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Los hilos del tiempo

Los hilos del tiempo

Los hilos del tiempo

Jul 06, 2025

 Capítulo 1: Encuentro en la carretera La puesta de sol pintaba el horizonte de tonos naranjas y rojizos. Un susurro de viento acariciaba las copas de los árboles a lo lejos. La cámara giró 180 grados, revelando cómo el sol comenzaba a asomarse por el otro lado, rompiendo la oscuridad de la noche. A medida que la imagen se expandía, una carretera desierta se mostraba en el paisaje. En su costado, caminaba un hombre, un mendigo acompañado por un perro grande y blanco. El perro, de pelaje blanco y mirada alerta, sigue el ritmo de su dueño con paso firme. El hombre es alto, de apariencia robusta, pero con una mirada que refleja la vida dura que ha llevado. Viste con ropas desgastadas, sucias por el paso del tiempo, pero su rostro está sereno, casi impasible, como si todo lo que ha vivido ya no tuviera el poder de sorprenderlo. En su espalda, una peculiar mochila parece tener más historias que él mismo. El mendigo avanza sin prisa. Su perro camina al frente y a veces se detiene para olfatear el aire, siempre vigilante. A lo lejos se ve una gran ciudad que se alza contra el cielo azul claro. Las luces de la ciudad empiezan a apagarse a medida que el sol se eleva, dando paso a un nuevo día. El mendigo se detiene y alza su brazo levantando su dedo pulgar EXT. CARRETERA - MAÑANA Un deportivo se aproxima. Dentro está CALIÓP, una mujer de apariencia decidida. Ella estudia las estrellas y desea desentrañar los misterios del universo. Caliop observa al mendigo. Un sentimiento inexplicable se apodera de ella. Sus ojos fijados en él parecen ver más allá de su apariencia desaliñada. Hay algo en su rostro que la desconcierta, una quietud que le recuerda a las estrellas que tanto estudia. Un vacío infinito que está fuera, fuera de su comprensión. Su mano tiembla ligeramente sobre el volante y por un instante duda. Su mente lucha contra lo que su cuerpo parece querer hacer. Finalmente, como si no tuviera control sobre ello, aprieta el freno y hace una pausa antes de mirar nuevamente al mendigo. Él no aparta la mirada. En ese momento, el perro, con sus ojos inteligentes, olfatea el automóvil y orina sobre la rueda trasera, interrumpiendo el silencio con un sonido sutil. CALIÓP (voz fuerte, casi cortante) Oiga, dígale a su perro que no haga eso. El mendigo sonríe con calma. Sus ojos brillan bajo la luz del sol naciente, como si entendiera algo que ella aún no comprende. MENDIGO (voz profunda, pausada) Quizás ya es tarde para eso. El hombre se acerca al automóvil. Su presencia parece invadir el espacio. Su voz provoca una extraña sensación en Caliop. No puede evitar sentir que todo a su alrededor se detiene por un instante. MENDIGO ¿Entonces, podemos entrar, señorita? Caliop mira el botón de la puerta, su dedo sobre el control, dudando por un segundo más. Algo dentro de ella le dice que no lo haga, pero lo presiona sin pensarlo. El mendigo abre la puerta trasera del vehículo con calma. Su perro, un pastor suizo blanco, da un par de pasos hacia el interior y se acomoda en el asiento trasero. El mendigo se desliza al asiento del copiloto, ajustando su peculiar mochila de cuero entre sus piernas. Su mirada sigue la carretera con una serenidad desconcertante. CALIOP (contemplando la escena en el espejo retrovisor, un tanto perpleja) (comienza a conducir lentamente) La ciudad comienza a manifestarse ante ellos. Edificios imponentes, la vida que bulle a su alrededor. El mendigo permanece en silencio. El único sonido es el suave murmullo del motor y el leve susurro del viento. CALIOP (rompiendo el silencio, un poco incómoda) Yo me llamo Caliop. ¿Cuál es tu nombre? Ya estamos llegando, ¿quieres que te deje por aquí? El mendigo observa a su perro, que alza la mirada hacia él. Un gesto sutil de asentimiento. El