La quietud de la noche fue rota por el sonido del motor del viejo coche deslizándose por la sinuosa carretera. Las luces del vehículo atravesaron la oscuridad, revelando destellos esporádicos de árboles que parecían acechar a través de la espesa niebla. Mientras el auto avanzaba, el conductor, Martin, mantuvo la vista en la carretera, tratando de ignorar el nudo en su estómago.
Había aceptado la invitación a Silentium, un pueblo alejado del bullicio de la ciudad, impulsado por la necesidad de encontrar respuestas. La carta, escrita con letra impecable, había llegado días antes, y en su enigmático contenido sólo mencionaba que en Silentium descubriría la verdad que tanto anhelaba. Sin más detalles, Martín se embarcó en este viaje incierto.
El pueblo surgió de la niebla como un fantasma dormido. Calles adoquinadas se extendían en direcciones desconocidas, flanqueadas por casas antiguas cuyas fachadas parecían susurrar historias olvidadas. Martín aparcó su coche frente a una imponente mansión que se alzaba en pleno centro del pueblo. Un desgastado cartel en la entrada decía: "Silentium Manor".
Con un suspiro, Martin salió del auto y miró la mansión con curiosidad. Un crujido resonó en el aire y la puerta principal se abrió lentamente, como si la casa misma lo estuviera invitando. Con pasos cautelosos, cruzó el umbral y se encontró en un pasillo adornado con lámparas parpadeantes y muebles cubiertos de sábanas.
Un hombre mayor, vestido con ropas pasadas de moda, apareció entre las sombras. Su mirada profunda y penetrante dejó a Martin momentáneamente sin aliento. "Bienvenido a Silentium, Martin. Soy el Sr. Archibald, el guardián de esta mansión y los secretos que guarda", dijo con una voz que resonó en la inmensidad del salón.
Martín asintió sin saber si debía sentirse cómodo o incómodo. Archibald lo condujo a través de pasillos oscuros, revelando habitaciones llenas de muebles cubiertos de telarañas y retratos de rostros desconocidos que parecían seguirlo con la mirada. Finalmente, llegaron a una habitación iluminada por la luz parpadeante de una chimenea.
"Martin, has llegado a un momento crucial", dijo solemnemente Archibald. "Silentium guarda secretos que desafían la lógica y despiertan la curiosidad de quienes buscan respuestas. Pero ten cuidado, porque la verdad que buscas puede ser más oscura de lo que imaginas".
Martín sintió un escalofrío recorriéndole la espalda. La mansión, aunque majestuosa, irradiaba una sensación de misterio y antigüedad. Se sentó frente a la chimenea, observando las sombras bailar en las paredes mientras Archibald comenzaba a desentrañar la historia de Silentium.
La ciudad, explicó Archibald, estaba llena de leyendas y tragedias. Murmullos de susurros en la noche, desapariciones inexplicables y fenómenos paranormales llenaron los anales de Silentium. Cada generación había sido testigo de acontecimientos extraordinarios y la propia mansión parecía ser el epicentro de todo.
Con cada palabra, Martín profundizaba en la red de misterios que envolvía a Silentium. La noche avanzaba, pero el tiempo pareció detenerse en la mansión. Martín sabía que su viaje apenas comenzaba y que las sombras que se cernían sobre Silentium eran más profundas de lo que imaginaba.
Al despedirse, Archibald le entregó una llave antigua. "Esto abrirá las puertas que necesitas para explorar", dijo crípticamente. Martín se retiró a su habitación, con la cabeza llena de preguntas y el corazón latiendo al ritmo de lo desconocido.
La ciudad dormía en silencio, pero Silentium estaba lleno de antiguos secretos. Martin, armado con su determinación y la llave que le habían confiado, se sumergiría en las sombras de la niebla, dispuesto a desentrañar los enigmas que Silentium guardaba celosamente.
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