Primer día de escuela, vaya que estoy nerviosa pues no se quienes sigan y quienes se vayan. Mis amigas Andrea, Natasha y Taylor sí se van a quedar este año algo que me calma un poco, aunque tambien tengo más amigos los cuales me harían sentir menos sola este año: el día era tibio, los rayos del sol entraban entre aquellas cortinas blancas de mi ventana, yo estaba ya despierta aunque acostada y no sabía que hacer hasta que mi alarma sonó y rápidamente la apagué logrando pararme de aquel colchon con cobijas azules. Tomé mi uniforme del colegio, el cual era una playera tipo polo y pantalón de mezclilla.
Al juntar todo en brazos, me metí a bañar rápido y salí directamente al comedor para desayunar algo. Terminé mi desayuno, me eché a correr a la puerta apenas despidiendome de mi madre, subí al carró y mi padre lo puso en marcha a mi escuela; él se veía más emocionado de lo que yo iba, pues mi mente solo decía «no te enamores» pues yo ya había pasado por un terrible enamoramiento el año pasado -y años atrás- por un chico llamado Alexander Minzard, y me gustó desde segundo año, así que el problema no era sólo el ciclo más reciente; teníamos tan solo siete años y estaba locamente enamorada, cuatro años después ya que yo iba en quinto año logré ser su novia, lo cual no duró ni un mes, pues ya le gustaba otra chica que jamás le hizo caso. Sí, fuí bateada por primera vez por un amor, aunque no me importó, lo que ahora si me dolería, si tuviera novio, claro, pero es lo que justamente yo buscaba evitar.
Yo siempre me negaba a que alguien más me gustara después de Alexander porque creí que todos me harían lo mismo y jamás podría tener un amor en verdad, hasta que conociera al indicado, pero incluso me daba miedo conocer al indicado, simplemente yo ya no quería pensar más en esto de el amor y volver a bajar calificaciones, ya iba algo baja y si eso sucediera, me mataría mi buen promedio.
—Llegamos Alison. —murmuró mi padre y tiroteé de su manga para despedirme con un beso en la mejilla. —Disfruta tu primer día de octavo año, el mismo ciclo en que te graduas para ir a Universidad.
—Vaya, que emoción. —dije sarcasticamente y salí del auto con mi mochila en mi hombro. Me despedí meneando mi mano a la altura de mi cabeza y fue entonces cuando entré a la escuela.
Miré todo a mi alrededor, pensando años anteriores y deseando que este fuera completamente diferente y mejor, pues era mi último año y pronto pasaría a la preparatoria. Los años se dividían en dos salones cada uno, pues la escuela no era muy grande, el grupo B en el tercer piso y el A en el segundo, y por lo visto en las listas me tocaba en el grupo A; fijandome bien en las hojas que estaban pegadas en los pasillos, donde nos ponían nuestros salones, vi que todas mis amigas estaban en el mismo grupo que yo, y al estar buscandolas apareció un apellido que llamó mi atención: Stephans, casi como Stephens el cual es mi apellido, ese tal Stephans Dylan era con quien siempre me confundian como su prima, hermana o algo parecido.
Entré a aquel amplio salón admirándolo y saludando a mis viejos amigos, era lindo volver a verlos y saludarlos después de un buen rato. Dejé mi mochila en una de aquellas mesas, pues eran en parejas y yo no sabía con quien sentarme hasta que escuché una mochila cayendo atrás de mí y unos inconfundibles chillidos de aquella chica bajita de pelo castaño y ojos azules. Esa chica era Andrea. Mi mejor amiga.
—Alison, por fin te veo.
—Lo se, aunque hablamos todas las vacaciones por teléfono.
—Sí, aún así las extrañé. —murmuró y alguien nos abrazó a ambas.
—Y a mí, ¿me extrañaron? —volteé y era Taylor, entonces Andrea y yo la abrazamos.
—Mucho.
—No se olviden de mí. —gritó Natasha y se lanzó sobre nosotras dejando su cabellera peliroja en mi cara. Todas ellas eran mis grandes amigas, aún faltando Tiffany por llegar.
—Las extrañé a todas.