mendigo sonríe con calma, sus dientes blancos y perfectos desentonando con su aspecto desaliñado. MENDIGO(voz suave, pero firme) Si pudieras continuar un poco más, te lo agradeceríamos. CALIOP (un tanto sorprendida, pero manteniendo su tono) No es muy cortés no decirme tu nombre, ¿no crees? Y... ¿cómo se llama tu perro? ¿Y qué te trae a la ciudad? ¿Familia, negocios... el comedor social? El mendigo no responde de inmediato. El pastor suizo permanece atento, vigilante. De repente, el deportivo empieza a hacer ruidos extraños y a emitir humo del motor. CALIOP (murmurando, con frustración) ¿No puede ser ? se encuentra en una calle con algo de tráfico, pero por suerte, logra estacionar el coche en un hueco estrecho. MENDIGO (mirando el entorno, con tono tranquilizador) Hemos llegado. CALIOP (salta del coche, maldiciendo entre dientes) No me lo puedo creer... Ella va hacia el capó del coche. El mendigo y su perro también salen del vehículo. CALIOP (de mala gana, mirando el motor humeante,buscando un milagro mecanico.) ¿No entenderás de mecánica, por casualidad? Echa un vistazo a su alrededor, buscando algo de ayuda, pero solo ve al perro a su lado. Al mirar mejor, se da cuenta de que el mendigo está en la distancia, sentado en la fachada de lo que parece una antigua tienda de música Él está tranquilo, observando. CALIOP(casi susurrando) ¿En serio? ¿No vas a decir nada? Saca su móvil y empieza a marcar, pero en ese momento, el perro le da un toque suave en la pierna con su morro. CALIOP (suspiro) ¿En serio? Ella se acerca al mendigo, frustrada, pero algo le dice que esto no es una casualidad. CALIOP (con tono irónico) ¿Se te olvidó tu perro? CALIOP (en tono algo sarcástico) No eres muy hablador, ¿verdad? No me dices tu nombre, no te disculpas cuando tu perro se mea en mi coche, y ni siquiera me das las gracias... No te... De repente, un anciano de unos 90 años, desaliñado, con gafas torcidas y una expresión agria, sale de la tienda de música. YAGO (gritando, furioso) ¡No, no, no! ¡De eso nada! ¡Dile a tu amigo que plante sus posaderas en otro sitio, si no quiere que llame a la policía! Mientras el anciano sigue vociferando, Caliop evanta la vista al cielo, claramente agotada por la situación. CALIOP (con un suspiro, mirando al cielo) El día mejora por momentos… La cámara se queda fija en el rostro de Caliop, reflejando la mezcla de frustración y desconcierto. EXT. CALLE – FRENTE A LA TIENDA DE MÚSICA – DÍA Caliop está frente a Yago, el anciano, con los brazos en jarras, claramente harta. CALIOP (muy firme) Mire usted, no le voy a permitir que me hable en ese tono. De hecho, debería calmarse por su propio bien. No creo que... YAGO (gruñendo, desafiante) ¿Mi propio bien? Más vale que recoja a su amigo antes de que les eche a patadas o algo... CALIOP (increíblemente calmada, pero con ira contenida) ¿Para empezar, qué le hace pensar que...? De repente, la campanilla de la tienda suena al abrirse la puerta. Ambos se giran. VISTA INTERIOR DE LA TIENDA El mendigo entra acompañado de su perro, que menea la cola alegremente. Ambos caminan hacia el interior mientras el perro, feliz, lanza una mirada hacia Yago. YAGO (estridente, maldiciendo mientras se aleja) ¡Maldito mal nacido! Yago entra furioso en la tienda, dejando a Caliop de pie, perpleja. Ella da unos pasos hacia su coche, pero se detiene. Mira de nuevo hacia la tienda. Da un paso más hacia el coche. CALIOP (susurrando, molesta) Mierda. Sin pensarlo, se dirige al interior de la tienda. INT. TIENDA DE MÚSICA – La tienda tiene un encanto rústico, de madera y ladrillo visto, con grandes vigas de metal que dan carácter. Los discos de vinilo se apilan por todo el lugar, y la luz entra suavemente a través de tragaluces con vidrieras. La atmósfera es cálida, algo anticuada, pero acogedora. VISTA GENERAL DE LA TIENDA Caliop observa el lugar, claramente impresionada por el