Era de madrugada, el sol aun no salía; la ciudad era iluminada por la vida nocturna y la luna hacía compañía a todos los que seguían despiertos. Tanto los que estaban de fiesta, trabajando o atendiendo las necesidades en la calle, como los que sólo estaban en casa, el conejo del cielo los protegía.
—No estuvo tan mal—resonó una voz suave y dulce dentro de un departamento.
Caballo blanco se encontraba sentado en el marco de la ventana, tomando un poco de aire fresco. Su apariencia era juvenil, la cual no pasaba de los 19 años. Su pálida piel, labios rojos, ojos azules y cabello blanco brillaban bajo la luz del cielo, parecía como un ángel en ese momento, y la bata transparente que le cubría, eran parecidas a sus alas.
La televisión estaba encendida, siendo lo único que iluminaba la habitación. Caballo Blanco, quien se llamaba Noa se entretenía escuchando las noticias, algo divertido de ver que a sus compañeros le habían agarrado.
—Creo que me tengo que ir, espero haya disfrutado su servicio— canturreó Noa, quien se ponía de pie, acercándose a la cama para dar un beso suave en la frente de forma irónica a su víctima.
El muchacho se apartó, observando su recién terapia. Su cliente yacía desnudo, con tobillos y muñecas amarrados a la cama. Se había entretenido con él, sodomizándolo con su miembro cortado, para abrirle las entrañas y asfixiarlo con sus propias tripas, al mismo tiempo que aplastaba su cabeza con el teléfono que tenía en la mesa de noche. Una muerte que le permitía descargar toda la ira que el pequeño ángel sentía.
Noa era un ser bello, pero a su vez, imposible de domar.
— ¿Hola?—canturreó mientras se ponía su ropa y hablaba por teléfono—. Sí, creo que todos lo vimos. Necesito pedirte un favor…sí, gracias. Adviértele, y tú, ten cuidado. Estoy seguro que el jefe no ha dicho nada.
Noa colgó, para colocarse su abrigo y salir de ahí, no sin antes tomar la cartera. Tomar una foto a las tarjetas de crédito, y enviárselas a la persona que recientemente le había llamado.
(…)
—Hola…hola—bufó Sky, quien se encontraba solo en ese cuarto. Estaba de pie, esposado tanto sus tobillos como muñecas, pues de todos, se especulaba que él era el integrante más impulsivo—. Tengo hambre—se quejó, mientras sus manos golpeteaban el espejo de la habitación—. Estoy aburrido, y está algo oscuro el cuarto. ¿Pueden traer más focos? Uno está parpadeando y me pone nervioso esa mierda. ¿Alguien me está escuchando?—se quejó, usando su cabeza para golpetear de forma suave el cristal, para finalmente soltar un pujido exasperado.
— ¿Deberíamos llevarle pollito?—preguntó Keita, quien observaba del otro lado la cara de Sky restregarse en la ventana, dejando todo babeado.
— ¿Y arriesgarte a que te apuñale con un hueso de pollo?—arqueó una ceja Yon, juzgando un poco al grandote, preguntándose cómo era posible que él fue primera opción antes que él.
—No creo que nos mate. Es decir, él es de la clase de persona que gusta torturar a sus víctimas y…—comenzó diciendo, sintiendo más intensa la mirada del asiático—. Entiendo, eso no lo hace mejor—rió algo apenado, aclarando un poco la garganta.
Keita estiró su playera rosa, queriendo lucir decente, mientras que Yon aun juzgándole, se acomodaba su camisa de vestir. Ambos entraron, volteando a ver a Sky, quien se encontraba tirado, a punto de realizar una rabieta.
— ¿Quiénes son ustedes?—bufó el peliblanco, achicando la mirada, observando y analizando a los nuevos inquilinos. No estaba de humor para juguetear ni mucho menos bromear, su cabeza le dolía, y el enorme chichón que tenía evidenciaba el porqué.
— ¿Qué estás haciendo?—rió Keita entre dientes sin poderlo evitar, teniendo que ocultar su boca tras la carpeta de archivos.
—Estaba a punto de exigir comida—respondió con desfachatez—. ¿Traen algo?
—Levántate, por favor—dijo dulcemente Yon, dejando que su suave mueca atravesara su rostro.
—No, ¿qué es lo que quieren?—La mueca mal humorada de Sky se transformó en una que mostraba completa burla y cinismo, incluso sus ojos parecían afilarse un poco más, casi como un animal al acecho.
—Queremos platicar contigo—Yon se mostraba tranquilo y amable, actitud secundada con sus acciones corporales, pues sin preocupación, decidió sentarse en el suelo a medio metro del menor.
Keita imitó al Dr Lee, sentándose de manera apresurada y encorvándose para quedar al mismo nivel.
—Si Balaam no les ha dicho nada, yo no les diré nada—movió Sky sus piernas, para girar un poco y darles la “espalda.
—Entiendo—Yon actuaba de forma comprensible y tranquila. A diferencia de Keita, el hombre era más mesurado y pensaba sus palabras—. Entonces, ¿podemos hablar de ti?
