Por alguna feliz confusión, Mizuki Malva se levanta temprano. Arreglándose rápido y estando ya desayunada para ir a clases. Pero faltan al menos cinco horas para que de inicio el turno vespertino de la preparatoria. El día de hoy no hay entregas de tareas, ni proyectos pendientes, por lo que no podía ocupar su tiempo entreteniendose haciendo alguna. Mirando a su alrededor no logró encontrar algo para hacer: la casa impecable, sus platos del desayuno que preparó ya lavados, nadie en casa con quien hablar. —Me pasé casi toda la noche estudiando mis temas favoritos... No estoy de humor para continuar con lo mismo. –Aburrida, toma su celular y decide mandar un mensaje a su amiga. —El clima de hoy esta para disfrutar en el exterior. Espero que Ari esté disponible para pasar el tiempo junto a ella. –Piensa para si la jovencita, esperando a que la ninfa cactus responda su mensaje, mirando por la ventana a través de las largas cortinas blancas de la sala
—¿Ya estás lista? ¿Tan pronto? –Contesta la ninfa. —Tengo práctica de porristas hoy. ¡Ve a verme! También me toca ir al club de danza, ¿gustas ir?
—Suena bien. Así podré verte en tu hábitat natural. ¿Ya vas en camino? –Escribe gustosa, sin pensar demasiado en su respuesta.
—Nop. Vayamos juntas. –Le propone con alegría la enana, adornando el chat con emoticones adorables.
No pasó mucho para que ambas amigas se encuentren en la parada de camión, charlando todo el camino de ida.
—Oh, ¿llevas otro perfume? Es muy dulce. Creí que te gustaban los perfumes con aroma a cítricos. –Comenta Mizuki a la ninfa. Ariana sólo atina a reír nerviosa, haciendo que su amiga sospeche del cambio. —¿A qué se debe~ ese aroma a sandía? –pregunta con picardía.
—¡Ya! ¡Me atrapaste! –Grita la pequeña de tez verde, agarrando con suavidad sus mejillas bastante sonrosadas, mostrando una boba y débil sonrisa. —Es un regalo que me dió… alguien especial. Bueno, quiero que sea alguien especial para mí. –Dice soltando una ligera risita. —Y quiero que se dé cuenta de que aprecio lo que medió, para ser más cercanos.
La chica de los lentes reía bajito —Debe ser una tortura para ti soportar ese perfume. Has de estar muy perdida por él. Oh~ ¿Se puede saber quién es? ¿Alguien del club? -La chica de la larga trenza muestra su sonrisa más burlona sin tentarse el corazón, burlandose con gran confianza de su enamoradiza amiga.
—¡Mizuki! A veces uno debe hacer ciertas cosas para que la otra persona note tu interés, aunque no estés acostumbrada a hacerlas. Sino, esa persona podría escaparse de tu alcance. - Comenta nerviosa, pero tratando de guardar la compostura aquella enana al punto de sacar un peligroso caracter contenido.
—¿Entonces no puedo saber? - Le pregunta ahora con su calmado temple, pero sin poder borrar su ligera sonrisa.
—¡Mizuki! - Ariana estaba nerviosa y apenada. Voltea hacia la ventana del bus para perder la mirada de su amiga.
Ya sin insitir, la joven de tez clara contempla a la avergonzada ninfa. —Me alegra que ella haya desistido de querer intervenir entre la relación de su tutor y su hermana. - Reflexionaba la muchacha de lentes. En todo el recorrido restante no volvieron a tocar el tema.
Al llegar a la escuela, las amigas se dirigen caminando hacia una de las canchas tupidas de césped fresco. Ahí es donde practican las porristas. Ariana había llegado vestida con un atuendo deportivo bastante cómodo para sus prácticas: Un short de licra y una blusa de tirantes ajustada. Llevando su uniforme escolar en su gran y pachoncita mochila. —¿Dónde consiguió una mochila cómo ésta? Es como una almohada. –Se pregunta asombrada la chica de gafas, mientras abraza la mochila de su amiga ninfa. Debiendo cuidar las cosas de la ninfa cactus, disfrutando de estar sentada en el césped bajo un árbol, brindándole una rica sombra en la soleada mañana. Quedandose ahí hasta que termine las prácticas de porristas.
Tomaría alrededor de media hora, como cualquier otra actividad del club.
Es un espectáculo entretenido para la joven espectadora de la larga trenza. Ver a las y los porristas practicando su rutina en una mañana tan hermosa, cálida y con algunas nubes tan gruesas y blancas como el algodón, un césped fresco de intenso verde y tierra oscura suave. La ligera brisa anuncia un pronto otoño. Ella está tan relajada y agradecida por el ambiente que le parece surreal.
La muchacha de los lentes cromados no lo nota, pero su cabello comienza a centellar en tenues tonos azules celestes. Y su piel cobra de un momento a otro un color dorado bastante sutil, como un delicado beso de Sol en todo su cuerpo.
—¿Mizuki? Vamos. Debemos ir a la cancha techada para la clase de danza. –Su amiga la saca de su trance. La enana ninfa cactus llega bofeada de pie, mirando hacia donde se encuentra acostada la guardiana de su gran mochila. Aunque se nota sorprendida por lo que acaba de ver, intenta no darle importancia —Oh, el Sol te sienta bien. ¡Vamos! –Se adelanta Ariana, tomando su mochila y corriendo hacia la cancha.
Zuki, ajena a la fugaz reacción de sorpresa de su pequeña amiga, capta el desborde de ansiedad por llegar a tiempo al siguiente club. —Ah. Con que ahí está. –Intuye para sí misma la joven de trenza con curiosidad y picardía.
Mientras Ariana y sus compañeras de club de danza hacen calentamientos, Mizuki cuida nuevamente la mochila. —El ambiente de ésta cancha no es tan relajante como estar en el césped de la zona de porristas. Ésta banca de metal es muy incómoda y fría. Nada que ver con las canchas de tierra – Piensa mientras mira la cancha de cemento pulido. El lugar es grande, también al aire libre pero cubierta con un tejaban enorme y una cuidadosa instalación electrica para dar más que sufiente luz por las noches. A diferencia de la cancha de cesped que cuenta con alguna que otra farola.
La muchacha de pesados lentes se entretiene mirando a los jóvenes de danza practicar, mientras come de un vaso de fruta fresca picada que compró recientemente a un vendedor ambulante. Siendo un hombre alrededor de los 50 años, de carácter amable. Suele rondar con su carrito de fruta por la escuela en el área de estacionamiento.

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