ambiente, pero está más centrada en lo que está sucediendo. CALIOP (murmurando) Este no es el día que imaginaba... Ve al anciano, en pantuflas, usando una zapatilla para intentar alejar al perro, que bloquea la entrada al pasillo que lleva al mostrador. El perro, lejos de estar intimidado, parece jugar. YAGO (gritando, enfadado) ¡Quítate, chucho del demonio! O te parto los morros. El perro mueve la cola, juguetón, sin inmutarse. El mendigo se desplaza por la tienda de manera calmada, observando algún vinilo aquí y allá, sin prisas, casi como si estuviera en su propio mundo. CALIOP (observando desde la entrada, casi divertida) (sonríe) De repente, el perro, con gran energía, salta y le quita la zapatilla a Yago. Corre por los pasillos, golpeando instrumentos que emiten ruidos musicales al ser tocados por la cola. YAGO (maldiciendo y siguiendo al perro, levantando desorden a su paso) ¡Maldito perro! VISTA DEL MOSTRADOR El mendigo llega al mostrador, coloca su mochila. Al abrirla, el sonido metálico de un cierre circular, similar a un triquel celta, resuena en toda la tienda, ahogando el bullicio que había hasta ahora. El perro se detiene momentáneamente, y Yago aprovecha para intentar recuperar su zapatilla, el mendigo hace una señal a su perro, quien suelta la zapatilla y se aleja. YAGO (poniéndose la zapatilla mordisqueada, furioso) (Se aproxima al mendigo, señalando con un dedo) ¿Qué haces aquí, maldito...? Pero el mendigo, sin inmutarse, saca un vinilo de la mochila. En la portada, una constelación de estrellas brilla de manera enigmática. YAGO (sorprendido, deteniéndose, sereno) (susurra) ¿Qué es esto...? Yago baja el brazo, se erige y parece calmarse de golpe. Da un paso hacia el mendigo, ahora en silencio. Caliop, que está en la entrada, observa con creciente interés. Se aproxima un poco más, queriendo ver con claridad. La portada del vinilo la hipnotiza. CALIOP (susurrando para sí misma) Eso... eso es... VISTA DEL MENDIGO El mendigo saca algo más de su mochila: un viejo pergamino. Lo deja sobre el mostrador y pasa al otro lado, cruzando la cortina hacia un pequeño cuarto tras el mostrador, donde Yago parece tener una pequeña despensa y un hornillo. CALIOP (con una sonrisa irónica) (para sí misma) Bueno... ya ni sé qué esperar. INT. CUARTO DE YAGO – DÍA El mendigo, con un aire tranquilo, empieza a preparar algo en la despensa, ignorando por completo a Yago, quien ya no parece molestarle su presencia. El anciano Yago, sosteniendo el vinilo, se gira hacia Caliop. YAGO Señorita, ¿sería tan amable de sostener esto un momento? Caliop, fascinada, toma el vinilo y observa detenidamente la portada con constelaciones. Yago desaparece entre los pasillos, moviendo cacharros mientras busca algo. El mendigo sale del pequeño cuarto con dos platos de comida. Deja uno en el suelo para Dagmar, su perro, y se sienta en el sillón de Yago, acomodándose por su gran tamaño. Comienza a comer, mirando a Caliop. El móvil de Caliop suena. Ella, sin mirar quién llama, cuelga y lo guarda. CALIÓP (dirigiéndose al mendigo) Esto no tiene sentido... Parece... pero no puede ser. Yago regresa con un antiguo gramófono, lo deposita en el mostrador y extiende su mano hacia Caliop. YAGO Mi nombre es Yago. Encantado, señorita. Caliop, sorprendida, responde al saludo. CALIÓP Caliop. YAGO Un placer. MENDIGO Yago, ¿dónde tienes la pimienta negra? Yago, mientras prepara el gramófono, señala hacia el pequeño cuarto. YAGO Segunda estantería, detrás de la bolsa de dátiles, junto al orégano. Caliop, divertida, esboza una sonrisa al ver la naturalidad de ambos. YAGO ¿Me devuelve el vinilo, por favor? Yago, visiblemente nervioso, saca el vinilo de su funda, dejándola junto al pergamino en el mostrador. Con manos temblorosas, lo deposita en el gramófono de detalles en nácar, caja de roble y manivela dorada. Muy lentamente, coloca el vinilo, gira la manivela y mira