Los gritos empezaban a oírse más y más cercanos, Noa canturreaba al ritmo de la canción, incluso se daba el lujo de bailar un poco, evadiendo perfectamente los ataques de los federales del lugar. El menor parecía estar disfrutando de la melodía, sintiéndose despreocupado de lo que pasaba en su entorno, lo peor que le podía pasar era morir.
Finalmente llegó a su destino, la canción se estaba terminando. Noa como persona educada y considerada que era, tocó la puerta esperando que le abriesen.
— ¿Está tocando la puerta?—cuestionó Fernando desconcertado.
—Hola, buenas noches. Lamento la interrupción—se oyó la dulce voz juvenil de Noa—. Estoy desarmado—sonrió, a pesar de no ser observado.
—Abre la puerta—respondió Lukyan, esperando darle entre ceja y ceja al igual que Fernando.
La puerta se abrió, y apenas tuvieron la oportunidad, ambos vaciaron sus armas pero sorpresivamente, ni una le dio a él.
—Lo siento, tenía que tomar mis precauciones—se asomó la dulce e inocente cara de Noa tras el cuerpo del cadete que cuidaba la puerta, lo había usado como escudo humano. Soltó el cuerpo del muchacho asustado.
Para suerte del agente, sólo habían dado un susto de muerte al chico, quien portaba casco y chaleco antibalas.
—Espero no les moleste, tomé prestado esto para colocárselo a él—sonrió simplonamente, acercándose para estirar su mano—. Me llamo Noa, creo que ustedes me llaman caballo blanco—rió de forma dulce.
Ambos estaban absortos, no estaban seguros de a cuál se habían ido a meter, pero definitivamente tenían un grupo de individuos que estaban lejos de ser normales. Noa rió apenado, viendo cómo no loe aceptaban la mano, teniendo que bajarla.
— ¿Los estás viendo?—habló aparentemente a la nada, pero el chico tenía un pequeño intercomunicador en la oreja—. ¿Qué dice? Entiendo—dijo tras un leve rato, tomando el aparato para pisarlo—. Vi las noticias, esto parece ser una situación innecesariamente grande y complicada—arqueó una ceja sin dejar esa mueca que expresaba ternura, pues los hombres no parecían salir del estado de shock—. ¿Hola? Sé hablar lenguaje de señas sin problemas—era difícil pensar que esa linda presencia era parte de ese grupo criminal.
— ¿Cómo entraste aquí?—preguntó Lukyan finalmente, sin estar seguro de cómo tratar con él, pues en cada individuo veía un nivel diferente de locura.
—Hay cosas que no puedo decir ni hacer sin el permiso de mi jefe, espero lo pueda comprender. Ah, me sentaré, ha sido un camino largo-dije acercándose una silla de metal que estaba desplegada ahí, tomando asiento al mismo tiempo que observaba a los hombres detener las puertas.
— ¿Te vas a entregar?—se atrevió a decir Fernando, dudando de sí era algo estúpido lo que decía.
—Seguramente, realmente mi trabajo no tiene sentido si mis compañeros fueron expuestos. Pero en realidad ese no es la razón por la que vine—el muchacho parecía alguien bastante político, la manera de hablar extrañaba a los hombres.
— ¿A qué viniste? —frunció el ceño Fernando, sin bajar la guardia, no lo parecía pero ese chico era quien hacía los crímenes con más odio.
—Necesito hablar primero con el jefe. Pueden escuchar sí quieren, pero necesito su permiso. Después de todo, él fue quien ha hecho este adorable equipo.
—Bien, tienes cinco minutos— accedió Lukyan tras pensarlo un poco, es decir, no tenían nada y a estas alturas por cómo veía a esos muchachos, estaba seguro que el alcalde les obligaría a ejecutarlos sin que dejaran investigar más.
Noa asintió, poniéndose de pie para caminar con Balaam apenas le cedió el paso, su forma de hacerlo era tan casual, como sí visitara a un enfermo.
— ¿Qué acaba de suceder?—preguntó Fernando sintiendo su corazón en la garganta.
— Alguien, reporte cuantos muertos hay—Lukyan estaba igual de confundido, ahorita sólo le quedaba ver los daños que había provocado ese niño. Le sorprendió cuando le contestaron que había heridos más no muertos—. Al parecer, ese tipo de verdad tiene las riendas de esos locos.
—Sí, definitivamente—musitó viendo cómo esos dos parecían comenzar a hablar. Lucían como un par de personas normales.
—Eso se ve feo—sonrió Noa dulcemente, viendo a su jefe.
—Mi camisa favorita fue arruinada—se quejó con desfachatez—. Pensé que no te aparecerías aquí—habló el pelirrojo, mientras su mirada se clavaba al espejo, como sí pudiese ver a través de éste.
—Sé que no te gusta, pero estuve oyendo las noticias. El cliente de hoy parece que gusta hacerlo con la tele prendida—Noa hizo un pequeño puchero fingido de decepción al contar eso—. Escuché algo interesante.
—Se conciso, Noa—dijo tranquilamente, esperando que fuera al grano.
