Se escuchaban los cánticos de los pájaros por mi ventana informándome de la hora. Me levanté con pesadez, mi cuerpo débil y con moretones me recibió.
“Ya es tarde” murmuré al revisar el reloj en mi escritorio.
Me apresuré a vestirme y bajar de mi apartamento. Y como había predicho, llegué 15 minutos tarde a la escuela.
El maestro me dejó pasar como siempre. Solo yo participé en clase como siempre. Yo estaba solo en el almuerzo como siempre. Y la pandilla de la escuela me humilló cómo siempre.
“¡QUE PATÉTICO TE VEZ ALEX!” gritaron mientras me pateaban.
No podía hacer nada.
Una vez que terminaban, se iban y no me molestaban hasta unos días después de recuperarme parcialmente.
Llegué a mi apartamento de nuevo, recibiéndome la soledad.
Y se repetía desde hace dos años, cuando toda mi familia me abandonó. No recuerdo mucho de ello, pero sí de sus rostros antes de que me dejaran.
Tristeza. Dolor. Miedo. Alivio.
Mientras ellos duermen felices, yo estoy en esta situación dolorosa.
Me dormí, mi cabello castaño se pegó a mi cara llorosa, molestándome a ratos.
A medianoche, me levanté, era mi hora de pasear, podía acurrucarme en una colina y observar el cielo.
Una vez que llegué, vi a un gato, igual de débil que yo. Me acerqué a él con cuidado. Me rasguñó un poco, pero después de que lo abracé, se calmó y recibió mis caricias a gusto.
Al terminar mi hora, me levanté, el gato me siguió y le sonreí.
Compré unas cosas en una tienda y volví a mi apartamento.
Tal vez empezaría a tener buenos momentos con este gato.
“Te llamaré Día” noté que era hembra, por lo que le puse ese nombre y por sus bonitos tonos anaranjados, me recordaban al sol.
Dormí de nuevo, pero está vez relajado.
***
Desperté renovado, con una sonrisa. Día empezó a jugar con mi cabello.
Había pasado una semana desde que la encontré, mis moretones y rasguños estaban casi curados, sus heridas estaban mucho mejor que las mías y su cuerpo estaba un poco más rellenito desde que la alimentaba 3 veces al día.
Aunque mi humor estaba bien, en la escuela siempre quedé reservado, no quería que mi nuevo sol desapareciera.
A la hora del almuerzo, mientras todos estaban en sus grupos comiendo y riendo, la pandilla se acercó a la esquina donde comía mi sándwich.
“Parece que ya estás mejor, eh” dijo uno de la pandilla. Era Esteban, uno de los mejores en béisbol. Su cuerpo era grande, un solo golpe de él era capaz de dejarme inconsciente, por lo que siempre recurría a sus secuaces, Erick, Gabi y Teo, para torturarme con sus golpes.
“Te espero a la salida, dónde siempre, si avisas a alguien o no vas ya sabes cómo es” amenazó.
No dije nada, esperé a que se fueran. Ya no tenía hambre.
Dejé el resto de mi sándwich en mi bolsa. Y me quedé pensando en que haría.
‘¿Me voy y le doy su almuerzo a Día o dejo que me golpeen y llego tarde?’
Elegí la primera opción.
A la hora de la salida, agarré mis cosas y me fui tan rápido como podía. A mis ya 16 años, aún me daban miedo.
Llegué a mi casa más temprano de lo de costumbre, por lo que la casera estaba en casa todavía.
“Alex, hace tiempo que no te veía temprano” dijo la casera. Ella era Emma, una señora en sus 40’s con gran carisma y cariño. La casera era amiga de mi madre, por lo que estuvo a gusto de que pudiera ayudarme.
“Jaja, igual me alegra verla señora Emma” apresuré a decir con una sonrisa fingida.
“Si tienes tiempo hoy puedo llevarte un poco de comida, asegúrate de comer bien, ¿Sí?” sonrió y se fue.
Después de que ella se había alejado lo suficientemente, corrí y cerré con llave mi apartamento.