a Caliop. YAGO Allá vamos. Deposita con cuidado el diafragma reproductor sobre el vinilo. El silencio se quiebra con el sonido de la aguja al iniciar su recorrido... La luz de la habitación parece ser absorbida por los tragaluces del techo. La tienda experimenta una pequeña sacudida y Caliop da un paso hacia atrás. Del gramófono comienza a sonar una voz en un idioma extraño, que cambia sucesivamente hasta hablar en un idioma comprensible: AMAN (voz etérea, envolvente): Bienvenidos, viajeros... He aguardado este momento desde tiempos inmemoriales. Cada uno de vosotros desempeña un papel crucial en la frágil estabilidad de esta realidad. Aún nada está definido, y el destino pende de un hilo. Podéis lograr vuestra misión... o fracasar, pues fuerzas oscuras intentarán desviaros de vuestro propósito. (Una breve pausa. La voz parece sonreír con cierta ironía) AMAN: Pero no temáis... estaréis guiados. Yo, Aman, os ofreceré pistas a lo largo de vuestro viaje. Un sendero plagado de enigmas, encuentros y peligros. Y vuestro primer desafío yace ante vosotros. (La voz se intensifica, susurrante y misteriosa) AMAN: Este pergamino... esconde secretos antiguos. Pero su lenguaje solo puede ser descifrado por un viejo troll, un ser sabio que ha habitado este mundo desde su nacimiento. Se oculta en un rincón remoto, apartado del resto... Buscadlo. Convencedlo. Y quizás, solo quizás, el camino se ilumine. (La voz se torna más suave, casi un eco) AMAN: Os estaré observando... siempre cerca... siempre atento. La elección... es vuestra. (El gramófono se detiene lentamente, dejando a Caliop, Yago y el mendigo en un silencio cargado de significado y expectación) La luz del día entra nuevamente por las vidrieras del techo, inundando el espacio con su resplandor. El bullicio de la ciudad resuena a través de las paredes, un recordatorio de que fuera del refugio, la vida sigue su curso. Caliop se mantiene quieta, absorta, como si las palabras del gramófono aún resonaran en su mente. Su rostro muestra una mezcla de incredulidad y asombro, mientras sus dedos se acercan al pergamino sobre la mesa, tocando los bordes con delicadeza, como si temiera romper su frágil existencia. El sonido de la ciudad parece lejano, una murmullo bajo que se disuelve en la quietud de la tienda. Yago, con una sonrisa de satisfacción que cruza su rostro, toma el vinilo del gramófono con un cuidado reverente. Su cara muestra un brillo casi infantil de felicidad al depositarlo nuevamente en su funda, como si estuviera manejando un tesoro. El mendigo se levanta con lentitud, la pesada mochila se balancea a su espalda. Se inclina para acariciar a su perro, Dagmar, que, quieto como una estatua, sigue su movimiento con ojos atentos. Luego, con un gesto casi automático, recoge el vinilo y el pergamino, metiéndolos de nuevo en su mochila. Se cruza de brazos y observa a Caliop y Yago con una mezcla de curiosidad y distancia. A lo lejos, Dagmar da un suave gruñido, como si presintiera algo. Yago se dirige hacia la puerta de la tienda, con su caminar pausado y deliberado, y con una suavidad casi ritual, gira la llave y cierra la puerta. El sonido de la cerradura resuena en la habitación, como una condena definitiva al mundo exterior. YAGO (Voz grave, casi soñadora) He pasado toda mi vida buscando este disco. He soñado con él desde que era un niño. Sabía que no estaba loco... sabía que era real. Yago se vuelve hacia Caliop, 

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Pedro

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soy creador independiente con experiencia en narrativa visual y desarrollo de mundos complejos. Me he centrado en la construcción de historias originales que mezclan ciencia ficción, filosofía y thriller, y actualmente desarrollo este proyecto de forma autónoma con un enfoque cinematográfico

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