La tarde mantiene un Sol intenso que no perdona, escaso aire y ninguna nube. Es lo que se espera del clima después de tanta humedad y agradables vientos. Nuestros cuatro compañeros de clase favoritos, acordaron comer juntos en el receso. El ambiente resulta tan sofocante que casi se arrepienten de comer en el exterior, de no ser porque encontraron un lugar idóneo disponible: Una de las mesas de jardín con sombrilla vacía, la que se encuentra justo frente a las oficinas, donde al abrir y cerrar la puerta se escapa la rica brisa del aire acondicionado.

Los cuatro corren hacia el sitio en cuanto salieron de la abarrotada cafetería, con el máximo cuidado de no tirar sus respectivos alimentos: El primero en casi llegar para apartar el sitio es Camilo, quien lleva consigo un par de burritos y un jugo de arándanos. Pisándole los talones está Emilio, a paso rápido y con cuidado de no derramar sus abarrotados nachos con carne en una mano y su refresco de toronja en la otra. Le sigue detrás de él, Ariana, dando rápidos pero pequeños pasos con su fresca botella de jugo de naranja y galletas de mermelada de fresa. Detrás de todos está Mizuki cargando con su enorme chimichanga en una servilleta que le sirve de plato, con ambas manos, temerosa de que se le desborde por el camino.

—NOOO. - Emilio saca un grito suplicante, bastante lastimero, al presenciar ante él que una parejita se está por sentar en el último sitio con sombra al cual se dirigían los cuatro. Aún así, ninguno de los cuatro muchachos pierde el paso, conservando falsas esperanzas de llegar antes. Mizuki, al notar que la pareja ganaría el lugar debido a su cercanía, mira rápidamente al salón de clases notando a la prefecta Socorro sacar y castigar sus compañeros que entraron con comida al aula. Ellos suplican a la mestra llamandola con un apodo tierno e informal: “Choco, no, por favor”. —Comer dentro del salón no es opción…- 

Cuando sus tres nuevos amigos aminoran el paso al ver a la parejita acomodándose para sentarse, decide con lo que es para ella una gran justificación —Es mucha mesa para solo dos personas que ni siquiera comerán algo en ella.- dice para sí.

Ari, al escucharla, mira a su alrededor. —Hay algunas bancas para dos o tres personas disponibles, pero es muy incómodo comer bien en ellas.- Su tono de injusticia escapando de su voz, casi se asemeja a un berrinche.

—¿Por qué pediste extra carne? Eres el más rápido de los cuatro y te detuviste por eso.- Recrimina Camilo a su amigo.

Emilio, cabizbajo solo atina a mencionar con vergüenza. —Codicia.

Mizuki desliza con discreción sus enormes gafas cromadas detrás de la mirada de sus amigos, mientras con su fulminante mirada cierra la enorme sombrilla de tajo, atrapando a la parejita enamorada. Les tomó un momento salir de la inesperada trampa, avergonzados. Las carcajadas de los testigos no se hicieron esperar.

Los tres amigos de la peliazul sonreían de oreja a oreja. —A esto le llamo justicia divina. –Dice Emilio con emoción mientras corre al asiento, siendo seguido por su amigo de cabellos castaño rojizo.

La ninfa se voltea para ver a su amiga una vez tomado asiento junto con los otros dos jóvenes, siendo Camilo quien abre con cuidado la sombrilla para hacer sombra. —Zuki ¿qué esperas? Oh, ¿no puedes ver sin tus lentes? - La enana nota a su amiga aún de pie a poco más de un metro de distancia de donde se encuentra, con sus gafas cromadas a punto de caerse de la punta de su nariz y sus ojos cerrados con fuerza. —Tal vez si intentas abrir los ojos un poco logres llegar, aunque todo lo mires borroso.

La joven más alta debe acomodar sus pesados lentes cromados de vuelta a su sitio antes de que se caigan y rompan, más no puede sujetar la enorme chimichanga con una mano sin que también se le balancee y caiga. Debe darse prisa y decidir. —A toda acción… - Sentencia, creyendo merecer lo que se avecina y dando un paso aún con los ojos cerrados, siendo consciente de que es observada por sus amigos. Pero antes de avanzar es empujada por un alumno a sus espaldas, quien corría a toda prisa. —¡La reacción! - grita internamente, perdiendo el equilibrio y dejando que la culpa le invadiera por haber importunado a un par de desconocidos con una de sus travesuras mágicas. Por acto reflejo abre sus ojos con suma sorpresa, viendo como el suelo se acerca cada vez más a su cara y sintiendo que la comida se ha escapado de sus manos.

Todo para ella fue en cámara lenta, logrando hacer una “travesura” más por acto de inercia. Suelta para si un hechizo no verbal que brinda a cualquiera los reflejos de un gato, dando una voltereta digna de un gimnasta, evitando caer de cara al suelo.

La ninfa y sus amigos quedan boquiabiertos al verla. De los ojos plateados de Zuki surge otro destello al notar su comida volando por los aires. Usando su mejor arma —Gravedad, te transformo. –En un parpadeo la comida cae casi perfectamente ordenada con todo y servilleta en la mesa de sus amigos. Y al recomponerse, lo primero que hace es ocultar sus ojos grises con las pesadas gafas.

—¡Hoy la suerte nos sonríe! - Grita Emilio con satisfacción. —Seguro que el partido de esta noche lo ganamos nosotros. –Gustoso, da un gran bocado de sus nachos, recibiendo un gesto de incredulidad de parte de su amigo Camilo, quien se limita a sacudir la cabeza, para luego dirigirse a su amiga.

—Mizuki, ¿estás bien? - Zuki dirige su atención al joven pálido, aún aturdida por la salvada que se dio. —¿No te duele nada? Te torciste muy raro.– El joven la observa preocupado mientras su amiga se sienta entre él y Ariana, pero solo atina a responder con gestos un “no” con la cabeza, aún sin creer toda la artimaña por la que se hizo pasar frente a tantas personas. —Luces asustada, ten. El azúcar del jugo te compondrá…- Le dice el joven. Pero la chica cactus observa en silencio a su amiga de larga unitrenza, lo que es raro de parte de la enana, para ella esa chispa que logró ver en los ojos de su amiga, debe tener relación con tanta casualidad vivida en tan poco tiempo. Y le resulta bastante familiar.