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BAJO EL TELON DE LAS MASCARAS

EL COSTO DE LA LIBERTAD 2- Parte 2

EL COSTO DE LA LIBERTAD 2- Parte 2

Jul 06, 2024

Jason se sorprendió ante la abundancia de comida al alcance de todos. Montones de panes, frutas y dulces se exhibían en los puestos del mercado. Si tan solo tuviera una moneda de cambio, podría acceder a ella con facilidad. Pero no la tenía. Así que, como un ladrón ágil, esperaba a que los vendedores se distrajeran y, sin ser visto, tomaba algunos panes y los guardaba en sus bolsas. Era un juego peligroso, pero la necesidad lo impulsaba a arriesgarse.

Caminó a paso veloz para perderse en un pasillo y sacó los panes para dividir su parte y la que sería de los chicos. Panes dulces. Con suerte, con las suficientes calorías para mantenerse de pie un día más. Era algo que Jason había aprendido. Los panecillos o dulces podrían proporcionar la suficiente energía para sobrevivir en una circunstancia de riesgo, además que eran fáciles de transportar. Solía comerlos en las misiones largas y no ingería otro hasta que su cuerpo le recordara que debía hacerlo, no por la habitual sensación de hambre, si no por cómo estaba a punto de desfallecer. La sensación era bien conocida, la pesadez y una incomodidad en la cabeza. Se había hecho tanto a la idea que su cuerpo solo necesitaba lo suficiente para seguir y nada más. Vio pasar a la policía por la calle y se adentró más en el callejón. No podrían saber que fue él quien tomó esas cosas, pero por si acaso no quería enfrentarse con ellos y tener problemas. No despego su mirada del suelo, viendo solo por el rabillo del ojo a las personas que estaban por ahí. Señoritas en poca ropa que lo llamaban. Supo en qué tipo de lugar se había metido. Las calles no eran el lugar donde le gustaría que Erika y Ritcher vivieran. Debían salir de ese mundo.

—¡Hey, alto ahí! —Escuchó gritar a los uniformados y se echó a correr por lo largo del pasillo sin mirar a atrás. Jason chocó con algunas personas y ni siquiera pensó en disculparse. Dio vuelta en una intercepción de edificios y vio a algunas personas salir de una puerta de madera desgastada y de un color rojo opaco. No le dio tiempo de leer lo que estaba escrito y se metió ahí. Un característico sonido le hizo girar su cabeza. Unos ojos le miraron de una forma que solo podía describir como miedo y vergüenza. Debería ser él quien debería estar avergonzado por interrumpir a la pareja. El chico, que lo miraba con ojos abiertos, apartó al tipo de encima de él con sus piernas y se acomodó la camisa tras los reclamos del hombre. De un momento a otro borró esa mirada de cordero que tenía hace un momento y se puso una "máscara", una mirada lobuna que buscaba arremeter contra el intruso.

—Hay que esperar turno. Largo —Lo ahuyentó con sus manos como si fuera un perro. Jason no supo qué decidir y pegó su espalda a la puerta. Detrás, pudo escuchar cómo los oficiales se acercaban. El chico pareció entender y alzó una ceja. —Debajo de la cama, ¡andando! —ordenó con una voz segura y casi autora. Jason no hubiera imaginado que alguien que podía mirar de esa forma tuviera esa fuerza. —Y tú, ni una palabra —le advirtió a su cliente apuntando con un dedo. Tenía las uñas con barniz negro. Para Jason solo había dos opciones, obedecer y confiar en un desconocido o salir y enfrentarse a esos policías. Se relamió los labios y se puso de rodillas para ocultarse abajo de la cama. Desde ahí solo podía ver los zapatos de las personas en la habitación. Tan pronto como el chico se acercó de nuevo al sujeto, la puerta fue abierta de golpe y entraron tres pares de botas bien lustradas.

—Hola, de nuevo, lamento decirles que tendrán que esperar, en este momento estoy ocupado —les dijo a sus nuevos invitados con un tono casual como si los conociera y no fuera solo una casualidad que estuvieran ahí.

—¡Silencio! No estamos aquí para eso —replicó. Jason identifica la voz como la de uno de los oficiales. El tono desconocido del oficial dejaba claro que no apreciaba la familiaridad con la que el joven le hablaba, y estaba evidentemente molesto por registrarle que era un visitante recurrente frente a sus hombres. —Buscamos a un chico de esta altura —hizo una seña con su mano a la altura de su hombro — cabello castaño rizado, una cicatriz en medio de su rostro.—Describió a Jason con rasgos generales.

