Annette abrió la puerta, jaló a Guillermo dentro y le dio instrucciones vagas sobre cómo cuidar a Jonah. Se despidió de ambos con una seña y alzando la voz, desapareció en la oscuridad de la noche. Se iba a trabajar al club y Guillermo sería el cuidador de Jonah, sólo por esta noche.
Guillermo caminó hacia la sala, notó que se encontraba sucia, llena de residuos de comidas pasadas que no habían sido preparadas por Annette y que evidenciaban su ya conocida incompetencia en la cocina. Incompetencia que ella había confesado meses atrás.
-Ya no sé qué hacer con el niño. –Dijo mientras fumaba un cigarrillo más. –He tratado de hablar con él, me prometí hacerlo, pero todas sus respuestas son monosílabas, frías, me cagan. El pinche chamaco no entiende que yo también sufro, ¿Cómo carajos debo criarlo si no sé de niños? ¿Cómo carajos lo hago superar la muerte de su madre si yo aún no supero la de mi hermana?
-Sé que estás bajo mucha presión. –Interrumpió Guillermo mientras la abrazaba. –Pero él también debe sentirse así, incluso peor. ¿Has tratado siquiera explicarle la situación?
-No. No puedo explicarle que su madre fue asesinada por algún hijo de la verga que nadie se esmera en encontrar. Hasta los putos policías del ministerio me dicen que avance con mi vida.
-Se resuelva el caso o no, el niño no tiene a nadie más que a ti, él se quedó solo. Tú eres su única familia. Y si no tomas responsabilidad te perderá también a ti.
Annette sabía eso, sus padres se lo habían dicho entre lágrimas y manifestando dolor a través del teléfono. Por primera vez querían regresar a México, pero sabían que desde Estados Unidos podrían apoyar más. Fuese con dinero, ropas o regalos. No podrían regresar si querían ayudar, incluso si eso significase dejarlos solos.
Guillermo entró en la sala y miró a Jonah, quien se hallaba inmerso en la televisión. Los fríos destellos de la pantalla abrazaban su cuerpo y hacían ver la sala como un lugar sintético, artificial, irreal.
Se transmitían las noticias nocturnas y Jonah las miraba con su acostumbrada mirada estoica y silencio.
-¿Por qué vez eso? –Preguntó Guillermo con miedo.
Jonah giró lentamente y lo miró a los ojos.
-Quiero ver si encontraron al que mató a mi mamá.
Guillermo sintió cómo el peso de aquellas palabras lo hicieron sucumbir. El aire escapó de sus pulmones y no pudo hacer nada más que guardar silencio.
Descubrió que aquel niño había perdido su inocencia.
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