Pasaron los días, las semanas, y antes de darse cuenta ya había pasado un mes y la joven Sarah seguía enfadada y encerrada en su dormitorio.
"Querido Liam,
Padre y madre me quieren obligar a tener una entrevista de matrimonio con un marqués, estoy tan en contra pero ellos no lo entienden. Dicen que es por mi bien, que no hará daño a nadie si simplemente viene a verme. Me siento muy agobiada, no quieren comprender mi punto de vista, ni se esfuerzan en escuchar mis razones. "
Poco a poco los condes presionaban más a Sarah para que accediera a la visita del marqués pero ella se negaba fírmemente. La situación iba siendo más tensa en la mansión porque ninguno de los dos lados cedía ni un poco. Todos estaban cegados por su ego, incapaces de entablar una conversación sin terminar discutiendo.
Un día, tras una contienda, fue la gota que colmó del vaso para Sarah. Se dijo a sí misma que no iba a aguantar más eso y decidió escaparse hacia la academia, para pedir consejo a su hermano.
Sin decirle nada a nadie, solicitó al conductor del carruaje que la llevase hasta la academia de inmediato. El pobre hombre no tuvo más remedio que acceder a la petición de la joven y partieron a la academia.
Era la primera vez que Sarah salía de los terrenos de los condes, así que también estaba bastante emocionada por ello. No podía evitar comparar todo con lo que ella recordaba de su vida pasada, lo rural que era y el aire puro.
[...]
Una vez en la academia no supo bien que hacer, si entraba por la puerta principal destacaría muchísimo por ser la única mujer así que pensó que la mejor opción era colarse por los grandes jardines. Lo que no pensó es que probablemente los jóvenes estuvieran entrenando.
Afortunadamente, en vez de encontrarse decenas de jóvenes, encontró a un chico solitario con cabello verde oscuro practicando con su espada. Al no querer llamar su atención se acercó por la espalda, deseando que no la viera. Fue un pensamiento muy ingenuo por su parte.
Nada más darse cuenta de su presencia, rápidamente el joven empuñó su espada en la dirección de Sarah, cerca del cuello. Ella permaneció inmóvil, sin si quiera tener una pizca de miedo en su rostro.
-Discúlpeme por interrumpir su entrenamiento -Dijo Sarah sonriente.
Durante unos segundos el joven la observó sin decir palabra, aún con la espada en su cuello. Tenía un rostro serio de rasgos finos, incluso algo femeninos que contrastaban con el cuerpo tonificado del joven. Su piel era ligeramente más oscura que la de su hermano, probablemente haya entrenado muchas horas al sol con la espada.
-¿Quién eres?
-No debería preguntar eso mientras apunta con un arma a una dama, ¿no cree?
-Si esta dama no hubiera entrado sin permiso a los jardines de la academia no estaría siendo amenazada de muerte.
-Oh, mi. ¿Estoy siendo amenazada? -Dijo Sarah, fingiendo sorpresa.
-No bromee -Contestó el joven muy serio.
-¿Quiere matarme? -Preguntó Sarah sonriendo ligeramente.
-Por última vez, ¿Quién es usted?
-No puedo presentarme mientras me apuntan con un arma, ¿no cree? Es un poco descortés por su parte. -Dicho esto, el joven bajó su espada sin hacerle un rasguño- Mi nombre es Sarah, hija de un Conde.
-¿A esto lo llama usted presentación?
-También puede presentarse así, si lo desea -Sonrió.
-No tengo necesidad de presentarme.
Sarah rió ligeramente.- De acuerdo.
-¿Qué asuntos tiene aquí? -Dijo enfundando su espada.
-Vengo a ver a mi hermano para pedirle consejo.
-Probablemente no esté aquí, esta mañana ha salido un grupo muy grande de estudiantes a cazar monstruos en las montañas para mejorar su habilidad con la espada.
-¿Tú porqué no has ido?
-Digamos que no me hace falta.
Sarah se quedó pensativa. Ella había ido a pedirle consejo a su hermano pero éste no estaba en la academia y no veía posible escaparse de nuevo pronto. Como tampoco contesta a sus cartas no había otra forma de comunicarse. Así que la mejor conclusión era pedirle consejo objetivo a una persona completamente ajena.