Los maullidos de Día me tranquilizaron. Agarré un sobre de comida y se los di en un plato.
Me senté en mi cama. Agarré mi viejo celular. Nunca lo llevaba, sabía que me lo robaría Esteban, por lo que lo dejaba en casa.
Un mensaje del banco y de mi tía llegó apenas lo encendí.
Mi tía me había dado un poco de dinero para este mes, aunque le dije que no lo hiciera porque vivía gratis, no me hacía caso alguno y me mandaba dinero.
“Cuídate bien Alex, si necesitas algo, me lo dices” decía el mensaje.
Una sonrisa irónica apareció en mis labios. Aunque no quería que se preocupara por mi, lo seguía haciendo. Si no fuera por la falta de espacio en su casa estaría con ella.
“Está bien” respondí en el mensaje. Cerré las aplicaciones y volví a apagar el celular.
Al parecer, Día había terminado de comer. Se acercó a la cama y saltó para que pudiera abrazarla y mimarla.
“Todo estará bien, ¿Verdad Día?” murmuré mientras me acostaba y la acariciaba.
Hice mis tareas de la escuela y cené con la señora Emma.
A las 10 de la noche, ya había terminado todos mis proyectos, así que me levanté y me fui a la colina.
Día quiso ir conmigo, pero esta vez no la llevé, sabía que no me dejaría, pero tenía un mal presentimiento.
Sentí un poco de frío, así que agarré mi sudadera y fui tranquilo a la colina a ver las estrellas.
Me fascinaban, eran hermosas, brillantes e inalcanzables, justo lo contrario a mí. Sentía envidia de ellas.
Escuché pasos.
“No esperaba que el grandioso Alex estuviera por aquí jajaja” rio alguien a mis espaldas. Una voz familiar.
“Esta solo como siempre jejeje” rio otra persona.
“Tal vez quiera rodar y dejar que una roca lo aplaste jejeje” se escuchó.
Me habían rodeado.
“No llegaste a la hora y el lugar acordado, pequeño Alex” dijo Esteban, mostrándose intimidante a la luz de la luna. Llevaba algo brillante en la mano.
Me quedé callado, tenía miedo, no me podía mover.
De repente todos me inmovilizaron. Mis brazos estaban lo más estirado posible, dolía.
“Mira que encontré cerca de aquí” Esteban mostró a Día, que estaba forcejeando.
“Suéltala” murmuré. No tenía ni idea del porqué ella estaba aquí, recordé cerrar hasta las ventanas.
“¡¡SUÉLTALA!!” grité. Con mi fuerza, era inútil salir de sus agarres.
Al parecer esto era divertido para Esteban. Agarró el objeto brillante y lo mostró completamente.
Era una cuchilla. Era pequeño. Era semejante a una daga.
Mi cara de horror a lo siguiente que ví le dio más risa, llegando a carcajadas que parecían provenir de un demonio grotesco.
Las lágrimas salieron a cántaros de mis ojos. Mi sol se fue. Vi como en su garganta se clavaba sin piedad la cuchilla filosa, dejando que su sangre se derramara por su pequeño cuerpo. Dejando sus ojos sin luz lentamente.
‘¿Por qué los humanos son tan horrendos?’
Nunca esperé que ellos me agredieran al pasarme a otra escuela y contar mi situación.
‘¿Por qué se aprovechan y gozan del dolor de los demás?’
Traté de soltarme, agarrarlos y matarlos a golpes. Por su culpa, mi sol se había apagado, de nuevo.
Pero un dolor punzante en mi garganta, junto con el rostro malévolo de Esteban me detuvieron.
“¿Esto está bien Esteban?, ¿Estás seguro de que no iremos a prisión?” dijo Erick dejándome caer aún con la cuchilla en mi garganta, mientras estaba en shock.
Mi cara estaba tan blanquecina como la luna ante mis ojos.
Esteban jaló la cuchilla y mi sangre empapó el pasto.
“Por supuesto que no iremos, ¿Quién pensaría de nosotros como asesinos?”
‘Hace frío’ fue mi último pensamiento.
Comments (0)
See all