ni por un solo instante.
—¿¡Pero qué rayos!?— reaccioné con enfado.
—¿Desde cuándo se supone que debemos servir a ese bastardo del señor oscuro o a cualquier otro tirano?
—¿Hay algún problema, señor?—el gerente se asomó justo entonces.
—¡Claro que tenemos un gran problema aquí!—le informé. Están apoyando abiertamente a la peor clase de tiranos, incluida esa brutal Tamora, Reina de los Godos!
—Será mejor que se calme o tendremos la penosa necesidad de pedirle amablemente que abandone este establecimiento—expuso el jefe.
—¿Eh? ¡Esa no fue una amenaza sino una verdadera amenaza!—me vi obligado a develar su locura.
El gerente envalentonado presionó algún botón oculto y dos guardias aparecieron de la nada. Ya podrán adivinar lo que pretendían hacer después, ¿verdad? Y sí, tienen razón. Los de la tienda me patearon el trasero. Mientras tanto otro cliente sostenía una taza que decía “Moriarty el Verdadero Liberal”.
—¿Qué rayos es todo esto?— insistí—Soy un defenso de la libertad y la ley y el orden. ¿¡Aún así ustedes son los que implementan sus propias reglas aquí!? ¡Esto es increible! ¡Hemos perdido todos nuestros derechos constitucionales!
Lo que pobres como yo ignoramos durante muchas semanas posteriores a ese “incidente” era que la base legal no fue modelada conforme a la constitución de los Estados Unidos después de todo. De hecho era totalmente diferente, mis amigos. Tomémonos un tiempo para repasar sus dos primeras enmiendas.
I Enmienda
Nosotros el pueblo libremente aceptamos obedecer a los regentes y la ley y respetar respect a todas las agencias que las defienden. La expresión está limitado por la responsibilidad del individuo y lo que la ley ha determinado como inmoral y contrario al interés público. La libre asamblea y la libertad de prensa están sujetas a esas restricciones al igual que a las ideologías sancionadas por los gobernante. Todas las peticiones al gobierno de reparaciones por agravios han de ser aprobadas previamente por el comité de asesores correspondiente que únicamente puede ser seleccionado por los mismos gobernantes.
II Enmienda
Cualquier milicia no alineada será sancionada por los regentes al ser innecesarias para la seguridad de nuestro glorioso estado. El permiso del pueblo de adquisición y portación de armas estará restringido a aquellos individuos que se adhieran al mandato constitucional del gobierno y sus políticas definidas meticulosamente por el Consejo de Vigilantes y las Fuerzas Pretorianas.
Ayúdenme a decir “¡Totalmente alucinante!” Bien, ya lo dije por mí mismo, pero debo admitir que tenía la urgencia de hacerlo, je, je. ¿Quién habría pensado que esto siquiera podría ocurrirnos? ¿¡Así qué dónde he estado viviendo todo este tiempo!? No recuerdo haber abandonado nunca la tierra, ¿o sí lo hice?
Unos minutos más tarde esta muy aburrido. A pesar de ello yo me di cuenta de pronto que había olvidado por qué odiaba ese maldito café. Siempre me enviaba directo al baño. Nunca me ha fallado por así decirlo.
La emergencia ya se había desvanecido y pude caminar todo el trecho hasta la sala de estar, donde encendí el televisor. ¡Maldición! Olvidé reconectar el cable de red porque siempre temo que la condenada caja negra me esté observando a mí y mi casa sin mi consentimiento, así que tiendo a desconectarla antes de partir. Lo primero que vi en esa caja tonta fue un reportaje de gente que nos vendía carne hecha por medio de la producción en masa de células de carne de celebridades en laboratorios secretos de los que nunca hemos oído hablar en todas nuestras vidas.
Antes de que fuera capaz de tomar mi celular, mi novia me había escrito. Ella mencionó—¿Lo acabas de ver, Fred? ¡Eso es lo que los planes malignos del malvado Club Bilderberg quieren hacerle a nuestros cuerpos!
Rayos, lo sé. Pensaron desde el puro comienzo que yo era el verdadero conspiranoico aquí, mas lamento decirles que ella es aún peor. ¡Maldita sea! Se los garantizo justo aquí y ahora que no la soportarán por más de algunos minutos, si es que se atreven a hacerme una visita. ¡Chicos, están avisados!