—Igual. —rieron todas y nos separamos un poco cuando el jadeo de Andrea causó un enorme silencio.
— ¿Qué sucede? —susurré y con la mirada me indicó que volteara. —Es Dylan.
—Sí y te estaba viendo. —susurró Andrea y Taylor al igual que Natasha jadearon.
—No Alison, es raro. —gruñó Taylor y Natasha suspiró.
—Pero no es feo.
— ¡Natasha! —dije riendo mientras que Andrea husmeaba en sus bolsillos por si tenía algo de dinero.
—Eso ya no importa, vamos a la cafetería en lo que toca el timbre.
—Yo me espero aquí. —me senté en mi lugar mientras que ellas se iban. Volteé a ver a aquel chico de cabellera café dando a negro y ojos marrones, pues tenía curiosidad del por qué me estaría viendo, cuando en ese preciso momento volteó y me sonrió, algo que me causó un pequeño dolor en el estómago sin alguna razón, pero su sonrisa era brillante y junto con sus ojos cafés, me provocaron una sonrisa automática, olvidar lo que pensaba y ponerme bastante nerviosa.
Me senté en la primer mesa donde ya era mi lugar desde que había entrado al salón y Andrea finalmente había llegado de la cafetería con mis amigas después de unos largos minutos, y digo largos porque el haber estado relativamente sola me ponía los pelos de punta, simplemente yo estaba aún algo nerviosa porque era mi primer día de clases y un chico se me había quedado viendo, cuando yo jamás en la vida le había hablado. Mis amigas llegaron a sentarse cerca de nosotras y todos los demás se sentaron en sus respectivos lugares cuando comenzaron a pasar asistencia.
— ¿John Leggard?
—Aquí. -respindió.
— ¿Rosalía Milen?
—Presente. —dijo una chica con voz tan somnolienta que hasta yo sentía sueño.
— ¿Dylan A. Stephans?
—Aquí atrás. —levantó su brazo y me giré de nuevo a ver al frente pues cada que nombraban a alguien yo lo buscaba para saber con quienes pasaría el resto del ciclo.
— ¿Alison S. Stephans? —dijo la maestra y al escuchar mal mi apellido fruncí el ceño.
—Maestra... —murmuré alzando tímidamente mi brazo.
—Dime, Scarlett
—Mi apellido es Stephens, no Stephans. —suspiré y escuche una risa bastante grave cuando sentí que alguien me tomaba del hombro.
—Es que como nos parecemos tanto y luego nuestro apellido es casi igual, es fácil que nos tomen como hermanos o primos. ¿No es así Alison? —Era Dylan.
—Ah, sí. Espera ¿qué? —dije y se rió.
—Que somos iguales. —Dylan hizo una pequeña sonrisa dirigida hacia mi y yo a él.
—Oh, claro. —dije algo sarcástica y la maestra se rió.
—Bueno, seguire pasando asistencia. ¿Rafael Miller? —continuó y Dylan siguió a mi lado cuando estiró su mano para que la estrechara.
—Un gusto, soy Dylan Adam Stephans, pero no me gusta que me digan Adam así que dejemoslo en Dylan.
—Igual es un gusto Dylan, yo soy Alison Scarlett Stephens, pero prefiero que tú me digas Alison.
—Esta bien, Alison. —acarició mi cabello y se fue a su lugar, entonces Andrea en su libreta me escribió un mensaje.
Andrea: ¿Acaso le has caído bien a Dylan?
Yo: Es divertido y me ha caído bien.
Andrea: También es raro y el ex-novio de Roberta Martons.
Yo: Y ¿eso qué?
Andrea: Si te juntas con él y se gustan, te vas a ganar el odio completo de medio salón.
Yo: Obvio no me va a gustar.
Andrea: Estas advertida.
