Pasó un buen rato, aproximadamente 30 minutos despues de esa discusión. Él seguía ahí en el rincón, hasta que unos segundos despues se
levantó y agarró la pequeña regadera que tenía en el mueble que estaba al lado de la puerta principal.
La ponía ahí porque lo primero que hacía al entrar al departamento era regar mis pequeñas flores. Como Ramón mi hermano es un obsesionado de las flores, digamos que se me pegó un poco esa manía de tener flores por toda mi casa.
Tengo 5 rosales, 2 sansevierias y 1 maceta rectangular de aproximadamente 2 metros de largo que tiene pequeños tréboles; todas estas se encuentran en la sala.
En mi cuarto tengo 3 sansevierias, 2 monsteras deliciosas y 1 calathea. En el baño de mi cuarto tengo 2 dracenas.
Por último, en el pequeño balcón de mi cuarto tengo 7 macetas pequeñas cada una con 1 tulipán todos de diferentes colores, 1 girasol y 1 philodendron que se enreda alrededor de todo el barandal.
El chico lechuga agarró sin consentimiento mi pequeña regaderita y comenzó a echarles agüita a los trebolitos de la maceta rectangular. Esta se encuentra al lado de la puerta de mi cuarto y debajo de un cuadro igual de grande que la maceta.
»» ——-♡ (Pensamiento sacado del diario de Pierrot) ♡——- ««
Ash... Solo es un terco niño mimado, cuanto daño le hizo ese tarado de Ramón al consentirlo de esa manera. Aunque esto de las plantas es algo bastante relajante.
»» ————-♡♡————- ««
-Hola pequeñas. ¿Quieren un poco de rica agüita? Es que al inútil de Archivaldo se le olvidó que tenía que regarlas hoy.
Pierrot comenzó a chiflar mientras regaba los pequeños trebolillos.
-¡Cállate! Además, deja en paz a mis pobres Ralmis. Ni siquiera sabes cuánta agua necesitan, solo las vas a ahogar.
Me levanté velozmente del suelo y corrí hasta donde se encontraba Pierrot.
Le quité la pequeña regadera de la mano y el solo hizo un pequeño puchero, despues solo me observó por algunos segundos y suspiró resignado.
Por cierto, Ralmis es el nombre que le puse a cada uno de los trebolitos.
Ralmis 1, Ralmis 2 y bla, bla, bla, hasta llegar al Ralmis 155. En conclusión, todos se llaman Ralmis, pero lo que cambia es el número.
Sostuve la regaderita y empecé a regar con mucha paciencia y cariño a mis pequeñines.
-Mira Archivaldo, olvidemos nuestro odio un rato y hagamos una tregua. ¿Qué te parece?
Pierrot acercó su mano hacia mí. Ahora fui yo el sorprendido. Quede perplejo, creo que enserio estaba logrando avanzar demasiado con este tipo.
Dejó de llamarme Archie y parecía estar más abierto a entablar otro tipo de conversaciones. Tenía que aprovechar la oportunidad al máximo.
-Bien, ¿Y qué es lo que tienes en mente?
Alcé la ceja de manera interrogante.
-Pues dejarte descansar. Pero tienes que hacer lo que yo diga.
Pierrot sonrió.
-De acuerdo, todo lo que quieras. Solo dime lo que tengo que hacer y lo haré.
Suspiré aliviado y continue regando mis trebolillos.
-¿Seguro? ¿Lo que sea? No vas a rechistar ni nada, ¿verdad?
Pierrot se acercó a mi sonriéndome ampliamente.
-¿No vamos a hacer nada ilegal, o sí?
Pierrot negó con la cabeza.
-¿Tampoco vas a matarme o algo así, no? Digo tengo que descartar todas las opciones, como te referiste a dejarme descansar. Sólo espero que no estés hablando de dejarme descansar para siempre, en un hueco oscuro y lúgubre a 4 metros bajo tierra.
Hice una expresión un poco preocupada, mientras Pierrot sólo alzaba la ceja confundido.
-¿Por qué demonios te mataría? Si buscar hacer algo como eso lo habría hecho hace tanto tiempo.
Pierrot hizo una expresión molesta.