—Están dando en los medios una lista errónea de nuestras víctimas, No me gusta que se están haciendo pasar por nosotros.
—No debería importarnos—comenzó diciendo Balaam, sin embargo, había algo que le inquietaba. Supongo que después de todo tenía algo de remordimiento—. ¿De qué tipo de víctimas estamos hablando?
—Pregúntale a tus amigos policías—rió dulcemente, mientras sus mejillas se recargaban en sus manos de forma juguetona—. No tenemos nada que perder, muertos ya estamos afuera o adentro. Y esto lo creaste para ayudar a gente como nosotros—ladeó la cabeza con un deje de cariño, Noa veía a Balaam como su hermano mayor. Él era el más pequeño del cuarteto, y aunque a veces no podía estar el tiempo que quisiera con ellos, lo que podía, lo disfrutaba.
Balaam sonrió suavemente, pasando su mano por su mejilla y palmearle.
—Será algo complicado esto, no sabemos si podemos confiar en ellos—musitó Balaam con cierta amargura.
—No tenemos nada que perder, si les resultamos útiles, pueden quedarse con nosotros, al fin de cuentas, muertos ya estamos—sonrió con gentileza Noa—.Además, él ya los vio y están limpios.
Balaam hizo un ademán con su mano libre, haciendo que ambos agentes entraran. Ambos se encontraban a la expectativa, no estaban seguros de qué significaba todo eso que habían oído, esperaban que lo que ellos dijeran fuera real y no simples invenciones.
—Me llamo Balaam—se presentó con una gentil sonrisa, que parecía desvanecer la actitud arrogante y altiva que podía tener el muchacho—. Creo que a este punto han cambiado varias cosas, pero sólo puedo confiar en ustedes dos.
— ¿Por qué tan de pronto?—Fernando apretaba la mandíbula, endureciendo más su mueca. Sentía esto más personal que cualquier persona en el cuarto.
—Antes de responder, ¿tienen una lista de las supuestas víctimas y el video que fue transmitido hoy?
Lukyan Y Fernando se voltearon a ver un momento, hasta el momento ninguno abogaba por su inocencia, salvo Luke, y su declaración no era tan convincente sí se comprendía que el chico no estaba dentro de todos sus sentidos.
A los pocos minutos, Balaam leía el cúmulo de hojas donde había nombres mundanos como algunos de peso pesado. Su forma de hojear, era un poco extraña, pues alzaba las hojas cubriendo su rostro, como sí le fallara un poco la vista, realmente no le dieron mucha importancia. Apenas terminó, le colocaron las cintas, no sabían bien qué era lo que pasaba por su mente, pues su agobiante silencio no cesaba, el único que parecía comprender sus expresiones era Noa.
—Bien. ¿Qué tienes en mente?—preguntó Lukyan apenas apagó el televisor. Balaam bufó una risita, provocando la molestia del mayor.
— ¿Puedo saber qué te causa risa?—Fernando frunció su ceño casi de forma feroz, pero no perdía la compostura.
—Alguien se está haciendo pasar por nosotros, los del video no somos ninguno de los cuatro y muchos nombres de la lista no nos pertenecen, me causa gracia que ni para saber cuáles son nuestros crímenes, sirven—Balaam al terminar de hablar, mostró una completa seriedad, se podía notar la molestia de su parte.
Que lo inculparan, no era el problema del asunto, sino que desvirtuaran por completo lo que estaban haciendo, que bien no deseaban un reconocimiento, ya que prefería haber pasado desapercibido, tampoco querían ser relacionados a un grupo de vulgares asesinos que tomaban gente al azar. Él había tardado años para poder darle un propósito al degenere que cada uno tenía.
Fernando apretó un momento los puños, si estuvieran bajo su jurisdicción, habría posiblemente pedido un trato, pero dentro de él, sabía que no podía hablar tan a la ligera, eso le provocaba un dolor de estómago de la impotencia. Por otro lado Lukyan parecía estar en sintonía con Fernando, así que no dudo en proponer un posible intercambio.
—Lo más probable es que ustedes tengan sentencia de muerte, y aun si quedan libres, la gente conoce sus rostros—comenzó diciendo el rubio, mirando fijamente a los chicos, pero sobre todo a Balaam—. Sin embargo, lo que hiciste de sacrificarte por esos muchachos, ellos te importan mucho, ¿no es así?—la seriedad en el pelirrojo le mostró la respuesta a Lukyan—. Te propongo un trato, cuéntanos todo lo que sepan, a cambio de posible arresto domiciliario y tratamiento psiquiátrico. Creo que no es un secreto para ti el hecho de que juzgan diferente a los enfermos mentales.
Balaam se quedó un momento callado, admitía que él deseaba una vida normal, y que para los otros, podría serles de ayuda. Como había dicho Noa, realmente no tenían nada que perder, pero había una posibilidad de ganar algo.
— ¿Cuándo empezamos?—sonrió Balaam gentilmente, aceptando sin despegar esa demoniaca mirada de ambos.
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