Ya en la puerta los muchachos se despiden y se van. El atardecer pronto llegará a su fin. Las muchachas se quedan en la entrada de la casa de la familia de ninfas cactus, viendo el pequeño jardín que hay en un costado de la cochera y entrada. En el jardincito viven dos lindos conejos que reciben y despiden a todo aquel que pase por la casa.
Ellas se quedan entretenidas acariciando a los conejos: uno blanco de ojos rojos, y uno gris con manchas beige de ojos marrón. —Mi madre ama a su jardín, le gusta cultivar y cuidar de unas cuantas plantas para especias. Mientras a mi hermana y a mí nos gustan los conejos. Papá quería cocinarlos, pero nos enojamos con él. Hace un par de años que son nuestras mascotas.
Mizuki se fascina con la naturalidad de la anécdota de su nueva amiga. Es cálida, como un hogar. Desearía poder contarle también una similar, pero en sus recuerdos no encuentra nada que debería saber nadie más, ni siquiera Ariana. —Son bastante dulces. –Termina por decir la chica de las gafas mientras acaricia al conejo blanco en su regazo, dando la espalda a la puerta de entrada, pero ambas sentadas en el centro del pequeño y floral jardín.
Uno de los conejos, el gris que sostenía la chica cactus, salta hasta la larga trenza de Mizuki, quien roo la liga que mantiene su peinado. Deshaciendo un poco la trenza, aflojándola. —¡Miel! ¡Coneja mala! Lo siento Zuki, suele ser muy traviesa y escurridiza.
—No te preocupes, es solo una liga. Menos mal no fue mi cabello. –Ríe divertida la muchacha mientras deshace por completo su larga trenza usual, despeinándose con sus manos, soltando así su cabello ondulado de un curioso color azul obscuro. Hasta que se escucha tocar la puerta de afuera.
—¿Quién será? Ya todos están en casa, y los muchachos ya debieron irse en el camión desde hace un rato. – Ariana se levanta y sacude de su falda escolar los pelitos de conejo, dispuesta a abrir la puerta.
—Ariana. Por cierto, ¿no les molesta a tus padres que entren hombres a tu cuarto?
—El problema sería si estuviera yo sola con uno. –Se ríe Ariana a carcajadas mientras abre la puerta, dejando ver la noche recién caída. —¡Camilo! ¿No deberías estar en el camión? La última parada ya pasó. ¿Dejaste ir solo a Emilio?
—No porque quisiera. Creo que olvidé mi celular en tu cuarto. ¿Puedo ir a ver?
El muchacho avergonzado recibe una dura respuesta —No. Pero iré a buscarlo. ¿Es de color rojo verdad? Espérame aquí. Si entras a esta hora, papá te gritará. –Dicho eso, la jovencita entra rápido a la casa, de forma casi escurridiza, dejando a sus nuevos amigos solos en la entrada de la chochera. Camilo por poco no reconoce a la joven sentada a sus espaldas, Mizuki inclina su cabeza hacia atrás para ver mejor a su nuevo amigo, sin despertar al gordo conejo de su regazo.
—Pero, ¿cómo te irás a casa ahora? –Pregunta preocupada y curiosa.
—Y-ya me las ingeniaré. –Dice con un hilo de voz. Nervioso por quedarse solo con una chica bonita a sus ojos.
—¡Aquí está! Tienes suerte. –Ariana lo sacude de sus pensamientos y agradecido recibe el celular. —Ya sé que te gustaría pedir un aventón, pero no se te ocurra. No funcionará.
—No… de hecho planeaba irme caminando.
—¡¿A estas horas?! –Dice Mizuki preocupada. —Ari…– La joven cactus niega con la cabeza.
—Créeme lo que te digo. Papá no le hace el favor a ningún varón. Pensará que salgo con él y adiós al jueves de películas. Lo siento mucho Camilo.
—Bien entonces…- El joven se había dado media vuelta para avanzar, sin mucha intención de quedarse más tiempo, pero algo lo detiene haciéndolo tambalear de regreso.
—Ni se te ocurra, es peligroso. –La joven humana se levanta tomándolo del brazo, ruborizando y sorprendiendo al casi pelirrojo. —Mi madre no está en casa, así que ven conmigo.
La ninfa y el joven se petrifican. La pequeña ninfa riendo entre toces con picardía y el joven superando en su cara el color de su cabello. —No debería dormir fuera de casa. –Responde el joven con una voz tenue y despacio. Aún más nervioso que antes.
—Idiota. Eso no. –La alteración y rasposo tono de voz en la joven más alta, provoca carcajadas a Ariana, quien le sorprende ver enojada a su nueva ecuánime amiga. Después prosigue a explicar. —Mi hermano mayor tiene una moto y ya debió llegar de la Universidad. Si va y viene antes de que mi madre salga de su trabajo a las nueve, entonces no hay ningún problema.
Al ver que su nuevo amigo no responde, insiste.
—Vamos, no te dejaré cruzar la ciudad caminando a éstas horas. Tiene un casco extra, por si te lo preguntas. - Concluye la joven de lentes cromados.
Ambos muchachos se despiden de su amiga ninfa, y proceden a caminar unas cuantas calles hasta llegar a la casa de los Malva. Después de negociar con su hermano una bolsa de pan dulce gratis para la mañana siguiente, logra llevar con gusto al joven Camilo hacia su casa. Sin embargo, al castaño rojizo despertaron en el un montón de sentimientos encontrados que afloran su curiosidad. —Los ojos del hermano de Mizuki son muy extraños, hielan la piel y son bastante hipnotizantes. A parte parecen gemelos con cambio de género. Si tan solo pudiera ver los ojos de ella. ¿También tendrán la misma mirada?

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