1er año (jueves 21 de agosto, 2014.)

Un grupo de muchachos camina por las afueras de la preparatoria Ardillas del Noroeste. Una escuela pública famosa por su extraña arquitectura, pues aparte de tener tres famosos edificios conectados entre sí mediante puentes y haciendo una estructura triangular sólo vista desde el aire; Un inmenso terreno con estacionamiento incluido y sus propias canchas de futbol, básquet y un dojo abandonado. También se encuentra rodeada de un hermoso camellón de árboles rojos, conocidos localmente como tabachín: Los framboyanes. La vegetación de la zona era famosa por no conocer estaciones, cualquier flor o fruto cercano a la Preparatoria Ardillas del Noroeste siempre se encuentra floreciente.

—Son las cuatro de la tarde y ya salimos, que suerte. –Comenta Camilo con pereza.

—No te ves muy feliz de salir temprano. ¿Tanto te gusta la escuela? –Se impresiona Ari.

Mizuki y Emilio se detienen, esperando una respuesta a la actitud tan extraña del castaño rojizo. —No es eso. Cada vez que salgo temprano de clases significa más trabajo para mí.  –Ninguno de los tres entiende a lo que se refiere su nuevo amigo, y Camilo al notarlo en sus caras procede a explicarse mejor. —Trabajo en una panadería, es de mi familia. No tenía que trabajar en ella hasta el verano pasado.

—Excelente. –Comenta gustoso Emilio. —Tenemos pan gratis. -La sonrisa en su cara lo dice todo para Camilo.

—Bien, ¿qué pan dulce quieres para mañana? Solo uno. No quiero ser el responsable de que te vaya mal en los juegos de futbol por dañar tu dieta. - Le advierte Camilo.

—Bueno… Solo dos a la semana. - Negocia Emilio.

—¿Y qué tiene de malo tener un trabajo y que sea de tu familia si puedes con ello tener todo el pan que sobre? –Comenta Mizuki, analizando la situación.

—Si eres un perezoso y lo que no quieres es trabajar, pues no pases por la panadería y ve directo a tu casa, nadie se enterará ¿o sí? –Responde Ariana con las manos en la cintura.

—Se enterarán. Mi casa es la panadería. Y no me molesta el trabajo. Me molesta el trabajo extra mal pagado, solo me dan el dinero exacto para la inscripción. Fuera de eso, me dijeron que no esperara más hasta demostrar ser digno de una paga.

—¿Qué tan pesado es trabajar en un lugar que es tu casa? ¿Te la pasas horneando todo el día? – pregunta curiosa Ari, la ninfa.

A lo que el joven castaño responde, dejando escapar en su rostro la ternura que le causa la ninfa —En las mañanas atiendo la caja o me pongo a hornear junto con papá o mi hermano, depende de lo que cada uno tenga que hacer. Pero en las tardes siempre estará mi hermano atendiendo la caja, pues el pan solo se hornea por la mañana.

Aunque cada que salía temprano de la secundaria me daba su puesto y se iba. En ese entonces no estaba obligado a trabajar, pero no iba a dejar solo el negocio.

—Ah, con que por eso nunca me dejabas ir a tu casa saliendo de clases en la secu. Te ponías a trabajar. - Emilio ata cabos para sí mismo. —Y yo que pensaba que no me consideraba tan cercano como para invitarme.

—Entonces si vas directo a casa es justo lo que ocurrirá. –A lo que Mizuki recibe una confirmación de parte de su nuevo amigo, asintiendo con su cabeza. —Creo que tu hermano se aprovecha de tu excesivo sentido de la responsabilidad. - murmura lo último.

—¿Y qué pasa con tu papá por las tardes? –Pregunta la ninfa.

—Él va a vender pan por toda la ciudad en su moto con la carreta. Llega cansado, así que no tengo derecho a reclamarle nada, pobrecito. De los tres, es el que más merece descansar.

