La habitación de Ariana se encuentra sólo un poco desordenada: Novelas románticas revueltas entre sus libros de dibujo y de museos de arte, por debajo de los libros de texto escolares que usó anoche al hacer sus tareas. Unas cuantas acuarelas y pinceles desparramadas en el escritorio hasta dar al suelo y zapatos escolares aventados de manera descuidada.
Pero eso sí, su basura está en el bote de su baño privado, y su ropa sucia en el cesto. A pesar de ello, su closet es un batidero de disfraces, uniformes, vestidos y ropa casual. Ni hablar de los zapatos en su zapatera: perfectos, impecables y los más costosos en sus cajas.
Ari, la ninfa cactus, se levanta a las 7:00 a.m. en punto de su acolchonada cama individual cubierta de peluches y cojines divertidos, luce una pijama adorable y afelpada de color melocotón. Dispuesta a ponerse sus pantuflas sandalias, que presumía con ellas una impecable manicura, va a su lavabo a cumplir con su rutina facial con mascarilla incluida, con tal de que su piel quede de un jugoso verde vibrante.
Mientras tanto, en el barrio vecino se encuentra su amiga Mizuki. La habitación de ella es un impecable desastre, si bien todo está limpio y rara vez lleno de polvo, su manera de ordenar deja mucho que desear: Revolviendo reliqueas familiares mágicas de manera despreocupada con sus objetos de uso diario y común, como lo son sus artículos escolares. Su librería podría salvarse, de no ser que no está en orden alfabético, o por categorías; sus DvD’s revueltos con viejos VHS’s y CD’s en el mismo infinito librero, abarcando toda una pared. Para colmo, donde deberían estar sus zapatos, hay cajas de rompecabezas.
Y a diferencia de su amiga, ella sigue durmiendo debajo de un mundo de cobijas. Probablemente se levantará a las 9:00 a.m. como le es costumbre.
Del otro lado de la ciudad, uno de sus amigos ya se encuentra despierto desde las 6:30 a.m. Aprovechando la mañana para correr, aún si no es día de entrenamiento. Emilio, el joven moreno, más que pasión por los deportes busca una excusa para salir de casa. A pesar del frío, correr por las mañanas lo hace sentir libre. Regresando de su ejercicio matutino siempre elige desayunar primero antes de ducharse. Calentando en la estufa su porción de desayuno que le deja su madre. Una mujer que a pesar de trabajar por la tarde, siempre despierta temprano para hacer desayuno a la familia, arreglarse de forma impecable, y lo más importante, llevar a las gemelas a la primaria para antes de las 8:00 a.m. Esta vez la mamá de Emilio cocinó uno de sus platillos favoritos: Huevo con chilorio, frijoles, tortillas de harina y un buen jugo de naranja recién exprimido.
A la hora de su desayuno sus hermanitas ya no se encuentran en casa. Le resulta estresante tener que levantar a un niño para ir al colegio temprano, y las gemelas no son exactamente tranquilas o calladas. Después de arreglarse siempre se va hacia unas paradas de camión más lejos que la parada más cercana a su casa, con tal de llegar a un parque solitario y bien cuidado. Él disfruta bastante de hacer las tareas pendientes de la escuela, en este fresco lugar. Hasta que la hora de partir a clases llegue.
Su amigo Camilo, en cambio, tal vez viva cerca de la preparatoria, pero todas las mañanas ayuda en la panadería familiar, por lo que tiende a llegar tarde a las clases con tal de sacar más clientes y dejar la panadería lo más lista posible para cuando sea el turno de su hermano. Su hermano, a pesar de ser mayor, deja mucho que desear cuando de responsabilidad y eficiencia se trata, más aún si tocamos el tema de atención al cliente.
La panadería queda justo detrás de su casa, despertando siempre con un rico aroma a pan recién horneado por su padre, quien es el primero en levantarse. Y siendo el menor de la familia puede darse ciertos lujos como despertar un poco más tarde que su hermano, levantandose así a las 8:00 a.m. Se viste rápido con ropa casual para no ensuciar el uniforme, aprovechando que sólo se baña por las noches con tal de tener menos prisa cada mañana.
