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Resina Azul (fosilizadas #1) © [EN FÍSICO]

Capítulo 9

Capítulo 9

Apr 12, 2019

—Estás completamente loca.

Karla cogió aire con la intención de defenderse pero interiormente admitió que su amiga razón. Así que cerró la boca. Estaba loca. Pero no podría haber hecho otra cosa. Esti, que le sacaba un año y medio, tenía el cociente intelectual alto y por ello iba dos años académicos adelantada; estaba en el tercer año de la carrera de medicina.

—Sip, completamente pirada —siguió hablando mientras levantaba la camiseta del hombre moribundo que estaba tirado en el suelo de la casa de Karla. Esti se apartó de la cara su melena clara de una sacudida para estar más cómoda. Conociendo como conocía Karla a su amiga, le ató el pelo en una coleta baja mientras la otra inspeccionaba a la persona del suelo.

—He hecho lo que he podido, pero no tengo ni idea de medicina —susurró Karla. Esti le abrió la camiseta al herido—. Intenté detener el sangrado presionando la herida y funcionó, a medias. Perdió la consciencia mientras lo traía aquí —dijo recordando lo mucho que le había costado arrastrarlo hasta su casa. ¡Cómo pesaba el tío! La chaqueta americana del traje del hombre descansaba en el sofá.

—Madre mía, ¡menuda bienvenida que me has dado! Menos mal que ha pasado poco tiempo desde... —murmuró la rubia levantándose y andando hacia el mueble del salón. Abrió el segundo cajón y sacó la caja de costura que sabía que se encontraba allí. Karla mientras tanto, caminó en dirección opuesta, hacia el botiquín. Por unos segundos reinó el silencio, mientras ambas se volvían a acercar al herido.

—¿Me puedes explicar por qué no lo llevamos al hospital? —preguntó Esti mientras cogía las vendas y desinfectantes que su amiga le ofrecía y los dejaba en el suelo, junto a ella. Movió al herido hasta colocarlo en una posición médicamente estable.

—Es que... —dudó Karla. Se había sentado cerca, en el borde del sofá, a la espera de recibir instrucciones por parte de su amiga— ya había visto su cara antes.

Estí apartó la vista de su primer paciente y la miró. Hizo una mueca invitándole a explicarse. Karla cogió una bocanada de aire.

—En un expediente de policía. Mientras estaba en la comisaría, después de la explosión, cotilleé un poco mientras me llevaban a otra sala antes de que hablar con Alicia Mantanza. Figuraba como posible culpable huído de un caso no resuelto. No ví su nombre.

Su amiga la miró alucinando.

—Eso no es excusa, ¡está súper herido! La herida es de... —parpadeó un par de veces alucinada— ...bala.

—Lo sé —contestó Karla—. Es la tercera razón por la cual no está en urgencias.

—¿Y cuál es la segunda? —inquirió volviendo a centrarse en el hombre del suelo.

—Al reconocerlo, y ver que estaba apenas vivo, le registré.

—¿Y tienes por costumbre inspeccionar a toda persona que encuentres tirada medio muerta en un callejón?

Karla mostró una pequeña sonrisa causada por el ligero tono de humor negro con el que su amiga había pronunciado la frase.

—Viéndolo de esa manera... —susurró en respuesta.

Estuvieron unos minutos en silencio. Karla no podía ver qué le estaba haciendo Estíbaliz al hombre herido.

—Tenía una fotografía.

Su amiga negó levemente con la cabeza, sin ver la importancia de eso.

—¿Y qué?

—De nosotras dos juntas, en tu fiesta de cumpleaños del año pasado.

Esti recordaba ese día. Más que una fiesta, había sido una salida con Karla y Emma. Habían paseado por la ciudad después de ver una película en el cine, y Esti las había invitado a las dos a un helado, a pesar de estar en noviembre. Había sido una tarde divertida.

—¿Era de nosotras dos la foto? —preguntó Esti refiriéndose a Karla y ella. Se movió un poco de derecha a izquierda, inquieta.

Karla negó con la cabeza recostando su cuerpo en el sofá, en un inútil intento de tranquilizarse.

—No, salíamos Emma y yo.

Estíbaliz levantó la cabeza, repentinamente asustada. Se quedó en silencio e inmóvil durante unos instantes.

—Esti...

—¿Sí? —respondió ésta intentando volver a centrarse en detener la hemorragia del moribundo.

—¿Crees que aún le persiguen? —dijo temiendo repentinamente estar ella misma en peligro, y por ende, su amiga también

—No —respondió firmemente, luciendo la típica curiosidad que la había caracterizado desde siempre—. Estoy convencida de que le dieron por muerto. ¿Ves esto? —preguntó mostrándole la herida que estaba curando a Karla. Esta última contuvo las ganas de vomitar que le entraron.— No lo sabes distinguir, pero esta bala fue disparada desde poca distancia, un par de metros cómo muchísimo. Y desde abajo; este tipo de aquí estaba de pie, y el que le disparó sentado o quizás tumbado —desde luego, las clases extraescolares de medicina forense que había recibido como modo de ampliar conocimientos habían dado de sí—. Según me has contado, si había tan poca sangre en el suelo de aquel callejón, no creo que se produjera el disparo allí.

—Y saber todo eso, ¿en que me ayuda para saber qué quería este tipo de mí y de mi hermana? Solo quiero que recupere la consciencia y averiguarlo.