La joven se sentó en el césped sin importar manchar su vestido y lo que fuera a pensar el futuro caballero. Este acto sorprendió un poco al joven.
-¿Puedo pedirte un consejo? -El joven asintió algo extrañado- Mis padres quieren que conozca a una persona para poder prometernos, pero yo no me quiero casar.
-¿Estás obligada a comprometerte con esa persona?
-No
-¿Que mal te haría conocerle? Si no estás obligada a comprometerte y la otra familia está haciendo un esfuerzo para cambiar el proceso, ¿No deberías considerar un poco la otra familia?
-Pero no quiero casarme
-No te están obligando, te están abriendo una puerta
-Pero...
-Eres un poco malcriada, ¿no? -Dijo con una leve sonrisa.- Eso es que tus padres deben quererte mucho
Si el joven sin sonreír ya era bello, esa sonrisa le daba un aire completamente diferente. Tenía una sonrisa tan preciosa que Sarah sintió que le daba un vuelco el corazón. Al darse cuenta desvió la mirada ligeramente sonrojada.
-Parece que tus padres respetarán cualquier decisión que tomes, deberías agradecer eso.
-¿Tu estás comprometido? -Preguntó ingenuamente Sarah.
La repentina pregunta sorprendió un poco al joven debido a que se consideraba una pregunta personal.
-Si
-¿La escogiste tu? ¿Es tu amada? ¿La quieres? -Preguntó intrigada, con muchísima inocencia.
-Nuestros padres hicieron el acuerdo y cuando ella cumplió los 14 firmaron los documentos sin tener en cuenta nuestras opiniones. Fue por negocio y el proceso más común.
-¿Será un matrimonio sin amor?
-Probablemente
-¿No te pone un poco triste eso? Pasar toda tu vida con alguien a quien no amas...
-No tengo a nadie a quien ame de esa forma. También es lo más sencillo para mi.
-¿Y para ella?
-...
-¿Os veis muy amenudo?
-¿Que clase de preguntas estás haciendo a un desconocido? -Contestó algo molesto.
El joven se levantó bruscamente y ofreció su mano a Sarah para levantarse.
-Parece que aquí termina nuestra conversación -Dijo algo apenada.
Ambos jóvenes se despidieron cordialmente sabiendo que algún día se volverían a encontrar en alguna reunión o celebración. Después de hablar con el joven, Sarah comprendió otro punto de vista y decidió ceder al deseo de sus padres.
El camino de vuelta se le hizo rapidísimo, no podía parar de pensar en el joven que había conocido. No debía tener más de 16-17 años, aún se le notaba por crecer.
[...]
Al llegar a la mansión los condes recibieron con los brazos abiertos a la joven, habían pasado el día terriblemente preocupados. No pudieron evitar interrogarla aunque fue en vano, la joven decidió guardarse para sí misma esa experiencia.
Un par de días después de la aventura de Sarah, solicitó reunirse con los condes.
-Padre, madre, he tomado una decisión. -Ambos escuchaban atentamente a la joven.- Accederé a conocer al joven marqués.
-Oh, querida, no imaginas la alegría que me dan esas palabras. -Contestó la Condesa.
-En el acuerdo original el Marqués Cyanspring y su hijo debían venir aquí para el encuentro, pero debido a nuestro atraso en dar una respuesta probablemente hayan querido cambiar algunas condiciones. -Dijo el Conde.
-Si insinúas que tendremos que ir, no tengo problema con ello. -Sonrio la joven.
-Mandaré una carta de inmediato para reunirnos la semana que viene. No hagáis planes ninguna de las dos.
-De acuerdo -Contestaron al unisono.
***
Mientras, en los terrenos de la academia dos rivales hablaban amistosamente.
-Hey Huntgreen, estos días pareces de buen humor.
-¿De verdad? -Respondió el peliverde.
-Si y es espeluznante. -Bromeó Liam.
-...
-Siempre se me olvida que tu sentido del humor está muerto. -Suspiró el joven.- ¿Vamos a entrenar?
-Vamos.
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