—Yo tenía un plan perfecto e infalible. Mi idea principal era que me concentraría al 100% en mis estudios, sin amigos, sin novio, sin problemas. Solo los libros y yo. Así podría demostrar a mi familia que soy igual de competente que mi hermano. Pero esa chica, somos casi vecinas y no nos habíamos dado cuenta. Tomamos la misma ruta, del mismo camión y luego sin querer, al llegar al mismo salón nos sentamos una al lado de la otra en la semana de los estudiantes de nuevo ingreso.
—Hola compañera. Soy Ariana, ¿cómo te llamas? - Desde que note esa desbordante actitud optimista, supe que no podría despegarla de mí.
La joven apática se encontraba sentada al fondo, en la recóndita esquina del camión casi vacío debido a la temprana hora, faltando dos horas para la hora pico. Con la cabeza pegada al sucio cristal de la ventana, miraba de reojo y con rapidez a una verde enana con un par de cactus sobresaliendo de su cabeza a modo de cuernos. De tantos asientos vacíos, se acercó a ella al ver que compartían el mismo uniforme. Para la romántica cactus era compartir un mismo destino.
—Mizuki.— Ni siendo lo más fría que fui.
—WOW. ¿Eres extranjera?— Tal vez pensó que solo era tímida y por eso fue amable.
—No.—Y yo no deseaba ser una grosera malhumorada con alguien como ella.
—Noté que tomamos la misma ruta. Jamás creí que estaríamos juntas en el mismo salón ayer, cuando te vi en el camión me asombré bastante. No he visto a muchos de nuestros compañeros viviendo en ésta zona de la ciudad. ¿De qué colonia eres?
—Delicias.
—¿En serio? ¡También yo! Pero nunca te he visto ahí. Soy de la privada Plutón. ¿De dónde eres tú?
—Calle Luna.
—¡Con razón! Está al otro lado de la privada.
Y el saber que somos CASI VECINAS, desde ahí me rendí de ser fría con ella. Si algo saliera mal, una actitud tan desbordante de alegría como la de ella, podría ser problemático si se torna al lado opuesto del optimismo para mi persona. Y sería muy incómodo siendo que compartimos la misma ruta de autobús.
—OH, sí seré distraída. ¿Ayer no nos presentamos verdad? Entonces tampoco sabes mi nombre: Soy Ariana, una ninfa cactus totalmente registrada para convivir en la vida común. Al igual que mi familia, claro. Mi papá tiene un puesto de gobierno en la embajada de creaturas fantásticas, así que no te alarmes al creer que soy salvaje o algo por el estilo…
Durante todo el recorrido de ida a la preparatoria, la ninfa no paraba de hablar emocionada de su vida en la ciudad, pero sin detallar exactamente su lugar de origen. La joven callada lo notó de inmediato. A pesar de causar en ella curiosidad de cómo alguien tan ingenua como lo es esa ninfa, que no cuida sus datos personales al presentarse, omite lo que para cualquier persona sería los mejores momentos de su vida en su lugar de origen. Más, ella no tenía energías ni ánimos de entrevistar a alguien que, sin ninguna razón aparente, podía hablar y hablar hasta por los codos.
El recorrido fue así para la nueva pareja de amigas, hasta llegar a la escuela y sentarse una al lado de la otra. Pero apenas puso su pequeño pie dentro del aula la bajita y regordeta maestra, Mizuki vio su oportunidad y salvación.
—La maestra llegó. -Dije como pretexto para estar en silencio y pensar si podría librarme de ella…
—¡Ah, sí, sí! Ahorita seguimos hablando. Ah, estoy nerviosa~
Esa extraña ninfa jaloneaba sus… ¿cuernos? ¿Se pueden llamar así?: un par de cactus a los costados de su cráneo, que asemejan dos coletas paradas. Para ser específicos, son como esos cactus lisos con pocas espinas, de esas que nacen grandes y altas, pero ella parece pulir sus espinas para volverlas redondeadas, casi inexistentes.
Después en el receso comenzó a contarme sus problemas como si nada. Y por más que traté en ignorarla, no pude. No pude dejar que cometiera un error semejante con su hermana por una tontería y tuve que hablar de más. Además, es la primera amiga que hago de forma espontánea, sin que se me acerque por ayuda o por lástima.
Tal vez mi curiosidad por ella hizo que mi plan fallara antes de haber comenzado. Y ahora estoy aquí, en un equipo con otros dos sujetos más extraños que Ariana, a pesar de ser humanos comunes a diferencia de ella, sus actitudes también son algo extravagantes. Jugueteando, bromeando y riendo en lugar de trabajar como se debe. ¡Y me encanta!
Lo que nuestra muchacha no sabía era que, en esa tarde cuando conversaba con su nueva amiga, el mismo par de compañeros humanos con los que pasan el tiempo, las habían observado en aquel momento mientras comían. Los muchachos: ambos altos, pero uno de cabello obscuro, tez morena, y complexión atlética, con un rostro gentil y confiable. Mientras que el otro de cabello castaño rojizo, delgado, pero de brazos fuertes, carga una mirada pesada y de pocos amigos.
Los ademanes expresivos les resultaron graciosos y tiernos, además el contraste de comportamientos de ambas: Una fría y calmada, la otra explosiva y apasionada. Verlas era como estar en un cine mudo. Y ellos, que se conocen desde secundaria, acordaron con la mirada: “Si. Son divertidas. Juntémonos con ellas”.
—Bueno muchachos presten atención. Ya casi acaba la clase. Recuerden que esta es su última semana de “prueba” por así decir, para ustedes de nuevo ingreso. Así que a la otra semana cada quien ya debe llevar su uniforme bien planchadito, bien lavadito y todos bien peinaditos para con ¡toda la actitud! Como les dije antes, no es necesario que entreguen los trabajos de hoy, son solo para entrar en calor y que se conozcan entre ustedes y conozcan la escuela. Para que no los agarren en curva ¡pues! Ahora todos tomen sus cosas, que hoy los llevaré a conocer la biblioteca. – Dictó haciendo énfasis con aplausos la maestra Rigoberta, una mujer gordita y de temple serio, que huele a café de olla.

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