—Pues obviamente no está aquí, así que, si no vienes por mi servicio, largo. —Podía entenderse la furia en su voz.

—Cuidado como me hablas. Podría reportarte con él. Ya sabes cómo se pone cuando recibe un reclamo sobre ti. —Esas palabras fueron suficientes para callar al chico. Jason pudo ver el pequeño indicio de un temblor en sus piernas.

—No está aquí —bajo la voz varios tonos a la que había usado, completamente sumiso. Jason vio los zapatos lustrados moverse por la pequeña habitación y luego regresar fuera de su vista. Algo fuera de su campo de visión y sin sonido del que poder guiarse; luego la puerta se cerró. —Sal ya, que no tengo tu tiempo —nuevamente ese tono, la máscara. Jason se arrastró fuera de la cama. El chico se abrazaba a sí mismo y tan pronto como estuvo de pie, el chico lo empujo hacia la puerta.

—G-gracias —atinó a decir Jason cuando lo echaron fuera. Le costó espabilar un poco, pues se había quedado mirando la puerta del lugar. Supo que debía volver a encontrarse con los chicos antes de que se preocuparan. Miró el callejón; volver por el mismo sitio no era una opción. Siguió caminando hasta toparse con una valla, que tras de ella estaba la calle principal. Se impulsó a unos botes de basura y saltó a estos para usarlos de escalón hacia la valla. Se colgó con sus manos del extremo y luego cruzó su pierna para dar un salto limpio al otro lado. Ya en una calle tranquila, Jason se distrajo revisando si la comida estaba en buen estado después de su pequeña aventura.

Un escalofrío le recorrió la nuca y se giró rápidamente para bloquear la mano que iba a tomarle del hombre. La tomó de la muñeca y pudo romperle el brazo, pero no lo hizo. En cambio, solo se queda mirando paralizado. En todo el tiempo que planeó su plan de escape, nunca pensó que haría en caso de toparse frente a frente con ese tipo de situación. No regresaría, no iban a atraparlo de nuevo. Antes muerto que volver...

—Excelente, me alegra saber que por unos días no te has oxidado. Recuerdo que yo te enseñé ese movimiento número Siete. — Tras del Hombre de Negro, sus lacayos. Los centinelas se posaron cerca, listos para contenerlo. Solo pudo pensar que no importaba cuanto le torturaran, nunca daría el paradero de Erika y Ritcher.

—¿Cómo fue que me encontró? — Su voz sonó tan aguda. El Hombre de Negro le mostró una pantalla con un punto en el croquis de la ciudad justo donde estaban parados. Fue hasta que el hombre acercó una luz ultravioleta a su brazo que se dio cuenta de que aún le sostenía de la muñeca y se alejó. El Hombre de Negro no se lo permitió hasta pasar la luz y mostrarle donde estaba dentro de su piel una especie de rastreador. —Mierda —maldijo y tiró más fuerte para soltarse esa vez.

—Acaso creías que escaparon por suerte y habilidad. No, nadie escapa de mí. Si ustedes lo hicieron fue porque yo lo permití. Mis precisadas creaciones.

Jason dio varios pasos atrás, listo para pelear. Sabía de su nula posibilidad al enfrentarse a los centinelas del Hombre de Negro y más a ese mismo.

Los centinelas del hombre de negro, sus sombras, en el pasado, chicos como él, como Erika y Ritcher. Todos de generaciones mayores a la suya, almas que no habían salido del ala del Hombre Negro. Eran mejores, un rango más alto que él. Jason no renunciaría sin luchar. Eso había estado haciendo todo ese tiempo. Se sintió enojado al saber que solo estaba fuera porque el Hombre de Negro había soltado un poco la correa, pero no era libre.

—Si quieren llevarme, moriré en el intento —les advirtió tomando una pose de pelea. Aún llevaba su cuchillo en la parte de la espalda baja, oculto en su cinturón. Obviamente, el Hombre de Negro sabía de esa información y los centinelas igual.

El Hombre de Negro no se movió de su pose tranquila e hizo señas a los centinelas para que no procedieran.

—Solo busco hablar, estate tranquilo. Yo soy un alma benevolente y creo que ya he demostrado que, de querer, me los hubiera llevado a todos de regreso al cuartel —acorto los pasos que Jason había dado hacia atrás—. Quizás la calle no sea un buen lugar para hablar.