-Entonces está bien. Haré cualquier cosa, te lo prometo.
Alcé la mano derecha, como haciendo un juramento. Pensé que estaría feliz de que le dije que haría cualquier cosa que él quisiera, pero por el contrario, me miró algo desanimado.
Se puso en cuclillas y despues apoyó sus rodillas contra el suelo para terminar sentándose sobre sus piernas.
Me miró y sonrió ligeramente.
-Recuesta tu cabeza sobre mis rodillas.
Pierrot golpeó suavemente sus rodillas con sus manos.
-¡Ehhhh! ¿Como para que o qué?
Abrí los ojos de la sorpresa.
-Dijiste qué harías todo lo que te pidiera. Si lo haces descansarás y podrás estar tranquilo, te lo prometo.
Pierrot volvió a darse golpecitos en sus rodillas, para convencerme de que me acostara en ellas.
-Ummm... Pero es un poco extraño, ¿no lo crees?
Desvié la mirada y me rasqué la mejilla algo incómodo.
-¿Por qué extraño? ¿Acaso piensas que voy a hacerte algo raro? ¿Tan mala imagen tienes de mí? Parece que en realidad no me conoces para nada.
Pierrot hizo una cara triste. Me agaché y me puse de rodillas, nos encontrábamos uno frente al otro.
Sus ojos se veían algo cristalinos, como si estuviera a punto de llorar. Él acarició mi mejilla mientras me mostraba una sonrisa pícara, le miré un poco incómodo. Es que realmente con él no sabes si estas en un momento serio, si te está albureando, si te está coqueteando o peor aún si te está proponiendo algo indecente.
Se que para él todo era una broma, pero esto era bastante vergonzoso.
-Bueno es verdad que dije que haría lo que sea, pero creo que pensándolo bien no estoy tan desesperado como pensaba.
Agarré la mano de Pierrot y la sostuve, mientras lo miraba. Él se sorprendió, pero segundos despues comenzó a reírse a carcajadas. Su risa era extraña, quizás porque nunca la había oído.
Aunque más bien era un sentimiento diferente, como si la hubiese escuchado antes, pero ya no recordaba cómo era.
Más bien era una sensación como si extrañara escucharla y oírla nuevamente me daba un sentimiento que no podía explicar muy bien y eso hacía que todo se sintiera raro e inexplicable.
Se estaba riendo tanto que incluso sus mejillas y sus orejas estaban rojas.
-Si continúas asi, vas a ahogarte, recuerda que hay personas que se han muerto por reírse demasiado. No creo que tengas ganas de aparecer en ese tipo de libros donde hablan de personas muriendo de una manera tan estúpida.
Le jalé la mejilla a Pierrot.
-¡Auch! ¡Ja! ¡Ja! Bueno, bueno, ya me calmo. Definitivamente no tengo ganas de aparecer para nada en ese tipo de libros.
Pierrot agarró mi mano y me sonrió. Despues de quitar mi mano de su mejilla, gateó un poco para acomodarse detrás de mí, se sentó nuevamente y despues recargó su barbilla en mi hombro.
Yo giré los ojos y crucé los brazos, mientras que él se acercó a mi oído y me susurró.
-Parece que si te importo.
Pierrot restregó suavemente su cabeza en la mía.
-¡Obviamente no! Es solo que no quiero que te mueras aquí y dejes tu ADN sobre mi alfombra. Ya bastante tengo con que estemos compartiendo el mismo aire.
Miré hacia atrás para poderlo ver mejor, al menos con el alcance que un cuello humano podía resistir, pues si hacia la pose del exorcista esta historia no podría seguir.
-No te preocupes por eso. Si me llego a morir, aun así, continuaré aquí.
Pierrot se alegró, por algún motivo, pensó que lo que dije era un elogio o algo asi. Sentí como pasaba sus brazos por debajo de los míos para abrazarme. Sus manos estaban sobre mi pecho y me apretó ligeramente mientras recargaba su cabeza en mi espalda.
-Yo siempre estaré contigo, incluso más allá de la vida o la muerte.
Pierrot me apretó más fuertemente, escondiendo su rostro en mi espalda.

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