— ¿Por qué o para qué?—asomó Sky su mirada sobre sus hombros, girando nuevamente para sentarse. Evidentemente él no confiaba en ellos.
—. Conocerte, ¿podemos saber tu nombre?—habló el asiático con suma paciencia, la cual podía tranquilizar a cualquiera, sin embargo, Sky se sentía más alerta por su amabilidad.
— ¿Para qué?—bufé sonriendo con completa arrogancia, mirando altivamente al tipo—. Ya nos tienen, seguro nos darán la pena de muerte. ¿De qué sirve mi nombre? Si es para los periódicos, ni se molesten, sus encabezados tendrán… ¿cómo nos llamaron? AH sí, los cuatro jinetes—rió por la ridícula comparación.
—Yo puedo saber el caso de la Señora Hernández —interrumpió Keita, pareciendo un fan que conocía a su ídolo—. Quiero saber cómo lo hiciste, es decir, es evidente que simulaste que ella era un cerdo y la colgaste en la nevera de su comercio…
—Uh, ese fue mi favorito—se le salió sin querer a Sky, pero al darse cuenta se reprimió un poco—. ¿Qué es lo que saben?—se contuvo un poco, no quería darle problemas a Balaam. Sabía que su jefe tenía que lidiar con Luke, no quería ser otra carga.
—Además de usarla como piñata, elevaste la temperatura del congelador para que no se desangrara tanto, pero al mismo tiempo tenía quemaduras por agua hirviendo. Al menos eso deducimos cuando vimos que la pérdida de sangre se dio al momento de meter la mitad de su cuerpo en donde molían la carne—Keita estaba intrigado en cómo un chico tan escuálido había logrado levantar a una mujer tan corpulenta, ¿qué había hecho con ella? Pero exactamente porqué, ya que todas las víctimas de Sky eran en radios diferentes con características que no
—…— Sky le miró con sorpresa, usualmente a nadie le importaba el cómo hacía las cosas. A pesar de que Balaam le pedía que matara a esa gente, siempre sentía asco cuando le enseñaba lo que hacía—. ¿De verdad le interesa?—dijo curioso pero incrédulo, sin confiar por completo. Le miraba de arriba abajo, el sujeto a pesar de su enorme apariencia, no actuaba como un agente.
—Sí, de verdad. Ah, deja me presento. Me llamo Keita Egebe—le extendió la mano con tranquilidad, sonriéndole ampliamente—. Soy policía, pero también me encargo del área forense en campo, y a veces tengo la suerte que me dejen analizar dentro del laboratorio los cadáveres. He analizado tu trabajo, y aunque es un poco desastroso, admiro la forma en que lo haces.
Del otro lado del espejo, Fernando sólo oía el vómito verbal de Keita, así que se limitaba a ocultar su cara en su palma para no delatar la vergüenza, mientras que Lukyan observaba detenidamente las reacciones del pequeño criminal.
— ¡¿Verdad?!—respondió Sky sin querer emocionado—. Balaam me enseñó muy bien, aun no soy el mejor, porque admito que me da demasiada curiosidad salirme de los protocolos, pero de que me dura viva la gente un buen rato, me dura—sentenció orgulloso de sí mismo.
—Veo que eres alguien muy sincero—se atrevió a decir Yon, sin querer tensándose al ver cómo el semblante del menor cambiaba al oírle.
—Digo y hago lo que quiero, no veo nada de malo en eso—bufó con desdén, mientras jugueteaba con sus descalzos pies—. No veo el problema de eso—sentenció Sky.
—Bueno, matar gente no es algo correcto—sonrió Keita con las cejas curvas, queriendo ser comprensivo.
—No es mi culpa que ellos sean inútiles y no se defiendan. Admito que a veces es un poco aburrido el trabajo, es demasiado fácil—Sky no se veía conforme—. Aunque lo hago para que el Jefe me quiera—admitió tranquilamente, absteniéndose de decir su nombre.
— ¿Él te obliga?—miró Yon fijamente al menor, quien parecía tener su cabeza en otro lado.
— ¿Qué? No, para nada. Para mi es el trabajo perfecto, y por dios, soy muy bueno en ello. Yo soy quien siempre termino en las primeras planas de los periódicos. Además, esa gente se lo merece. Es por eso que seguimos una lista.
— ¿Siguen un patrón?—bufó Lukyan para sí mismo, desconcertado al igual que Fernando.
— ¿Qué lista?—se exaltó de inmediato Yon, aunque aún lograba mantener la compostura.
—…— Sky se quedó callado, mirando fijamente al Dr. Daba escalofríos sus intensos ojos.
—Pero la señora Hernández era una señora que sólo se dedicaba a vender carne—interrumpió Keita, queriendo que le volteara a ver, y lográndolo.
—Yo también pensaba lo mismo—se balanceó de un lado a otro, con una mueca de asco—. Casi me pongo a llorar cuando la vi en la lista, la carne que daba era deliciosa, incluso los Nuggets.
—Secundo lo que dice el mocoso, sus hamburguesas eran lo mejor—dijo Fernando sin poderlo evitar, mientras oían todo del otro lado.
