Karla llegó al rellano donde había estado diez minutos antes, donde su camino se había dividido en un pasillo y las viejas escaleras. Cruzó ese rellano, salió a la fría calle y echó una pequeña carrera rodeando la iglesia por su izquierda hacia la esquina que había con la casa de granito abandonada.
Llegado a aquel punto, a Karla no le importaba en absoluto la amenaza de los mensajes. Por fin, porque su embobamiento me estaba empezando a cansar. Ella suele ser alguien más espabilada, pero durante esos días no lo fue.
Sacó su teléfono móvil y marcó los tres dígitos del teléfono de emergencias. Quería darse cabezazos contra la pared por haber sido tan estúpida para acceder a colaborar, aunque fuera bajo amenaza, en los planes del tipo del ático y su posible socio. La muchacha, justo después de que una operadora respondiera un "emergencias, dígame" a su llamada, soltó un pequeño discurso de quince segundos relatando en pocas palabras lo que estaba sucediendo en la plaza. Mientras lo hacía, se apoyó en la pared tratando de respirar con normalidad, en un intento de calmar su ritmo cardíaco.
Después, colgó y salió a la calle, bajo la poca luz que no estaba siendo opacada por las nubes. Cruzó la plaza divisando apenas a nadie. Al llegar a la esquina, al lado de la casa de granito, le golpeó el hecho de no ver ni a la chica ni al hombre allí. Se alejó de la plaza avanzando por una calle secundaria que conectaba con otra que bajaba a la zona escolar del pueblo. Lo que vio entonces apenas la sorprendió a esas alturas del percal.
Pilló al hombre del ático dejar inconsciente con la parte baja del revólver a la niña. Después, él agarró su cuerpo como si fuera simple mercancía, como si fuera un objeto, y se lo cargó a los hombros intentando disimular, haciéndolo parecer normal. ¿Por qué nadie estaba viendo eso? Había algunas viviendas cerca, y debería haberlo visto alguien. Espero que sí, pensó la castaña. Eso significaría que se le iba a dar más credibilidad a la historia que acababa de contar a emergencias, y probablemente que enviaran algo más que una patrulla de "control".
Karla escuchó cómo las sirenas se acercaban a donde estaba. Sin que el tipo que cargaba a la cría tuviera la oportunidad de dirigirse hacia el coche que, según se acababa de dar cuenta ella, parecía esperar a unos metros del hombre, ese coche arrancó y se fue echando leches. Karla pudo ver los números de la matrícula; 6746.
···
—... y el coche se fue mientras ustedes llegaban. No lo alcanzaron, ¿verdad? —Karla no esperaba respuesta. Suspiró— y eso es todo. Toma mi móvil —dijo tendiéndoselo. No les había dicho una palabra sobre la copia de las dos carpetas del ordenador del ático de la iglesia que tenía en la memoria USB que colgaba de su cuello. En todo caso, ellos ya habrían revisado esos ordenadores.
La joven (pero al parecer con un rango alto) agente de policía nacional que estaba con ella, una tal agente Mantanza, se la quedó mirando fijamente mientras asimilaba todo lo que la castaña le acababa de decir. Después de estar así unos minutos, y tras haber estado casi tres cuartos de hora conversando ellas con pocas interrupciones, Mantanza por fin reaccionó.
—Váyase ya, y descanse —era un consejo con la intención de ser amable, y Karla, rodeada de toda la locura que estaba viviendo, necesitaba descansar. Pero tenía que averiguar algo primero.
—No, quiero que me lo cuente —exigió ella que, sentada en un pequeño sofá, estaba bebiendo una infusión de manzanilla con anís. No le gustaba, apenas le había dado un par de sorbos. La policía frente a ella tenía el pelo rubio y era bastante bajita y miró a Karla sin comprender por unos instantes. Luego, cayó en la cuenta de que Karla había escuchado lo que un compañero de trabajo le había dicho hacía unos minutos—. Acabo de escucharles hablar —la castaña de ojos verdes confirmó las sospechas de la rubia—. ¿Qué les ha pasado a mis padres? ¿Qué es eso de que les "han encontrado? Ellos no se esconden. ¿Por qué ha dicho tu compañero que están en interrogatorios? ¿Qué significa eso? ¿Puedo verlos? —Karla había aumentado la velocidad de sus palabras con cada pregunta que había hecho, y había formulado la última con desesperación. La rubia negó con la cabeza, sabiendo que había sido abatida por la terquedad de la muchacha que tenía enfrente. Esta última solo la miraba fijamente.
—Verás, Karla —la tuteó. Tomando eso como excusa, se desvió ligeramente del tema—. Puedo tutearte, ¿verdad? —Karla asintió, viendo las desesperadas acciones de la policía frente a ella en un intento de no contarle lo que sabía.
—Llámeme Karla —especificó Karla molesta.
—Está bien, Karla —dijo Alicia Mantanza—. Iré al grano, puesto que he notado que prefieres que se te cuenten las cosas de esa forma —hizo una breve pausa. A Karla le parecía que quería irse por las ramas y eso la puso de los nervios—. Tu madre y su marido son los principales y únicos sospechosos del secuestro de tu hermana y del atentado. Hay pruebas y motivos.
