En otra parte dentro de esos recuerdos fugaces que venían de repente a mi mente estaban todos mis miedos e inseguridades.
Se presentaron como muñecos inmóviles llenos de ojos, bocas, cicatrices y letras que cubrían cada parte de sus cuerpos.Esas letras
representaban algunos de mis recuerdos que seguían escondidos y que son importantes.
Ellos representan toda esa oscuridad que se guarda en mi mente y mi corazón y que es difícil de soltar, pero que a la vez desearía recordar.
Normalmente cuando este efecto me ocurre, suelo quedarme despierto por bastante tiempo por el dolor de cabeza que me causa, pero despues de 1 o 2 horas desaparece y siempre logro dormir algunos minutos.
En otras ocasiones, cuando el dolor de cabeza que me aqueja es demasiado, solo trato de ser paciente hasta quedarme dormido o que mi cuerpo no pueda más y colapse por sí solo.
Aunque ayer eso no fue tan fácil, despues de todos esos recuerdos que perforaron mi mente, me levanté de la cama y me dirigí hacia la sala.
Al ser está un poco más amplia que mi cuarto, me sentía menos oprimido y también como si hubiera más aire que pudiera entrar a mis pulmones.
Pasaron varias horas y el dolor no cedía ni un poco. Además, solo escuchaba las manecillas del reloj hacer ruido por cada segundo que pasaba, lo cual me hizo darme cuenta de la soledad en la que me encontraba.
Agarré mi dakimura que tenía al pequeño panda Dalmo. Lo abracé con fuerza y me recosté sobre él, esperando que mi cuerpo cediera ante el cansancio y por fin pudiera cerrar los ojos, pero eso no sucedió, creo que fue totalmente lo opuesto.
El dolor empezó a incrementarse hasta que ya no pude más y lágrimas empezaron a brotar de mis ojos, escurriendo por mis mejillas.
-¡Ughhh! ¡Maldita sea! Me duele demasiado la cabeza, pero ya me terminé todas mis pastillas y ya no tengo dinero ni siquiera para poder ir a comprar más.
Apreté mi cabeza con la mano e hice una mueca de dolor, pues sentía que la cabeza me reventaba.
Abracé con más fuerza el dakimura, ya que no estaba soportando el dolor de cabeza que estaba sintiendo. Lo malo era que no se iba a ir tan fácilmente, al menos que me tomara esa maldita pastilla.
Me levanté y fui a mi cuarto, donde se encontraba mi botiquín. Tomé mi bote de pastillas y lo abrí.
-¡Mierda! Ni siquiera con todas las malditas migajas que tengo en el bote puedo formar una nueva pastilla.
Sacudí el bote y al darme cuenta de que lo único que sobraba dentro era polvo, lo lancé contra la pared con furia.
Regresé a la sala y me acosté en el piso; el cual estaba acolchado, pues había decidido ponerle alfombrilla a todo el piso exactamente por este motivo, ya que algunas veces cuando me agarraba un sueño profundo, me quedaba dormido en cualquier lugar. Pero obviamente prefería eso a tener insomnio toda la noche.
Estaba tan estresado y desvelado por el dolor, que todos los ruidos que escuchaba resonaban una y otra vez en mi cabeza.
Algunos de ellos se convertían en voces que parecían llamarme, asi que de vez en cuando volteaba paranoicamente de un lado a otro para cerciorarme que ningún fantasma estuviese compartiendo la sala conmigo.
No es como si me diera miedo que algún espíritu estuviera ahí, al contrario, quería ver alguno para echar chisme un rato. Pero nada, no se apareció absolutamente nadie.
-¡Que aburrido, ni para chismear un rato pueden aparecer estos malditos! Pero para sacarte un susto si tienen tiempo, ¿verdad desgraciados?
Los ojos me estaban ardiendo del sueño que tenía, pero por algún motivo mi maldita cabeza estaba trabajando al 200%.
Estaba tan activa que estaba recordando mi clase con lujo de detalles; cada número, cada palabra, cada maldito sonido que sucedió en el salón ese día en la mañana estaba ahí, dando y dando vueltas.
-Solo tengo que ser paciente hasta quedarme dormido, despues todo este sufrimiento terminará.
Me sequé las lágrimas con la manga del pijama y despues recargué mi cabeza en el dakimura.
Me consolaba a mí mismo diciéndome algunas palabras de aliento, aunque realmente no servían de nada.
Minutos despues, mis ojos comenzaron a sentirse demasiado pesados y se entrecerraban solos.
Entonces al fin mis parpados se cerraron lentamente dando fin a este sufrimiento.
Esa siempre la voy a recordar como una de las noches más horrorosas y largas de mi vida.
Al menos eso pensaba, hasta que llegó la noche del 15 de mayo. Eso diría, si pudiera recordarla en su totalidad, entonces sí creo que tal vez esa ganaría el primer lugar en las peores noches. Pero como no recuerdo como terminó la crisis de ese día, pues solo se quedará en un enigma.
Aun asi de las pocas cosas que puedo recordar de ese día, hacen que sea el peor.

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