—Hasta que la vi en la lista, claro que le pregunté al jefe que si era necesario hacerlo. Me dijo que sí, porque que secuestraba gente, robaba niños y esas cosas—contestó Sky despreocupado, restándole importancia a eso, pues sólo estaba preocupado por la deliciosa carne de la señora Hernández—. Sinceramente le dije que no era la gran cosa, que sí podíamos hacer aunque sea una excepción, pero que al parecer los niños que no vendía, los convertía en carne molida. Es repugnante, yo no le hago a esas cosas. Ahí ya no pude negarme—confesó como si hablara de algo tan simple como el gusto o disgusto de un día soleado.
Del otro lado, tanto Fernando y Lukyan tenían la cara pálida, uno más que el otro por el asco.
—Santos cielos—Keita estaba sorprendido, no por la parte de los niños convertidos en una hamburguesa, que sí, era terrible, pero de alguna forma ya les estaba confesando el tipo de víctimas que seguían, lo cual lo dejaba más confundido.
—Busquen en la lista de víctimas si tienen antecedentes penales, denuncias no resueltas o algo que se pueda sospechar de actos ilícitos—ordenó Lukyan por medio de un intercomunicador.
—Eso ya lo hicimos—aclaró Fernando—. Hay mucha gente limpia—frunció el ceño un poco pensativo.
— ¿Crees que esté mintiendo?—cuestionó el rubio, sin dejar de ver el cristal—. Evidentemente el muchacho parece tener un trastorno antisocial, y son dados a mentir y manipular gente.
—No lo sé, el sobreviviente del caso Huang me hace pensar demasiado.
—Oye, ¿estás bien?—arqueó Lukyan una ceja, algo preocupado.
La cara del jefe de policías se estaba poniendo verde, las náuseas le estaban invadiendo. Trataba de disimularlo, aguantando un poco la respiración, pero el sudor frío empezaba a recorrer la frente. La noticia de la señora Hernández no le había caído nada bien.
— ¿Qué me dices de la profesora Koko? — preguntó nuevamente Keita—. Es decir, al igual que la señora Hernández, no tenía ningún registro delictivo ni problemas, era gente ejemplar de la sociedad.
Tanto Yon como Keita, no apartaban la mirada del chico. No estaban seguros si era completamente honesto, por lo poco que podían ver hasta el momento, Sky podría tal vez mentirles.
— ¿Quién?—Sky les miró con desconcierto, sin tener idea de quién le hablaban.
Las alarmas con descaro comenzaron a sonar, para ser desactivadas a la par que las bocinas comenzaban a reproducir: Don’t let me get me, de Pink. Al mismo tiempo las luces bajaban y subían de manera tenue. Sky se tensaba un poco por la posibilidad de quedarse a oscuras, pero la música le relajaba, sabía quién había llegado.
—Que pésimo gusto poner esa música—bufó dulcemente Noa, quien entraba tranquilamente al refugio que habían hecho los federales. Confiaba que las puertas se abrirían por su cuenta, tenía ayuda.
—Jefe, tenemos un individuo…—se escuchó el mensaje por la radio de Lukyan, pero se cortó tras varios gritos y disparos que comenzaban a invadir el lugar.
— ¿Qué mierda, está pasando?—gruñó Fernando.
El rubio no pudo responderle, cuando detrás de ellos lograron oír cómo el candado mecánico de cada puerta se desbloqueaba lentamente. Ambos se quedaron fríos, sintiendo el sudor recorrer sus respectivas nucas. De inmediato, cada uno corrió a la entrada de las habitaciones, azotando su espalda contra ellas para impedir que cualquier cosa saliese.
—Yon, no dejes que él salga de ahí. Haga lo que haga, manténganlo ahí—gruñó por medio del intercomunicador el rubio a su agente, mientras él detenía la puerta de Balaam.
— ¿Qué es lo que pasa allá afuera?—gritó Fernando, quien detenía la celda de Luke.
—No tengo idea, nadie me contesta, y esa maldita música… ¿qué diablos significa todo esto?—gruñó mientras sacaba su arma, apuntando al igual que el policía, a la única entrada que tenía el pasillo.
—Kuku —bufó una risita Sky—. No tendrán suerte hoy.
Yon y Keita se pusieron de pie, observando desde arriba a Sky, preguntándose qué debían hacer.
—Creo que ustedes le llaman caballo blanco—Sky se ponía de pie, sabiendo que Noa al parecer había venido por ellos—. No creo que venga a rescatarnos, sinceramente.
— ¿Por qué lo dices? —frunció el ceño Yon, tenso y sin bajar la guardia.
—Nuestras caras fueron expuestas, ahora no tiene sentido regresar…
—Yon, saca tu arma—ordenó Keita. Su voz había dejado de ser juguetona, dejando relucir lo varonil que se escuchaba.
— ¿Qué tienes en mente, viene a matar?—obedeció Yon.
—A nosotros, y tal vez a ellos—dedujo Keita, pensando que ellos ocultaban algo, y era un riesgo para alguien más que estuvieran vivos.
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