—Eso no puede ser —negó ella—. ¿Qué pruebas? ¿Y qué motivos? ¡Por el amor de Dios? —ella era así, cuando se frustraba decía expresiones cristianas, incluso siendo atea. Simplemente, había crecido escuchándolas.
—Lo siento, pero así es —no dijo nada más. Otra vez estaba evitando el tema.
—Pero... no lo entiendo, ellos no podrían hacer esto —susurró. Negó con la cabeza varias veces, firme y decididamente.
—Siguen afirmando y defendiendo su inocencia y se niegan a decir dónde se encuentra Emma.
—¿Qué pruebas y motivos? —insistió Karla.
—Dime algo, Karla —la policía la miró— no sientes ningún cariño por ellos ¿verdad?
Karla cogió una bocanada de aire y tensó la mandíbula. Quería saber las pruebas y motivos. Pruebas y motivos, pruebas y motivos, pruebas y motivos...
—No —respondió sincera y con firmeza. Mantanza tenía intención de volver a hablar, pero Karla se la adelantó— ellos no nos han enseñado ningún valor, ni a mi hermana ni a mí. Pero —insistió cuando la agente intentó volver a hablar— nos han mantenido, y a pesar de, aún habiéndolo deseado, no haber sido unos buenos padres, nos quieren. Y les conozco a la perfección, a ambos. Les tengo totalmente calados —Karla dijo todo eso para convencer a Mantanza, no a ella misma. Porque la ojiverde no podía conocer más a su peculiar familia.
La rubia asintió despacio, sin estar del todo segura de la afirmación de Karla.
—¿Qué relación tiene con su padrastro? —insistió. Entonces nada de pruebas o motivos, se desanimó Karla. Pero nunca se rendía.
Karla se encogió de hombros, indiferente.
—Hace feliz a mi madre, con eso me basta.
—¿Y qué tal se lleva con su padre? —volvió a preguntar después de una pausa la agente Mantanza.
—¿Con el biológico? —la tensión de Karla provocada por esa pregunta se le transparentó en la voz. Apretó la mandíbula— no me llevo —y se dio cuenta de a donde iba encaminada esa pregunta al cabo de unos segundos. La custodia de Karla pasaría a él, a su padre biológico—. No —dijo con la voz más dura aún— no pienso quedarme con él.
Se levantó de golpe, dejando con un ruido seco la taza blanca con el líquido apenas empezado en la mesa. Se movió con la intención de salir de aquella sala, pero la agente Mantanza la detuvo agarrándola por el brazo. La miró a los ojos, intentando intimidarla. No lo consiguió. Karla había cambiado. O quizás solo despertado. Ahora no se sentía débil, no sentía que la pudieran intimidar. Se sentía, de alguna forma, libre, sin la necesidad u obligación involuntaria, de acceder a los deseos o peticiones de nadie, ya fuera mujer, u hombre. Sabía que esa manía tenía sus raíces en la personalidad de su padres, y en el trato que había tenido con ella y con su hermana.
—Eso no es todo, Karla. Se ha cambiado, eeehhh... —titubeó— cómo decirlo... —frunció los labios— el "estatus" de tu hermana —Karla la miró sin comprender una mierda. Según sus propios pensamientos, eh, no los míos—. Ha pasado de desaparecida a —dejó de hablar un segundo— fallecida.
—¿Qué? —elevó su tono con estupefacción la castaña ojiverde— ¿y cómo diablos han llegado a esa conclusión? ¿Las pruebas y motivos? —volvió a pedir.
—Ellos tenían el dispositivo con el que se hizo explotar a las bombas de forma remota, a distancia. Y, además, se encontró un móvil idéntico a este —agitó la mano con la que sostenía la bolsa que tenía el móvil que Karla les acababa de dar, el suyo.
—Eso no prueba nada —debatió con rapidez Karla. En realidad, eso sí probaba algo, pero ella no quería admitirlo. Además, acababa de ocurrir una catástrofe, el mundo entero estaba alteradísimo y quería entre rejas al culpable.
—Y, al parecer —continuó la policía sin hacer caso a Karla. Tampoco se había levantado de la silla desde dónde había mirado y estado frente a frente con ella unos minutos atrás, cuando estaba aún sentada. No la había soltado el brazo— no quieren desvelar el paradero de Emma. El hombre del ático, como le has llamado tú, no tiene identidad, al menos, no tiene identidad legal, registrada. Ellos estaban colaborando juntos, los tres. Sí que hay pruebas de ello. Por cierto —cambió, de nuevo, de tema—, el adolescente que se drogó ha sido encontrado a unas calles de distancia de la iglesia, tirado en el suelo, muriéndose a causa de un tiro en el vientre. El hombre del ático le disparó con un silenciador puesto; nadie se enteró. Por lo que hemos averiguado, tenías razón; el hombre del ático orquestó el incidente de los explosivos, pero en colaboración con tu madre y su marido.
