Ochenta años atrás, una pequeña ciudad conocida como La Ciudad de las Tortugas, sufrió un acontecimiento inesperado en una noche. Un brujo hastiado del maltrato animal, al ver el pequeño cadáver de un minino golpeado por unos niños. No pudo soportar la corrupción de las mentes jóvenes, premiada por los adultos que aplaudían las acciones de los pequeños en aquella plazuela: lanzando y pateando al pequeño peludo por el aire y el suelo, como si de una pelota se tratara. Un espectáculo cruel.
—“Es solo un animal, no te alteres muchacho”, fueron las últimas palabras que se escucharon entre la multitud, dirigidas al joven brujo. El ruido de alrededor se disipaba cuando los niños dejaron de agredir a la criaturita, pues ya no lloraba ni se movía.
Sin aviso, el brujo emanó pesadas nubes púrpuras. A todos los presentes les invadió una densa niebla que cubría alrededor de kilómetros más allá de la pequeña plazuela llena de gente. La niebla los dejó sin aliento, picando sus narices hasta el fondo de sus gargantas, fue un horrible gas que transformó los cuerpos de aquellos que se sentían superiores a un animal. Transformándose poco a poco en aquel animal que más detestaban y maldiciendo a su inocente descendencia con el mismo resultado.
Los únicos no malditos fueron los presentes que no encontraron divertida la acción de los pequeños, pero incluso ellos sintieron la horrible quemazón del gas en sus cuerpos. Una sensación que cargarían durante días.
Ese fue el parteaguas para que diversas criaturas escondidas salieran a la luz.
El fuerte trino de una campana anuncia el fin de la clase y el inicio del receso. Los alumnos guardan con impaciencia sus cuadernos para salir corriendo del aula de Historia, sin prestar atención a la joven maestra que les pide salir con cuidado. Alta, morena y de pulcro maquillaje gótico. Desliza un mechón lacio de su corto cabello oscuro hacia detrás de su oreja para leer con más cuidado los apuntes de su tableta.
Con el salón a solas, mientras pasa una multitud de alumnos fuera del aula de Historia, algo llama la atención de la maestra: De su maletín de cuero negro emana una brillante luz titilante de color violeta con tonos rojizos.
Un pícaro pensamiento la invade —Los alumnos de éste año prometen ser interesantes.
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