Llegó el esperado día. Jonah sabía que sería visitado por alguien, por alguien que quizá podría comprenderlo y alguien con quien podría jugar y conversar y, curiosamente, alguien tan diferente como él.
Para ese entonces Jonah ya había recibido golpes, basura e incluso bebidas que arrojaban cuando lo veían sentado solo en el salón a la hora del recreo. Que no jugara o hablara con los demás lo hacía ser esa clase de diferente que lo convirtió en el objetivo de muchos. Pero él siempre había resistido en silencio, siempre se mantenía al margen de todo e incluso se había hecho capaz de desaparecer, ya fuese detrás de las cortinas, bajo las escaleras o de las miradas de todos.
Aquel día Jonah vestía un pantalón de mezclilla, unos tenis rojos, viejos y gastados que prefería por sobre los nuevos que Annette y Guillermo le habían comprado meses atrás. También usaba una gorra azul y una playera negra con el rostro sonriente de Bugs Bunny en ella. Se sentía cómodo y confiado.
Cerca de las doce, se escucharon golpes en la puerta, pequeños sonidos provenientes de los nudillos de la señora Leonora y que hicieron que Jonah corriera a la sala. Annette se acercó a abrir.
Fuera estaba la señora Leonora, quien saludó enérgicamente a Annette y quien llevaba de su mano a una niña pequeña, no mayor que Jonah.
Sus ojos eran grandes, con iris café claro, su tez blanca, su cabello castaño y largo y su boca pequeña. Portaba un pantalón de mezclilla azul claro, sandalias cafés y una blusa blanca con holanes en los hombros. También llevaba consigo una pequeña mochila roja y mascaba la goma de un lápiz de grafito. Miraba sin asombro cómo Annette y su Abuela conversaban. Posteriormente se despidieron y Annette tomó su mano, caminó a la sala y la presentó.
-Jonah, ella es Vanya. Hoy se va a quedar con nosotros y es probable que mañana nos visite, así que espero se lleven bien. –Soltó la mano de la pequeña y prosiguió. –Siéntate en la sala o donde quieras Vanya, este es tu espacio también. Jonah, espero puedan conversar.
-¿Y de qué quieres que hable? –Preguntó Jonah mientras miraba a los ojos a Vanya, quien continuaba con el lápiz en la boca.
-Pueden hablar de lo que quieran, ella también lee mucho y me dijeron que tiene una gran colección de libros, creo que podría ser un buen tema de conversación.
-Ok… -Respondió Jonah con poco entusiasmo.
Annete caminó hacia la cocina, encendió un altoparlante y conectó su discman a él. Música comenzó a invadir el ambiente.
Jonah y Vanya permanecieron en silencio, ella caminó a la sala y se sentó a su lado. Apuntó a un libro que había en la mesa e hizo a Jonah mirar.
-¿Quieres que te lo preste?
Ella negó con la cabeza, puso sus manos frente a si y luego las abrió, hizo una pequeña boca con sus manos y la hizo hablar sin expresar un solo sonido de su boca real.
-¿Quieres que lea?
Ella asintió.
Jonah comenzó a leer en voz alta, primero con recelo, después con cautela y, finalmente, con confianza. Vanya lo observaba, se había quitado el lápiz de la boca y lo guardó en su bolsillo. Pasaron algunos minutos, algunas páginas y ella se levantó, comenzó a caminar por la sala y después se asomó hacia el pasillo de las habitaciones.
-¿Quieres ir hacia allá? –Preguntó Jonah mientras la seguía con el libro aun en sus manos.
Nuevamente asintió.
-Bueno. –Jonah cerró el libro y lo puso en la mesa.
Vanya comenzó a hacer sonidos, a golpear sus pies contra el suelo y hacer una cara de enojo.
-¿Lo llevo entonces?
No necesitó esperar a que asintiera. En cambio, lo tomó entre las manos y caminó delante de ella.
-Este es el cuarto de Guillermo y de Annette. Ambos duermen ahí, a veces me acuesto en su cama porque el sol entra por la ventana y calienta muy rico, pero a veces el aire es muy frio acá. –Continuó caminando y abrió la segunda puerta. –Este es el baño, aquí todos lo utilizamos y tenemos sólo una regla. Siempre jálale a la cadena o echa agua con la cubeta. Mira. –Jonah tomó una cubeta de debajo del lavabo y la puso en la regadera, la levantó sobre su cabeza y abrió la llave. –No tienes que llenarla, con la mitad basta.
Posteriormente se dirigieron a la última puerta del pasillo. Jonah abrió la puerta y continuó.
-Este es mi cuarto. Está chiquito porque yo estoy chiquito, Annette dice que cuando crezca nos vamos a ir a una casa más grande, pero me gusta así como está ahorita. –Entraron a la habitación y Vanya se sorprendió al ver los tres libreros de Jonah llenos de libros y no de juguetes y VHS´s como muchos otros que había visto antes.
-Si quieres puedes tomar cualquiera de ellos. Namás cuidado con el de la derecha, ese se mueve mucho y se te vaya a caer encima. Fuera de eso hasta puedes subirte a ellos.
-¿Eh´ub iste a sé? –Dijo Vanya mientras señalaba el librero de la derecha.
Jonah ya había visto a gente hablar así antes. En terapia, con el Señor Lezama.
El señor Lezama le había dicho que cuando los niños hablan así es porque a veces no pueden escuchar bien o tienen problemas para hablar. Hasta entonces Vanya lo había escuchado, así que supuso esa era su forma de hablar, no le dio importancia y continuó.
-Sí, me subí para aventarme a la cama y lo rompí, no le digas a nadie.
Vanya comenzó a reír y se encogió de hombros.
-Ó Am´en ó ize en i ása.
-¿En serio?
Vanya y Jonah, se comprendían. Y se sentían comprendidos.
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