De acuerdo, demasiada información para tan pocos segundos. Al menos, la policía se había dignado a decirle las pruebas. Pero eran pruebas bastante circunstanciales, pensó intentando autoengañarse otra vez.
—Gran parte de esta información sobre el incidente, no toda, se ha filtrado mientras estabas siendo interrogada, y el pueblo está en contra de ellos. El pueblo, y el mundo, vamos. No sé si entiendes lo que significa eso.
Sí, lo entendía. A veces, la opinión pública terciaba bastante las opiniones. Definitivamente, el juicio va a ser difícil, pensó Karla. Karla pensó en una de las últimas frases pronunciadas por la policía.
—¿Y el incidente? ¿Sabe cuántas vidas se han perdido allí? —le preguntó. Ciertamente, ella tampoco lo sabía, pero la alteró desagradablemente que lo llamara "incidente". Es decir, ¿solo incidente?
—Noventa y tres confirmadas, con varios cientos de heridos y al menos treinta y uno en estado crítico —la informó.
Karla se quedó de piedra. Eso eran un montón de personas. Profesores, padres, alumnos, otras personas de los colegios, personal de seguridad, personal del polideportivo...
—Entonces, ¿cuál era el propósito final? ¿Hacer volar por los aires el polideportivo? ¿Asustarme? ¿Hacer daño a Emma? ¿Quién más fue chantajeado por... el hombre del ático? —preguntó si creerse que sus padres hubieran podido colaborar con, u organizar, aquellos actos—. ¿Y la niña? ¿Qué tiene que ver en todo esto una niña de doce años?
—No tenemos ni idea del propósito final.
Karla se volvió a sentar en el pequeño sofá, pero sin tomar la taza con la manzanilla.
—¿Su único trabajo es evitar y proteger a los ciudadanos de las amenazas, sin importar cual sea la causa de éstas? —perdió los nervios. Empezó a raspar con las uñas la manga de su chaqueta, deshilachándola.
¿Por qué la gente busca hacer justicia sin querer encontrar las razones de la injusticia? Probablemente porque el mundo es muy vago.
—Escucha, tenemos a nuestros mejores criminólogos investigando —contraatacó la agente Mantanza.
A pesar de que le desagradaba la gente que le faltara el respeto a ella o al cuerpo de policía, Alicia Mantanza comprendía a la adolescente con la que estaba hablando. No debía de estar pasándolo muy bien.
—¿Y el polideportivo? ¿Qué tiene que ver? Eso tampoco lo saben, ¿verdad? —Karla se rió de su propia ingenuidad al formular sus dos primeras preguntas. Por supuesto que no lo sabrían, al menos, no la razón exacta.
—Era una forma de llamar la atención, protestaban en contra de la política actual, ya sabes, lo que está pasando en el noreste del país —ni la madre ni el padrastro de Karla habían despotricado jamás respecto a eso, al menos no más de lo que una familia normal lo haría; cada persona tenía una opinión diferente respecto a ese tema. Por lo tanto, era imposible tal demostración de odio por parte de ellos.
—Respecto a quién más fue chantajeado —continuó hablando la joven agente—, fueron dos personas. Un hombre de setenta y cinco años y una mujer de cuarenta y nueve. El hombre del ático tenía sus perfiles, junto al tuyo y el de tu hermana, en su ordenador. Con nombre, edad, teléfono... Y la niña iba a ser herida porque era la nieta huérfana de la mujer de cuarenta y nueve años, cuyo nombre no puedo darte, y que se había negado a colaborar más con el hombre del ático.
Karla se quedó unos instantes sin emitir sonido alguno, inmóvil.
—¿Y por qué consideran que mi hermana está muerta? ¿Dónde está ella?
La agente Mantanza fue cuidadosa hablando respecto a este tema. Al menos, había decidido dejar de evitarlo.
—Se ha encontrado una foto hecha hace unas doce o trece horas de tu hermana... —se interrumpió. Karla escuchó un barullo fuera de aquella pequeña estancia amortiguado por las paredes. Después volvió a fijar su atención en la agente.
—¿Qué? —animó Karla a que continuara hablando.
—Herida de muerte. Por sus heridas y el tiempo que ha pasado, las posibilidades de que esté viva son...
—Ya —la interrumpió Karla dando a entender que ya sabía cómo iba a continuar la frase. Sus padres no habrían sido capaces de matarla. No podía ser. Sintió como si una gran y pesada manta fuera depositada encima de ella, aislandola del mundo. Sentía que el mundo a su alrededor, las sensaciones que sus sentidos percibían, eran como las noticias que veía la gente por la tele. Que pasaban por un trillón de filtros antes de llegar a la población espectadora. Que todo quedaba soso, sin sentido, todos sus problemas... Se sentía con fiebre, con esa sensación de estar flotando en la nada.
—El cuerpo no ha sido encontrado todavía.
—Vale —Karla no quería añadirle demasiadas esperanzas a la frase de la agente.
Su mente trató de cambiar de tema, de pensar en algo más que no fuera la muerte de su hermana. Había algo que no le cuadraba en esa historia. Algo no encajaba. Su sexto, séptimo y octavo sentido le indicaba que algo no estaba bien.

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