Teníamos tres horas antes del primer receso y eran eternas, pues yo no hablaba en clases por miedo a bajar de calificación aunque Andrea no lo entendía y no me dejaba de hablar hasta que la ignoraba tres veces o más, pero diez minutos después volvia a hablar sin parar y me costaba trabajo concentrarme. A veces me daban ciertos impulsos de mirar atrás y cada que mis nervios ganaban para que yo volteara, Dylan me veía atento y al darse cuenta que yo lo miraba, sonreía y me saludaba, obviamente no lo dejaría saludando a la pared así que le sonreí y lo saludé; era el primer día de clases y tenía ya un nuevo pero viejo amigo, pues apenas me empezaba a juntar con él después de nueve años y por fin veo que es divertido y amable, o bueno, lo que he platicado con él.
Cuando acabó ese día en la escuela, en la tarde me dediqué a investigar más a fondo quien era realmente Dylan y por qué me odiaría medio salón si casualmente yo decidía ser su amiga o... involuntariamente enamorarme de él, porque era raro eso de que me odiarían casi todos por tener lazos de cualquier tipo con él: era patetico, sólo que a medio salón le gustara y él los ignorara por completo.
Llamé a Andrea para preguntarle sobre esto y por qué me lo había dicho, pues hay veces que lo que dice ella parecen cosas sin sentido, aunque de alguna forma lo tenían y terminaban siendo verdad.
— ¿Alison?
—Andrea, dime por qué me van a odiar por ser amiga de Stephans. —gruñí y ella se rió.
—Pues, por el hecho de Roberta y sus malévolas secuases harían que todo el colegio te odie. —murmuró y me puse a pensar.
—No tienen por que hacer todo eso, no va a ser la única chica que le puede hablar el resto de su vida, ¿no?
—Bien dicho, pero tú háblale bien mañana y ya, pero que no se te pegue lo raro, Alison.
—No es raro, sólo es callado con las chicas. —dije a regañadientes y Andrea se burló de mí.
—Como sea. Me voy pequeña Alison, hablamos mañana.
—Adios Andy. —dije despegando el teléfono de mi oído para colgar y al terminar la llamada me lancé a mi cama tratando de pensar sobre los siguientes eventos y el próximo sería el festival de bienvenida, donde habría varios puestos incluyendo el supuesto registro civil, pero yo jamás me he casado en un festival y dudo hacerlo.
A la mañana siguiente, al llegar al colegio, vi que había un pequeño pizarrón con nombres para cada lugar y para variar me tocaba sentarme con Dylan. Deje mi bolsa algo distraída y escuché a lado mío cómo otra mochila era azotada, yo ignoré por completo aquel sonido pero alguien me tomó del hombro , volteé y como me lo esperaba, era Dylan con su enorme sonrisa de siempre.
—Hola Alison.
—Hola Dylan
—Me toca sentarme contigo. —se sentó junto a mi y asentí con un murmuro.
—Entonces tú fuiste quien azotó la mochila, ¿no es así?
—Sí, perdón por eso, solo quería ponerla pero resbaló de mi hombro. —se encogió de hombros y suspiré.
—Esta bien. —sonreí y me sonrió él a mí. Al comenzar las clases, teníamos antropología, y por lo visto Dylan no era nada bueno en ella.
Cada que volteaba a verlo, o estaba platicando o nisiquiera estaba, algo bastante incómodo, pues yo era casi muda en clases y sólo me dedicaba a mi trabajo. Cuando comencé a estresarme y distraerme con sus platicas lo tomé de su camisa y lo jalé para que se sentara, sólo volteó a verme con una ceja arriba y gruñí.
— ¿Piensas trabajar? —le susurré al oído y echó su cabeza para atrás dejandola en mi hombro.
—Pero, no entiendo nada.
—Dime en qué te explico, no me gusta ver que la gente no trabaje.
—Eres encantadora. —sonrió y me puse algo nerviosa.
—Gracias, ahora a trabajar. —señalé su cuaderno y dio un largo suspiro pero con una enorme sonrisa.
Ya que por fin empezó a trabajar, pude concentrarme más rápido pero no dejaba de ver como yo trabajaba y comencé a ponerme aún más nerviosa, como dije antes, su mirada era bastante fuerte y te hacía voltear de inmediato y aunque traté de ignorarlo, comenzó a acariciar mi cabello, mi cara obviamente estaba volviéndose toda roja y me giré a verlo, pues ya estaba harta de sentirme confundida. Al voltear, traté de verlo a los ojos y acabé agachandome.
