Mi jefe ha perdido la toalla y la vergüenza.
Al ser consciente de su desnudez uno esperaría que inmediatamente se cubriese, pero él solo se queda ahí de pie, clavando sus ojos en los míos esperando algo. Yo ya no recuerdo qué fue lo último que dije antes de que su miembro absorbiera toda mi concentración.
—¿Nos las medimos?
Ayuda, socorro, me ahogo en mis propias estupideces. ¿CÓMO QUE SI NO LAS MEDIMOS? Dennis, ¿no puedes decir algo más elocuente? Bueno, cerebro, ¿Qué dices cuando el tipo al que te confesaste anoche está frente a ti con ese cuerpo entrenado? ¿A tu jefe que te invitó a una orgía ni bien le dijiste que lo amabas?
—¿Te la chupo?
¡ESO TAMPOCO!
Aunque a él parece gustarle, noto que aquello se va hinchando, es más grande que en mis memorias, obviamente, y el movimiento de la sangre expandiendo los vasos sanguíneos me resulta evocador. Una erección causada por simples palabras, ahora sí entro en estupor.
Vale, ya estaba en estupor desde antes, desde que desperté en esta habitación que se siente enorme, es espaciosa, demasiado para alguien como yo que se siente minúsculo. Paredes pintadas de negro, un amplio ropero donde camisas blancas van enfiladas una detrás de otra y ese olor eternamente a limpio, a aire limpio y puro que hacen un efecto de vacío.
Pero nada se compara con esa erección apenas latente, esto es una locura, bien yo lo sé. No soy el tipo de demonio que consiga provocar estas reacciones, por el contrario.
—No deberías mirar tan directo, puedo malinterpretar tus señales —dice Zachary con el descaro del que solo puede hacer alarde un hombre como él, pone las manos en su cadera, cambia el peso de sus pies y se marca el hueso de su cadera desnuda—. ¿O es una invitación formal como cuando lo hicimos en el orfanato?
¡Hijo del demonio! Nunca lo mencionaste luego de que pasó, incluso creí que lo olvidaste. Boqueo, incapaz de responder con algo que no sea un recuerdo de adolescencia, él avanza en mi dirección, yo me pego contra la puerta del baño, coloco la toalla a modo de protección.
—¡Estábamos drogados!
—Y anoche borrachos así que ¿A dónde se fue esa resolución con la ibas a renunciar a tu trabajo?
Sí, porque me aturdió tu comentario. No es que creyese, ni remotamente, que sería correspondido y viviríamos un felices por siempre. Mi única intención, y debo recordarlo, es acercarme lo suficiente, solo eso.
—Dijiste que no estaban permitidos los romances en la oficina, aunque yo no te pedí que me correspondieras. Solo quiero estar cerca de ti.
Zachary toma mi muñeca, su mano es grande y tiene la firmeza de años de seguridad, también es cálida. Levanta mi brazo por encima de mi cabeza y me apresa contra la puerta, mira atentamente mis rasgos y aunque su cabello está seco desprende el aroma de las limas recién rayadas y, mientras más cerca está, más me sumerjo huele como el campo de fresias que bordeaban el santuario de aquél barrio bajo donde nos conocimos.
Su mano libre toma la toalla y la arroja a un lado, levanto la mirada para sorprenderme por la cercanía de sus ojos y la sorpresa sigue ahí cuando su rostro se perfila para que su nariz toque el lóbulo de mi oreja. Aunque fría, provoca una corriente de calor que se extiende por mi nuca.
—¿Qué tan cerca?
Sus dedos desatan las correas de mi chaqueta, inhalo su aroma que endulza mi paladar y lo retengo con el temor a jadear si me descuido. Soy incapaz de moverme, no escucho mi corazón latir, el cuarto está insonorizado pero ni la respiración de Zachary ni la mía llenan los espacios.
Hace años que no estoy con un hombre, demonio, ser, lo que sea, hace años que no siento el calor de otro cuerpo a mi lado, he olvidado la sensación tierna y confortable de un abrazo, no recuerdo una sola vez en que mis alborotados sentidos latieran al ritmo de otro. Cuando la ropa que me cubre se desliza de mis hombros, no lo soporto.