Siempre desayuna algo rápido en casa: Cereal de maíz con leche y un café, acompañado de una manzana para comer a mordidas mientras trabaja. Con suerte, su padre concinaría huevos revueltos para los tres hombres de la casa. Y cada día cenarían algo con carne cocinado por él o su padre.
A veces le toca ayudar a preparar los panes en la cocina de la panadería, y otras es el cajero del lugar durante las mañanas. Todo depende del humor de su hermano y su padre, eso incluye la cantidad de trabajo requerido en el transcurso de cada día. Camilo es muy joven para reconocer el estrés provocado por la incertidumbre de una vida vivida junto a una persona volátil. Pero en lo que llega el día de reconocer que esos dolores de cabeza y hombros no es precisamente por el trabajo diario, seguirá distrayendo su malestar con un rico café cargado o un fuerte té hirviendo sin importar el clima.
Regresando a la casa de la familia Etchojoa. Ariana suele desayunar con su familia antes de que cada uno de ellos se vaya al trabajo, pues sus horarios son matutinos. Su madre cocina el desayuno, mientras que su padre pica fruta para todos, pero cada quien decide lo que guste beber, eligiendo Ari un té de naranja como casi todas las mañanas. Después de ello, la dejan sola en las mañanas en casa. Teniendo el tiempo de sobra suficiente como para relajarse o hacer sus deberes pendientes cuando no tiene que ir a los clubs, claro está.
La chica hace el tiempo suficiente y necesario para poder ir junto con su amiga Mizuki a la preparatoria, tomando el camión juntas. Y sabe bien que sólo un milagro podría despertar a su amiga a la misma hora que ella. —Seguro que volvió a desvelarse.- Dice para si misma.
Y no se equivoca. La chica Malva se levanta con toda la pereza del mundo jurando que no volvería a dormir a las 3:00 a.m. practicando hechizos y pociones curiosas que le resultaban imposibles hacer bajo la mirada de su familia. Pero obviamente, faltaría de nuevo a ese juramento.
A paso lento, va al baño de su casa para lavarse los dientes y la cara, tomando el jabón especial que le regaló Ari unos días atrás, recordando aquel momento que su amiga casi escupe fuego cuando se enteró que su rutina facial es usando el jabón de manos. Terminada la nueva rutina facial, se dispone a ir a la cocina, como la mayoría de las mañanas para hacerse el desayuno y después bañarse.
—Al parecer mamá ya se fue a trabajar. - Piensa la muchacha, ella observa por la ventana de la cocina que da al interior de la cochera semi vacía. Es la mejor forma de verificar si su madre se fue: A falta de coche en la chochera, es sinónimo de "la mamá se fue del nido". Un gran alivio para ambos hermanos. Lo mismo aplica para verificar la ausencia de su hermano en casa... —¿La moto de Alan sigue ahí? Entonces no ha ido a su clase de la mañana en la Uni… ¡ah! – Se sorprende al recordar el posible motivo.
—Anoche escuché a mi hermano llegar muy tarde por la madrugada. Sus pisadas por el pasillo sonaban a pesadas y torpes. Juzgando los rechinidos de los muebles, seguro tropezaba con todo. Tuve que aguantar la risa para que no me descubriera estudiando tan tarde sobre "Las rutas de los chaneques".
Le resulta divertido esa faceta de su hermano. La perfección andando, el prodigio de los Malva. Aquel impecable muchacho llegando ebrio a su casa. No sería la primera vez, y de no ser porque se muestra tan divertido y relajado, ya lo hubiera acusado con su madre de no tener cuidado al beber. Después de todo, no conduce cuando va a esas fiestas, y son sus amigos quienes lo traen a salvo a casa.
—Seguro tiene una cruda bastante pesada. - Pensaba la hermana menor entre risas. —Y mamá ensoñada con que la mujer que lo elija será una afortunada, que debe caerle mucho mejor que yo y deben ser las mejores amigas. ¿La esposa ideal que tanto sueña mamá para él, soportaría la faceta fiestera de Alan?