—Pero aun así es una incongruencia si el trabajo extra que mantiene tu escuela te quita tiempo de estudio en casa, de proyectos y tareas. Además de que uno de ustedes dos trabajará el doble de lo que debería. Pero eres el único con una responsabilidad extra además del trabajo. Su hermano ya se graduó hace como dos años -Complementa Emilio para las muchachas.

Después de un corto silencio, Emilio sugiere algo que le saca una sonrisa —¿Y si vamos juntos a un lugar? Tampoco quiero llegar a casa todavía. Y no hay nada que hacer en la escuela, los clubes no inician sino hasta septiembre. 

—¡Oh! ¡Vayamos a mi casa a ver una película! –propone Ariana con emoción.

—¿No hay problema? –pregunta Camilo.

—Claro que no. Vayamos, pero antes compremos botana. - Ariana va radiante y feliz dando pequeños saltitos hacia la parada de camión, seguido de sus nuevos amigos quienes la siguen con nerviosismo de conocer su hogar, pero felices de seguirle el paso a una casi desconocida hasta su casa.

Los muchachos cruzan por la eterna floreciente arboleda de fuego que rodea la preparatoria Ardillas del Noroeste. Los flamboyanes rojo intenso, desprenden ligeros pétalos frescos, rodeando a los alumnos por la brisa fresca de un cercano otoño.

—Hace mucho viento y está muy fresco. Parece ser que el verano se irá más pronto éste año. - Piensa Zuki, recordando sus tradiciones otoñales en familia. —Mi hermano y yo solemos pasear mucho en otoño, intercambiamos los libros que leímos en el transcurso del año y vamos con la abuela a beber chocolate y comer pan… casi puedo olerlo todo. —La joven inhala el aire de la ciudad ante el recuerdo y se le viene a la mente una idea.

—¡Compremos pan dulce! - Grita la chica más alta de forma repentina, lo que hace parar en seco a Camilo.

—¡SI! Y conozco la panadería ideal. - Sonríe Emilio hacia su amigo. Mizuki y Emilio ríen divertidos al ver la reacción aturdida de su amigo. —Yo les digo donde vive, miren, él siempre pasa por esa calle de allá, y no debe estar lejos de-.

—HEY. Solo sigamos a Ari y ya. Se nos podría pasar el camión. - Les replica el castaño rojizo con moderada molestia, mientras adelanta el paso a la altura de la ninfa. Cosa que solo sirve para sacar más carcajadas de los otros muchachos.

—Si cree que se va a librar de molestarlo por no decirme desde secundaria, tres años como amigos, que su familia es panadera, ¡con él sabiendo lo que me encanta el pan dulce con un café bien cargado! Uff… A penas comienzo, eh - Dice el moreno a la muchacha más alta, ambos caminando rápido entre risas detrás de Camilo, quien terminó por duplicarles el paso, dejando de seguir a la ninfa y terminando él al frente.

Ariana se queja entre jadeos al no poder seguir el ritmo, trotando hasta ellos mientras reclama —¡Se supone que deben seguirme a mí! Si no, ¿para dónde irán? - Provocando que Camilo se regrese a por ella, cargándola en su espalda. El otro par se encuentra tan ocupado con sus carcajadas entre lágrimas, que no se percataron del grito de ayuda de la ninfa.

La enana se encuentra feliz del gesto de consideración de su nuevo amigo, abrazando la cabeza de éste con una gran sonrisa, pero al notar a la pareja detrás de ellos se desconcierta —Camilo, ¿de qué se ríen esos dos?

—Les pegó el tonto. - Comenta el joven. —Ahora dime, ¿por dónde nos vamos?

…

La quijada de los tres humanos cae al ver que una familia de ninfas ha logrado conseguir una vivienda tan bonita y moderna en una privada: Una casa de dos pisos de toque contemporáneo, adornado con enredaderas bien cuidadas y macetas llenas de hierbas.