—¡Y solo bebe el café de Costa Rica que te envié el otro día!—me ordenó.
No hay forma de saber si una marca específica o una procedencia nos garantiza que no será un café transgénico. Sin embargo, eso no la detendrá para decir que jamás escoja alguna marca africana o del sudeste asiático. Ah y ella tiene una explicación para esto.
—No es como si odiara a los negros o amarillos, es solo que el PCC siempre ha adquirido su producción y la ha revendido luego de preprocesarla sin que sepamos dónde exactamente—pulsó en su pantalla.
Lo adivinaron, culpa al PCC de casi todos las maldades cometidas por humanos en el último siglo. Esperen, no implica que olvidara a su villano favorito, el Club Bilderberg. Mi chica sigue repitiendo que sus tentáculos han alcanzado a todos los líderes mundiales, lo que incluye a casi todos los legisladores y ministros. Bueno, le permiten a unos pocos ser parte de la disidencia controlada estrictamente. Cierto, no hay manera de ganar un debate si tienen la desgracia de enfrentarla.
De la nada un raro pensamiento cruzó por mi tonta mente. ¿Alguna de esas estrellas como una de las Jennifers cómo sabrían en realidad? Eh, no. Mejor borro esa idea canibal para siempre, me odiaría por el resto de mi vida si me conviertiera en Hanibal.
Je, je. Sentí que hacía falta. Nunca les conté que mi chica también se llama Jennifer, ¡ja, ja! Eso no significa que ella jamás me perdone por soñar con disfrutar semejante relación tan adúltera. Preferiría comerse mi cerebro o mis ojos antes que todo. Debo decir que he de ser el hombre menos suertudo de la tierra, a no ser que un día averigüe qué le pasó a sus exnovios.
Como media hora después me envió un videoclip de una amistad suya que vio en línea. El logo lucía como si perteneciera a un canal ocultista por su ojo misteriosos y otras cosas aterrorizantes que salían por aquí y por allá cada tanto tiempo. Pulsé el botón de reproducción y ¡me hallé con que allí yo era la estrella! Sin saberlo había revelado una gran red de conspiraciones ocultas de algún tipo. Nada mal para un hombre que solo pretendía remover unas etiquetas patéticas de unas estúpidas tazas.
—Supongo que debería estar orgulloso de mis gloriosos logros, ¿no lo crees?—su humilde servidor le envió una respuesta. Debo admitir que la siguieron un par de emoticones risueños.
Mis dedos estaban un poco pegajosos debido a las palomitas que había comido todo ese tiempo. Incluso la pantalla de mi celular estaba algo… sucia para entonces. Esas molestias no detendrían a Jenny de demandar toda mi ciber atención, obviamente. Hasta olvidé tener en cuenta que la tele con el volumen alto usualmente molesta a mis vecinos.
Algo golpeó la ventana. No sonó como que se quebrara, lo que me pareció muy raro. Volteé a mirar mi celular y allí estaba de nuevo. ¿Qué rayos era eso? Debía levantarme y echar un ojo. Había un cuervo. Sí, era el cuervo negro de siempre con su mirada mística que seguía cada uno de mis movimientos. ¿A quién le importa no? Me di vuelta y caminé un poco cuando escuché otro golpe. Con un giro repentino terminé mirando fijamente a esos condenados cuervos. ¿Acaso dije cuervos en vez de uno solo? Sí, supongo que lo dije…
Los graznidos de ambos seguían reverberando de forma escalofriante. No necesité confirmar que se ponía la piel de gallina. Así supe muy bien cuánto necesitaba una cerveza fría. No lo pensé dos veces y me alejé de la maldita ventana. Llegué a la cocina y abrí el refrigerador para tomar una lata. Probablemente no me crean, pero allí estaba el dibujo de un par de cuervos. ¡Qué aterrador!
No, estaba muy equivocado, mis amigos. ¡Lo que pasó después sería lo peor de todo! No sé cómo o cuándo había cambiado a otro canal por descuido y con todo eso fui capaz de encontrar un extraño documental sobre las vidas de una bandada de cuervos. Algo me hizo pensar que vivían en Inglaterra… y mis nuevos invitados comenzaron a graznar más seguido. ¡Eso sí que me dio un susto!
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