—¡Zuki! ¡Vamos! - grita su amiga desde afuera de su casa, logrando sacar a la chica trenzada de su ensimismamiento. Ya son las 11:30 y debemos tomar el camión a tiempo o se tardará otra media hora en pasar.
La chica se apresura y sale de casa agarrando sus llaves. Corriendo por la cera bajo los árboles otoñales, directo hacia Ariana. Al estar con su amiga hablan sobre sus mañanas caminando a un paso más ameno y alegre, pero al llegar a la parada se nota extrañamente ligera.
Ari no lo nota hasta que su amiga grita —¡La mochila! - Corriendo de regreso a su casa con las llaves en la mano, provocando a su compañera grandes carcajadas por la distracción de ambas.
No se molesta en cerrar la puerta de su casa al entrar, puesto que la mochila queda en la sala. Solo sería entrar y salir… pero escucha un ruido extraño en el piso de arriba. —¿Mi hermano estará bien? Sonó a que algo se rompió. –
Con una cautela y silencio dignas de ella, sube las escaleras con paciencia y cuidado. Siempre ha podido, a pesar de su torpeza, controlarse en momentos así y pasar tan desapercibida como un fantasma. No sabiendo sí debería culpar a la “magia en sus venas” de ello, pero lo disfruta bastante para asustar a Ari.
El ruido es de pisadas, viene del cuarto de su hermano. Es lunes, no es día festivo y recuerda haberlo escuchado debatirse con sus amigos si ir a la fiesta del domingo a pesar de arriesgarse a no llegar a tiempo a su examen. Aunque claro, lo terminaron convenciendo. —Seguro despertó mareado y tiró algo. - y tras quedarse cinco segundos en silencio deduce. —Tal vez se quedó dormido ya. - Ella estaba por regresar para ir con su amiga y no perder el camión, pero la curiosidad le carcome, dejandola inmovil por la incertidumbre. —Como sea, no pienso perderme su rostro de cruda. - Piensa sonriendo con malicia, recordando que hace bastante no disfruta de burlarse de su hermano, con cariño y ternura.
Se decide a abrir la puerta ajena sin cuidado alguno, con la intención de asustarle. Encontrándose con su hermano semidesnudo, como siempre suele dormir, pero con una lámpara de noche rota en el suelo. Justo del lado contrario a donde Alan duerme. Pero junto a la lámpara rota, cuelga el brazo de un hombre joven, aparentemente de su misma edad, durmiendo en un estado casi en coma y usando solo pantalones —O al menos eso espero. –piensa para sí mientras ve la revuelta sábana de la cama de su hermano.
La chica queda congelada sin poder gritarle “Buenos días, hermanito.” como planeaba. Pero no pudo evitar que la puerta azotara la pared, despertando a su hermano. Todo en cuestión de inevitables segundos.
El joven Malva, despierta de golpe saltando de su cama por el susto del portazo en su cuarto, y viendo con los ojos entrecerrados a su hermana. Está más dormido que despierto y con un gran dolor de cabeza que lo marea. Pero en el fondo espera que lo que ve sea solo una pesadilla y que su hermana no se encuentre ahí mismo, en el umbral de su puerta. Su borrosa visión se aclara para sus horrores, más mantiene la esperenza de seguir soñando.
—Disculpa, Alan. –Sin expresión alguna y con un sonido de voz tenue, su hermana cierra la puerta con un cuidado espectral, entre la prisa y la delicadeza.
Y si tan solo su hermana no hubiera hablado, el chico hubiera estado tranquilo en creer que ella nunca estuvo ahí. El cansancio se unió con su pánico, tumbándolo de nuevo en la cama junto con su aún dormido compañero de rizados cabellos dorados.
El joven Alan Malva escucha a lo lejos las pisadas ligeras de su hermanita, llendo a toda prisa, y antes de que la preocupación le llegara a atormentar su delicado estómago, el mareo de la fuerte resaca lo noquea de nuevo.

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