El departamento se encontraba sumergido en un profundo silencio, los autos que circulaban en la avenida apenas eran perceptibles y, ante una taza de café, una cajetilla de cigarros y un cenicero, Annette y la señora Leonora se miraban.
Finalmente, la señora Leonora rompió el silencio.
-Sé que es repentino… Pero de verdad creo que podría ser bueno para los dos chamacos.
-Pero Jonah tampoco es que pueda simplemente hacerse amigo de alguien con los mismos problemas que él, no tiene idea de lo difícil que ha sido tenerlo tranquilo.
-¿A qué se refiere con tranquilo?
-Cuando era más pequeño él siempre se cerraba, a tal grado que era difícil acercársele. Nos ha tomado años recuperarlo. ¿Qué me asegura que no se perderá al conocer a su nieta?
-Señorita Annette, tiene que creerme que cuando alguien es herido, lo que menos puede hacer es volver a la normalidad. En el mejor de los casos lo supera, pero tendrá marcas siempre. Mi nieta también ha sufrido, pero no quiero que conozca a Jonah para que sufran juntos, sino para que superen sus problemas y se sientan aceptados. Ni usted ni yo podemos comprenderlos porque no somos niños, dejamos de serlo hace mucho.
-Eso lo puedo entender, pero él tampoco ha podido ser un niño… Espero pueda comprender lo siguiente y en verdad espero pueda mantenerlo en secreto. Pero, mi pequeño Jonah es el hijo de mi hermana.
-¿Fue abandonado por su madre?
-No. Ella fue asesinada. Y soy la única familia que le queda.
El silencio volvió a apoderarse del lugar, la señora Leonora tomó su taza y bebió el resto del café que, para ese entonces, ya se encontraba frío.
-Con mayor razón señorita Annette. –Respondió. -Jonah tarde o temprano tendrá que depender de alguien más que de usted y si ese alguien puede entenderlo y es entendido por él, ¿Qué mejor opción que permitirles tener un encuentro? Un encuentro, sólo eso pido señorita.
-No lo sé señora Leonora, en el pasado tratamos muchas cosas y siempre regresó llorando y harto de que siguiéramos intentándolo. Suficiente tiene yendo a terapia y sabiendo lo que ocurrió con su madre. No ha sido fácil criarlo y, si puedo ser sincera, más nos hiere a nosotros verlo sufrir que a él.
-Le prometo algo, yo haré que mi nieta vaya a terapia, haré que ambos se paren al mismo nivel y podremos saber si algo malo sucede, supongo tiene contacto con su terapeuta.
-Si. Años de contacto.
-Entonces si él detecta algo extraño podremos reaccionar apropiadamente, igual yo con mi nieta. ¿Cree que eso pueda convencerla de darles una oportunidad?
-Lo consideraré… Pero no puedo darlo por seguro.
-¿Y qué es seguro en esta vida señorita Annette? –Dijo la anciana mientras se levantaba de la mesa y llevaba su taza al lavaplatos.
-Si usted me asegura que la niña está en tratamiento, yo le confirmaré una fecha.
-Por supuesto señorita Annette, haré todo lo posible para que sea rápido. Muchas gracias.
-En verdad espero que hagamos lo correcto.
-Ya verá que sí señorita Annette, los niños son increíbles y seguro que se harán buenos amigos.
Annette permaneció en la puerta y despidió a la señora Leonora.
Mientras tanto, en la sala, con un libro en la mano y asomando la mirada hacia la puerta, se encontraba Jonah. Poseía un aura brillante y un dejo de curiosidad que lo hacía parecer expectante y, por primera vez en mucho tiempo, esperanzado.
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