Pero la habitación de su nueva amiga era algo completamente diferente del estilo de la casa: dulce, iluminada, con macetas de flores rosadas y repleta de peluches suaves y graciosos.

 Lo que más llama la atención, a parte de la enorme pantalla de TV empotrada en la pared frente a su cama, era el rincón de arte que tenía una hermosa pintura a medio hacer de una de sus macetas con la bella cuna de moisés de un rosa brillante.

 —… ¿En serio quieren ver esa película? –Mizuki mira con desaprobación el pícaro título de la portada del DvD.

—Vamos Zuki, no da nada de miedo porque es una parodia. Estarás bien. –Ariana habla con cariño creyendo que el gesto en el rostro de su nueva amiga era por miedo en vez de disgusto.

—No me refiero a eso. Suelen gustarme las películas de terror, pero… esta tiene una clasificación alta.  –Comenta la chica tapándose la boca.

—Son bromas de doble sentido, no aparece nada digno de censurar. –Responde divertida Ariana.

—Pero seguimos siendo menores de edad…- comenta incomoda en un hilo de voz.

—No pasa nada Zuki. Esa película la vi con mi familia a la hora de la cena. Incluso mis hermanitas se reían a carcajadas. Pero si no te sientes cómoda podemos buscar otra cosa para ver. –El muchacho moreno con su relajado tono, logra apaciguar la ansiedad de la muchacha, quien ahora mira hacia el castaño esperando que también diera una opinión, mientras juguetea de forma inconsciente con la punta de su larga trenza.

Camilo se encontraba hasta ese momento mirándolos en silencio, hasta que dice. —Yo nunca he visto esa película. No sabría que decirte. - Pero el brillo en sus ojos grita “Pongan la película, luce divertida.”

—Entonces, bueno. Sí ustedes quieren, veámosla. –Comenta Zuki con disimulada preocupación y un toque de resignación, sin esperar divertirse con la película. —Aunque no me llame la atención, todos lucen con ganas de verla y no quiero ser una aburrida.

Solo pasaron unos cuantos minutos de película para entender la razón para verla. Una película con un humor absurdo que los hace despejarse y divertirse. Los cuatro nuevos amigos ríen mientras comen chucherías, tratando de no hacer un gran escándalo en la casa de la ninfa cactus.

El cuadro resultaba como si se tratara de un grupo de amigos de toda la vida. Lo suficiente enternecedor, a pesar de lo que había en la pantalla de la TV, como para que la madre de Ariana al asomarse de forma cuidadosa por la puerta del cuarto de su hija, (quien había llegado del trabajo y escuchó un ligero escándalo en la planta alta) no tuviera el corazón como para interrumpirlos todavía.

Faltando media hora para que la película terminase, Emilio interrumpe, pausándola. —Ya son las 7:00 p.m. En media hora dejarán de pasar los camiones.

—Será mejor irnos ya. –Dice Camilo. Los muchachos se levantan mientras Ariana pausa la película. Al ver a Mizuki tan relajada le pregunta. —Zuki, ¿no vienes? Te dejará el camión.

—Sí… vivo a unas casas de aquí así que no tengo mucha prisa.

—¿Son vecinas? –Pregunta Emilio.

—Casi casi. No nos habíamos dado cuenta hasta que nos subimos al mismo camión y entramos al mismo salón para ir a clases. –Contesta Ari con ligera vergüenza.

Los chicos miran asombrados la suerte de las dos. —Perfecto. Así ninguna de las dos tendrá que tomar el camión sola por la tarde y por la noche. –Dice aliviado Emilio.

Ya en la puerta los muchachos se despiden y se van. El atardecer pronto llegará a su fin. Las muchachas se quedan en la entrada de la casa de la familia de ninfas cactus, viendo el pequeño jardín que hay en un costado de la cochera y entrada. En el jardincito viven dos lindos conejos que reciben y despiden a todo aquel que pase por la casa. 

Ellas se quedan entretenidas acariciando a los conejos, antes de que la joven ninfa abra su corazón de nuevo...