— No iré a ningún lado contigo si eso es lo que pretendes — Jason trató de mantener la mayor distancia posible de ese hombre. Su instinto así lo pedía, más sus piernas no podían moverse, sus pies solo se despegaron del suelo un milímetro, nada visible para las demás personas que le rodeaban.

El Hombre de Negro levantó las manos en señal de rendición, una acción que nunca le había visto hacer. El hombre siempre era todo órdenes. Ese gesto se vio casi humano, pero solo era una careta.

—Bien, como tú quieras, entonces será aquí. — El hombre de Negro respiró y se relajó, como preparándose para el papel que iba a interpretar. Algo que él también le enseñó y Jason lo odiaba.

— Me duele tanto perder un activo como lo son, pero entiendo que no tienen mi visión sobre lo que hice por ustedes. En lo que los convertí, algo mucho mejor que humanos comunes y corrientes. Les di las herramientas para ser una especie superior. — Dudo en continuar. Le estaba analizando y como Jason bien había aprendido, trato de no dejar ver nada. No tenía opción más que escuchar lo que tenía que decirle y tampoco podía descargar la ira contenida dentro.

—Me estoy desviando, lo sé. La cosa es así. Tú quieres tu libertad y la de Doce y Tres. Yo quiero que hagas un último trabajo para mí y serán libres, no los perseguiré más; incluso puedo darles documentación para que sigan su vida.

La oferta obviamente era tentadora, pero ¿cómo confiar en quién los había tenido cautivos todos esos años? Si alguien era el maestro del engaño, ese era el Hombre de Negro. Jason lo sabía, pues bien había sido su pupilo. Aprendió a copiar cada una de sus artimañas. Lo tenía tan metido en la mente que, de poder arrancarse los sesos, lo haría.

Cuando le golpearon la cabeza en su última misión, pudo ser consciente por momentos de cómo el hombre se metía en su cabeza. Encendiéndolo y apagándolo cada vez que se insubordinaba a su mandato. Quería borrar eso, reparar los recuerdos hechos pedazos en su cabeza. Liberarse para siempre.

Jason lo pensó: ¿arriesgar todas sus cartas en una jugada incierta o ser cazado hasta la muerte por el Hombre de Negro? Cortar la cadena de una vez y correr lejos.

—Bien, lo haré y espero cumplas tu palabra, porque puedes tenerme a mí, pero no a los demás. — El hombre de Negro se vio complacido o al menos mostró una cara de satisfacción. Jason no supo decir si fue por la forma en la que se atrevió a hablarle o porque había aceptado. — ¿De qué se trata?

—Nada complicado, tu especialidad. Un trabajo de infiltración. Eres el chico perfecto para esto. Necesito que entres a una universidad como cualquier otro estudiante común. No me interesa la matrícula ni nada de eso está por tu cuenta. —Jason toma los papeles que el Hombre de Negro le entrega. Abre la carpeta para ver el perfil de la persona.

—Es solo un chico. ¿Qué tiene de especial si se puede saber? — Pregunto al ver la imagen tan mundana.

—Nada en absoluto, lo especial es su padre. Es uno de los hombres más poderosos del país. Sebastián Roger se está convirtiendo en una amenaza para mí. Quiero que te hagas cercano y lo tengas vigilado. Quiero que averigües si ese chico puede ser una debilidad para el hombre y qué otras debilidades o secretos puede tener. — Tal y como dijo, parecía bastante fácil. Había algo que el Hombre de Negro no le estaba diciendo. Tampoco cuestiono. Había ido a misiones con más poca información de la que le estaban dando, al menos no le había pedido manchar sus manos de sangre. Solo era una misión de espionaje. Podría hacer eso. Solo una más y saborearía la libertad.

—Trato hecho —El Hombre de negro le ofreció su mano para cerrar el trato, pero no se fió de tomarla. Después de un rato se rindió y la bajó con una sonrisa.

—Bien, lo siguiente es hacer tu documentación y un historial falso. — Jason, no lo dejo terminar en cuanto toco el tema.

—Jason, Jason es mi nombre, es lo que quiero que diga el documento.

—Excelente, As, encárgate de eso — llamó a su centinela, la mano derecha del Hombre de Negro. El hombre le hizo una seña para que lo siguiera. Lo llevaría a hacerle la documentación.

Jason caminó detrás de este sin despegar la mirada del Hombre de Negro. Creyéndolo capaz de atacar cuando se diera la vuelta. No sucedió y pronto se perdieron de la calle en donde estaban.

Solo le quedaba cumplir la misión con éxito.

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