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La llegada de Elvira era un acontecimiento bastante esperado, Pedro amaba a su madre, y aunque no lo demostrara a menudo, la opinión de ella era muy valiosa para él. Al entrar a la casa, lo primero que Elvira se atrevió a decir era que el tuco que estaba haciendo Rosa, se estaba quemando. Luego de un largo abrazo que le dió Rosa, salió disparada hacia la cocina para intentar revertir la sensación de fracaso que había sembrado su suegra. Independientemente de que había estado controlando el almuerzo a cada minuto, el solo comentario al pasar de Elvira. hizo que Rosa se hundiera en un mar de inseguridades y menosprecio.
Alan que apenas terminaba de cambiarse luego de la ducha, pudo escuchar desde su habitación los pasos apresurados de su madre dirigiéndose hacia la cocina. Miró todo a su alrededor como si estuviera buscando algo, respiró profundo y bajó a unirse al resto de la familia.
Su abuela estaba sentada en la punta de la mesa. Al verlo, abrió sus brazos y sin levantarse esperó a que Alan se acercara a saludarla. Al finalizar el abrazo y los pellizcos en sus cachetes, Alan se sentó al lado de ella y se quedó esperando hasta que su madre terminara de preparar la comida. Con un intento de matar el aburrimiento, ayudó a su madre a poner la mesa. Primero puso los platos con el borde metálico junto con los cubiertos, y luego puso los vasos con el borde dorado que utilizaban para ocasiones especiales.
Rosa fue sirviendo los platos de a uno, primero comenzó por Elvira, luego por Pedro, tercero Alan y por último ella.
En el transcurso del almuerzo discutieron sobre un sinfín de temas sin sentido e importancia. Solo casi al finalizar, Elvira preguntó a Alan que pensaba hacer el año próximo dado que estaba cursando el último año de secundaria y debía inscribirse en alguna universidad en caso de que quisiera continuar sus estudios.
Alan, aún no tenía nada planificado, el solo hecho de pensar en su futuro, se le retorcía el estómago. Si bien era muy bueno estudiando, no encontraba nada en especifico que lo hiciera tan interesado como para seguir estudiando y formar una carrera. En algún momento se le habría cruzado por la cabeza estudiar arquitectura; esa idea había surgido luego de los diversos talleres que tuvo en los últimos años en su escuela técnica. Por otro lado, también le interesaba la abogacía. Creía que podía ser muy útil en Ushuaia dado que no había muchos abogados por la zona. Ambas profesiones podrían contribuir ampliamente al desarrollo que se venía gestando desde hace varios años allí.
Luego de quedarse paralizado y pensando unos segundos respondió -Aún no lo tengo decidido, las inscripciones para los ingresantes a las universidades comienzan en octubre. Todavía tengo tiempo para seguir evaluando opciones.-
-Mira que el tiempo vuela, en una semana termina junio y luego de las vacaciones de invierno será cuestión de días.- Respondió Elvira con un tono determinante.
Rosa intentó intervenir diciendo que no querían forzarlo a tomar ninguna decisión apresurada que pueda arrepentir un futuro y antes de que pudiera terminar, Elvira sentenció el acto con un solo comentario, -ese es el problema de las nuevas generaciones de padres, han perdido la autoridad para exigirles a sus hijos.-
Se produjo un silencio incómodo en toda la casa, solo se escuchaba el ruido de los cubiertos como si fueran una máquina de producción en serie trabajando dentro de una fábrica.
Luego de unos instantes al finalizar, y al retomar el ritmo de la conversación hacia otros tópicos, Alan comentó que el próximo jueves había quedado con Ani para ir a merendar a un nuevo café que abriría esa semana en el centro. Ani era la mejor amiga de Alan. Se conocían desde la primaria cuando ella y su familia se habían mudado a Ushuaia luego de que su padre aceptara un trabajo allí.
Al escuchar a Alan, su abuela preguntó cuál era la relación con la joven, insinuando que algo más que amistad pasaba entre ambos. A lo que Alan respondió que simplemente eran mejores amigos. Sin dejarla satisfecha, continuó -Dime hijo, ¿tienes alguna novia por ahí? Estoy segura que las chicas no te dejan tranquilo, seguramente tienes varias. No te culpo, es lo normal para alguien de tu edad.-
Alan que jamás había tenido una relación, se encogió de hombros y respondió con una risa nerviosa -Si puede ser, preferiría no hablar de eso.-
Pedro añadió -Seguramente más de una.- con una mirada y una sonrisa pícara en su rostro.
Rosa, se dispuso a levantar los platos de la mesa y llevó el postre de vainilla húmedo que había preparado la noche anterior.
Alan, un tanto perturbado y con una sensación amarga en su boca, se levantó diciendo que no le apetecía postre y luego de un saludo se retiró a su habitación. Al entrar, cerró las cortinas de su ventana y se echó a dormir hasta la noche en que su madre lo despertarÍa para cenar.
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