-Mi hermana era lo más cercano a una santa. Ella siempre era capaz de salir adelante sin dejar de sonreír. No importaba si estaba triste, cansada o desolada…
-Aun así, ¿habría razón alguna por la cual estaba esa noche en el lugar del suceso? –Preguntó uno de los investigadores cuyo rostro, al igual que el de los anteriores, mostraba una resignación absoluta.
-¿El lugar del suceso? ¿Por qué no tiene los huevos de decir “el lugar donde la mataron”? –Respondió Annette.
-Podría decirle que es por respeto, pero muchas veces es para que quienes se encuentran en shock puedan declarar. Las palabras correctas pueden dar resultados erróneos.
-No…. No hay razón alguna por la que yo sepa estaba ahí.
-Cuénteme más al respecto, cómo era ella, su relación con su familia. No escatime, todo nos puede ayudar.
-Han pasado ya cuatro meses, tres de ustedes me han dicho lo mismo y ninguno nos ha dado resultados. ¿En verdad piensan buscar al culpable o sólo nos hacen perder el tiempo a todos en este lugar?
-Es una ciudad grande señorita. Todos los casos se investigan, todos se mantienen pendientes en una agenda llena de casos como este y peores. No crea que es la única víctima de esta ciudad.
-Nunca dije ser la única víctima. Lo que digo es que ustedes no sirven…
La discusión continuó por otras tres horas. El ministerio público, al igual que cualquier otro sitio de denuncia, estaba lleno de familiares de víctimas anonimizadas, rostros, cuerpos, recuerdos, todo se reducía a eternos papeleos que jamás serían resueltos. Al menos eso comprendía Annette cada vez que caminaba por los pasillos, cada vez que tocaba la puerta del investigador en turno y cada vez que se sentaba a declarar.
-Desde pequeña se encargó de mí. –Continuó. -Ahora que lo pienso… yo tuve la culpa de que no pudiera preocuparse más por sí misma. Mamá y Papá se fueron a los estados unidos cuando nosotras éramos pequeñas. Yo tenía apenas diez años y ella iba a cumplir los 15. El plan era que nos hiciéramos estudiantes de primera, mujeres con carrera profesional. Vivimos con algunos familiares, esos que no eran tan cercanos a nosotros, pero que aceptaron el apoyo económico que mamá y papá enviaban semanalmente. Creo que fueron demasiado optimistas, no consideraron que ellos eran personas de la verga.
- ¿Por qué dice eso? -Preguntó el investigador.
-No habían pasado ni cinco meses desde que se habían ido y Kim ya me había advertido que tuviera cuidado con nuestros primos. No me lo dijo en ese entonces, pero ella agarró a Miguel jalándosela con nuestra ropa interior. El hijo de la chingada la sacaba de nuestro bote de ropa sucia y de nuestros cajones. Kim siempre supo que corríamos peligro ahí. Por eso nos fuimos en cuanto ella comenzó a trabajar.
-¿Entonces ella trabajó desde muy joven? –Preguntó el investigador.
-Ser guapa la ayudó mucho. Consiguió buen trabajo como recepcionista y se educó para que aprendiera inglés y francés. A sus 18 ganaba lo suficiente para nosotras dos y, de un momento a otro, conoció a José. Lo llevó un par de veces a casa y después él desapareció. Kim ya estaba embarazada de Jonah.
-¿El padre sabe de la situación?
-Por supuesto que lo sabe… Pero él sólo da dinero, nunca fue padre de Jonah ni esposo de Kim… Nosotros siempre hemos aprendido a estar solos.
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