—¿Es eso lo único que quieres? —inquirió su amiga, dejando una gasa teñida de rojo en el suelo. Cogió un bote de desinfectante.

—Sabes que sí.

A eso le siguió una ceja levantada por parte de Esti y la cara de incordio por parte de Karla.

—No se recuperará aquí —dijo finalmente la joven estudiante de medicina. Miró a su amiga—. Si no quieres llevarle al hospital, al menos llamemos a unos conocidos de la universidad. Ellos ya tienen el doctorado y algunos años de experiencia.

—¿Estás completamente segura de que son de confianza? —preguntó Karla con la duda empapando sus palabras.

—Sí.

···

—Estará bien, ella se está encargando de él —el chico, cuyo nombre Karla aún no conocía, señaló con la cabeza a su compañera, que se encontraba en la habitación contigua, la habitación de invitados, atendiendo al hombre herido del callejón. Karla fijó la vista en los ojos del médico.

—Vale —asintió con voz monótona, aburrida. El chico abandonó el pasillo donde estaban dirigiéndose hacia la cocina del chalet. Él y su compañera habían llegado a la casa de Karla poco después de que Esti les llamara. Karla sentía que los dos eran de fiar, y agradecía que su amiga eligiera bien las personas a las que acercarse. Ella era completamente al revés. Persona nueva que conocía, persona que se terminaba convirtiendo en un incordio.

Karla sintió cómo su mejor amiga la abrazaba por detrás. Se giró y respondió a su abrazo con un fuerte achuchón.

—Lo siento por todo, por esta bienvenida tan horrible y el problema en el que te he metido —susurró despacio Karla sin dejar de abrazarla.

—¿Sentirlo por qué? Francamente, me esperaba unos días llenos de helados de chocolate, lágrimas y recuerdos de Emma, así que lo de salvarle la vida a un hombre no está mal. Incluso aunque sea interesadamente —estuvieron por unos segundos en silencio—. Sabes que te quiero, ¿no?

Karla sonrió contra el jersey de su mejor amiga.

—Y yo a tí.

···

Karla oyó ruido en la habitación de al lado y se levantó del suelo del pasillo. Había estado sentada con las piernas encogidas y el cuerpo echado hacia delante con su frente apoyada en las palmas de las manos, a la espera de que algo sucediera. Cualquier cosa, pero no podía soportar la incertidumbre. Necesitaba noticias.

Esti se había ido hacía un rato. Karla no sabía a dónde, pero se había dado cuenta de que había hecho una llamada antes de salir por la puerta. No pudo evitar preocuparse por ella, pero confiaba en que no le pasara nada. Confiaba en ella.

Habían pasado veinticuatro horas desde que había llamado a Estíbaliz para que fuera del aeropuerto directamente a su casa con el propósito de que ayudara al hombre herido del callejón. Los amigos de Esti a los que habían acudido a por ayuda se habían quedado en casa de Karla cuidando del hombre herido durante toda la noche.

Karla se acercó un poco a la puerta de la habitación de invitados, donde se encontraban la chica y el herido, y por algún extraño motivo, quiso curiosear. Curiosear a dos desconocidos que estaban en su casa. De alguna forma, encontró gracioso eso. Se aproximó un poco más y se quedó inmóvil un momento.

—Hanna —el susurro de una voz masculina. Karla se quedó en blanco. Esa era la voz del hombre herido, no había ningún otro chico dentro de la habitación donde se había escuchado la voz. La otra única persona dentro de ese dormitorio era la chica, la médico a la que Esti había llamado para que las ayudara. El hombre al parecer había recuperado la consciencia. Entonces, dedujo, esa médico se debía llamar Hanna, y ambos se conocían. Karla se preguntó de qué se conocerían. Eso la llevó al pensamiento de si, considerando que el hombre del callejón podría ser peligroso e inquietante por la foto que tenía de ella y Emma y el estar siendo buscado por la policía, la médico sería peligrosa también. Sintió cómo la presión y tensión por ello recorría su cuerpo, deslizándose desde las puntas de los dedos de sus pies hasta clavarse profundamente en su corazón. Y volvía a estar aterrorizada, cómo había estado desde hacía una semana hasta lo del polideportivo. Había conseguido pensar fría y calmadamente estos dos últimos días. Respiró agitadamente.

Antes de que supiera cómo reaccionar ante este descubrimiento que estaba analizando mentalmente, escuchó una melodía que enseguida identificó como la de su tono de llamada. Podría haber escogido un sonido menos horrible como tono de llamada, pensó incordiada. Su tono era un bip-bip estruendoso y agudo. Bajó corriendo las escaleras hacia el comedor, que es donde estaba su teléfono móvil, y se lo puso en la oreja al ver que se trataba de su mejor amiga.

"Karla, prepara la tarta y saca las serpentinas, porque a quien acabo de ver ahora y estoy llevando a tu casa es digna de una fiesta."

—¿Qué? Esti, sé algo más clara porfa.

"Ya lo verás. Tocamos al timbre" dijo como aviso y cortó la llamada. Karla se quedó unos segundos pensando en el "tocamos". ¿Plural? ¿Quién sería la persona digna de una fiesta? No había muchos candidatos a ello en esos momentos.

Entonces, a los pocos segundos, llamaron al timbre. Karla pegó un brinco y corrió a abrir la puerta. Y al ver a la persona que acompañaba a su amiga, se quedó de piedra.

Completamente de piedra.

Completamente estática.

Estática de felicidad.

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