La umbra que viene en oleadas como la marea en días de tormenta, me incitan a dejarme tocar, a consumir al hombre frente mío si me lo permite. El miedo, horrible sabor amargo que permea mi boca, me impide continuar. Empujo a Zachary quien no se muestra sorprendido, por el contrario, tiene una sonrisa burlesca cuando da dos pasos atrás.
—¿Esto significa algo o solo es... ya sabes...? ¿Sexo sin compromiso? —balbuceo.
No me voy a comportar como un jovencito inexperto, el terreno no está a mi favor, pero no tiene que conocer TODAS mis debilidades.
Zachary bufa, se agacha y recoge la toalla para colocarla alrededor de su cintura de nuevo.
—No estoy buscando una relación de verdad. Así que desiste de ello, Dennis.
"Algo de verdad." Me rio por dentro. Sé que eso no existe.
—Te dije que yo tampoco, solo quiero estar cerca de ti... ayer mencionaste una orgía. ¿Qué quería decir eso?
Él me da la espalda, se acerca a su cajonera para tomar unos calcetines negros.
—Es una orgía de negocios, necesito un acompañante pero viendo como te has puesto con este ligero coqueteo, sé que no eres el indicado. Solo quería probártelo. Ahora vamos a trabajar.
—¿Indicado? ¡Lo soy! Yo... eso solo que, puedo hacer de todo, te lo juro. Desde la silla invertida posición alfa, hasta la chupamatracas tres mil.
Me acerco a su espalda, estoy tentado a tocarlo.
Zachary se voltea antes de que pueda hacerlo, se inclina para verme a los ojos. Mucha gente parpadea cuando miente, o muestra alguna señal de tic corporal. Yo he eliminado cada uno de esos rastros cuando miento, pero sé cuando una mentira es débil, así que parpadeo para darle gusto.
Prefiero mantener la mentira de un enamorado sin dignidad capaz de hacer todo por el hombre que ama.
—¿De verdad, Dennis? ¿Solo quieres estar cerca mío, sin esperar nada a cambio? —asiento, me animo a tocar su torso desnudo, no es mentira que me muero por más. Él me toma de ambas manos, me hace abrazarlo, pega su cuerpo al mío y siento cómo su miembro nuevamente empieza a endurecerse. Yo aprovecho para explorar su piel que está tensa y caliente y el comer así es tan dulce, tan casero, que duele—. Pero no quieres continuar con esto —dice mientras intenta quitar de nuevo mi chaqueta, yo me pongo rígido, quiero fingir que estoy bien, que estoy en mi zona, el temblor de mi cuerpo me delata—. ¿No es así?
Me aparta, va a alejarse. Como hacen todos. Pero él no es cualquiera, él importa.
—¡No es por eso! —digo tal vez demasiado fuerte, apretando los puños, hay un nudo en mi garganta que me irrita—. Es que yo... cuando me ven desnudo suelo am... hago que las erecciones se esfumen. Como si fuera magia. Debes suponerlo por el estado de mi cuerpo y eso, pero puedo hacer otras cosas, no tienes que verme.
He cerrado los ojos, incapaz de decir todo eso que es verdad a un hombre tan guapo al que me avergonzaría demasiado extinguir una pasión que apenas daba atisbos de ir naciendo. Sé lo que provoco en mis parejas. Lástima, pena, soy como el agua que apaga el deseo. Y duele mucho, duele cada vez.
Zachary me pasa el dedo por mis labios partidos, abro los ojos asustado, su mirada está oscura y no es por deseo. Lo sé, sus labios tiemblan por lo tensos que están.
—Métete a bañar, pediré a Iham que te tenga ropa en el baño de la oficina.
Se aparta y me arroja los calcetines que atrapo al vuelo.
—¿Cómo una relación secreta? —digo sonriente.
—No.—Se pasa las manos por el pelo—. Déjame pensar un poco más.
He perdido la oportunidad por idiota.
Paso las siguientes horas laborales maldiciéndome en silencio. Finjo no recordar la confesión cuando Lauv la menciona, Welland solo recuerda el dolor de cabeza que le dejó la fiesta así que intento convencerme de que no me dice nada porque se le ha ido la olla.
Cuando llega la hora de comer, Iham me dice que el jefe me espera en su oficina. Cielos, inframundos, lo que sea. No quiero saber su resolución, si me aparta, no sé qué otro pretexto encontraré o si mi vida será extinta por Codicia.
Me encamino hacia las puertas dobles como si caminase hacia la ejecución.
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