— ¿Te explico en algo? —tartamudeé y sólo ví su sonrisa por el rabillo del ojo.
—No, gracias. Me gusta verte trabajar. —me busco la mirada y no me quedó opción que tratar de verlo a los ojos. —Alison
—Dime. —moví mi pierna algo nerviosa y sonreí.
—Estas roja. —me agaché tapandome la cara y dejó su mano sobre mi cabeza. Comenzamos a susurrar para que no nos dijeran algo aunque estuvieramos hasta atrás.
— ¿Qué? No es cierto. —murmuré y sólo sentí cómo me recargaba en su pecho.
—Ya, no te pongas nerviosa. No muerdo, o bueno, eso creo.
—No estoy nerviosa. —susurré cuando realmente lo estaba y no precisamente por su linda cara, simplemente me ponía de nervios el contexto en el que me encontraba; él me levantó la cara y quedó bastante cerca de mi lo que me puso aún más peor.
—Entonces, ¿por qué te sonrojas?
—Bien, me pones nerviosa. —me podría dar golpes por eso que dije, ¿quién dice la verdad en un momento así? Tenía al menos que buscar alguna forma de arreglarlo.
— ¿Yo? —me enderecé y al ver que la maestra salía del salón comenzamos a hablar un poco más fuerte pero no tanto que todos escucharían.
—Sí, no me dejas trabajar porque me ves y no dejas de hacerlo en ningún momento, Dylan. —me cubrí con mis manos y suspiró.
—Me gusta verte, eres la única en este salón que atrae mi mirada cuando trabaja. —susurró y lo volteé a ver.
— ¿En serio?
—Sí. No se, pero, hay algo en ti que me atrae. —se agachó y sonreí.
—Entonces es cierto que somos iguales. —dije algo burlona y me miró.
— ¿Por qué?
—Porque a mí también me atrae algo en ti, y ese algo o más bien no es solo uno. —me reí y me vio atento. Acababa otra vez de hundirme yo sola, pero esta vez no había salida fácil.
—Dime. —se acercó más a mí y levanté la mirada.
—Tus ojos y tu sonrisa. —contesté de inmediato y sonrió— Son los causantes de que me ponga nerviosa.
—Es bueno saberlo, Alison. —la maestra de matemáticas entró y nos giramos para poner atención a la clase.
Soy patética, soy completamente patética, pues ¿a quien se le ocurre decirle algo así a alguien? Ahora aunque le haya dicho todo eso no me va a quitar las ganas de ser su amiga y por lo mismo de decir la verdad, esperaba no poner las cosas incómodas.
Rato después terminó el extraño momento entre él y yo tras aquella rara confesión, aunque no pasaron ni quince minutos cuando tocaron y me tuve que bajar a desayunar donde todas mis amigas me gritaron, sobre todo Andrea y Taylor, quienes sólo repetían «te lo dije» pues como ayer en la mañana se me había quedado viendo, ellas ya habían sacado conclusiones y teorías al respecto. No me quitaban la mirada de encima, ni para susurrarse entre ellas, no era para tanto esto y no me gusta Adam, bueno, Dylan para ser más explícita, es bueno conmigo pero en verdad no creo que me llegue a encantar del todo; me pone nerviosa pero es porque no me deja de ver y es extraño, a cualquiera lo pondría nervioso.
—Vamos Alison, no lo niegues. —dijo Andrea y gruñí.
—No, no me gusta. Por cierto, ¿dónde esta la que sí esta locamente enamorada de Dylan? —busqué con la mirada a aquella castaña con rizos de nombre Tiffany.
—Dijo que iría a la cafetería.
—Entonces, ¿no se lo quieres quitar? —susurró Taylor y suspiré.
—Ya dije que no. —puse mis manos por detrás de mi nuca y resoplé.
—Volví. —dijo Tiffany alegremente por detrás de mí —Scarlett, necesito tu ayuda en algo pero te digo más tarde.
—Esta bien.
No sabía a que se refería pero no quería que las demás supieran, quizá era algún secreto que quedaría entre las dos, así que tenía que esperar.
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