Con el pasar de los días, Ramiro había podido recomponerse de la relación fugaz que tuvo con Fabricio. Él seguía diciéndole a Romina y a Juan que “era cosa del pasado”; aunque internamente todavía sentía una chispa de dolor al hablar del asunto.
La intensidad de la carga horaria que le dedicaba a sus estudios, en gran parte ayudó a olvidar toda aquella situación. Sin embargo, cada tanto en las noches solía acurrucarse anhelando un posible reencuentro.
Los días pasaban entre exámenes y trabajos prácticos. Solo quedaban unas semanas para el viaje de egresados, y sabía que tenía que intentar mejorar sus notas para poder aprovechar al máximo el viaje, sin tener que estar pensando que al volver debería estudiar el doble para no reprobar ninguna materia.
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