—¡¿Qué?! – Grita la joven Malva desde la comodidad de su habitación a las 11:30 de la mañana del sábado 1ro de Noviembre.
—Te estoy diciendo. - Solloza la pequeña ninfa al otro lado de la línea.
Ambas amigas hablan por celular. Más no son las únicas poniéndose al tanto.
Al otro lado de la ciudad, Emilio visita por primera vez la panadería Molotla en el turno de su amigo. Haciéndole a su amigo un largo interrogatorio, con la bandeja para pan llena encima del mostrador.
—Emilio, tranquilízate. Ni mi padre me interrogó tanto.
—¿Pero, pero no entiendo? ¿Cómo? ¿Tú? Tendrás la mirada de exconvicto, pero hasta ahí. Siendo tu amigo de años, jamás me imaginé verte con un ojo casi reventado y los nudillos destrozados. ¿Cómo me pides tranquilizarme? – El muchacho moreno no puede disimular la inquietud que arrebata incluso la paz de sus brazos mientras se comunica con su amigo.
—Es el párrafo más largo que te he escuchado decir en nuestro tiempo de amistad. Emilio. Estoy bien. Mi ojo no está reventado, solo está morado e hinchado. – Camilo intenta mantener la compostura, pero la carcajada de su padre resuena desde la cocina.
—Hijo, mejor ven y te pongo la mesa. Aprovechen que el café está caliente para que tu amigo coma el pan mientras comadrean JAJAJA – El señor Molotla no podía evitar reírse entre oraciones hasta que la carcajada lo venció, lo que hace al más joven voltear a ver a su padre con el ceño fruncido por primera vez en su vida. —Lo digo enserio hijo. – comenta sin que se le borre la sonrisa. —Anda y vengan los dos para acá, te cambio el mostrador por la cocina hasta que se te deshinche la cara o me espantaras la clientela.
Ambos muchachos pasan el umbral de la puerta de la panadería hacía la casa, sin mucha distancia que recorrer. Camilo se apresura a servir un plato y dos tazas de café cargado. —Nunca había visto a mi padre tan feliz en una mañana de trabajo. Y menos mal que a mi hermano le tocó hacer las entregas de pan hoy. Él no me ha visto, pero cuando lo haga… Cuando llegué de la fiesta los dos ya estaban dormidos. Por suerte. Me encerré en el baño y limpié mi cara.
—Pero no entiendo ¿Qué tan grave fue que terminaste así? Sé que no estabas ebrio. Solo un sobrio puede llegar a casa sin despertar a nadie, limpiar sus heridas y trabajar al día siguiente. –Emilio intenta no recordar las veces que su padre y abuelo llegaban a altas horas de la noche, despertando a toda la familia, y en específico un día que ese par no podían recordar al día siguiente cómo fue que perdieron su zapato izquierdo.
El joven moreno, al presenciar las escenas que hacían su padre y abuelo como cómplices de bebida, juró no probar ni una gota de alcohol en su vida.
—Lo que les debería sorprender es que den alcohol en una fiesta patrocinada por la propia preparatoria con maestros incluidos.- Camilo intenta cambiar el tema y casi lo logra.
—Sí. La mestra Ham bebió demasiado. Parte del equipo de futbol estabamos ocupados en cargarla afuera para pedirle un taxi. Debimos tardar bastante, cuando regresé encontré el alboroto finalizado con Ariana gritandote y jalando tu cabello para detenerte.- Emilio cruza los brazos, observando de forma inquisidora a su amigo. El castaño rojizo hace una mueca y se limita a encogerse de hombros, guardando silencio hasta estar listo de hablar.
Del otro lado de la ciudad, Mizuki Malva corre por un par de calles en pijama hasta dar con la casa de Ariana. La chica cactus la recibe sola en su hogar, sus padres salieron de la ciudad y su hermana no ha regresado desde ayer. La ninfa invita a su amiga al comedor, donde la espera un sustancioso desayuno: pan tostado, mermelada de naranja, jugo casero de granada y un par de huevos estrellados algo quemados. —Seguramente no has desayunado, ¿verdad Zuki? Conozco bien tus rutinas de sueño. - Su amiga alta se enternece al esfuerzo de cocinarle, más aún notando que en el lugar de la anfitriona no hay plato alguno.
—Conociendote, seguro ya desayunaste.- Dice la alta joven mientras se sienta, haciendo su cabello despeinado hacia atrás. —¿Estás sola?
—Mis papás salieron de la ciudad a ver a mi abuela, es un viaje de tres días, regresan hasta mañana. Fue conveniente para mi hermana y para mí con eso de regresar más tarde de lo debido de nuestras fiestas. Ella no ha regresado, pero yo no pude disfrutar más tiempo como quería.- En la última oración gruñe quedito, mezclando su furia retenida con un berrinche.
—Los mensajes del grupo del salón me despertaron más temprano de lo usual para ser sábado. No puedo creer ése vídeo de Camilo golpeando al sujeto del 1-1, con lo tranquilo y serio que él es, más siendo el favorito de los profesores al ser tan responsable a pesar de su actitud relajada...
—¡HUM! ESO ES LO QUE TÚ CREES DE ÉL. No lo conoces como yo. Si supieras las cosas que sé de él.- La ninfa está que hecha humo por sus inexistentes orejas.
—¿A sí?- La jovencita de cabello despeinado no esperaba aquella sentencia. —¿Cómo qué cosas~?- Zuki conoce las imprudencias de su amiga y lo rápido que puede llegar a tener momentos de lucidez después de meter la pata, por lo que opta por el camino más rápido: hacer trampa. La joven de cabello azul cerúleo desliza sus características gafas cromadas con sutileza, hacia el puente de su nariz, dejándo expuestos sus ojos crudos a la ninfa. —Que extraño. Cuando miro a alguien a los ojos, se quedan helados. Como si sufrieran. Pero ella...
—No pienso decirtelo. Mi conocimiento me servirá de chantaje para después.- La pequeña cruza sus brazos y gira su cara un segundo, con indignación, pero regresa rapidamente hacia su amiga con una expresión divertida. Cambia sus emociones con la misma rápidez de tocar un botón. Agarra con sus pequeñas manos verdes los cachetes de su alta amiga despeinada, apretandolos de la emoción y ocasionando que sus lentes se deslicen aún más hacia su boca. —¡Mira nada más! TIENES UNOS HERMOOOSOS OJOS TAN GRICES COMO LA PLATA.
Zuki se ruboriza, quedando anonadada. Mientras Ariana no deja de embelesarse por el largo de sus pestañas, la alta muchacha analiza la situación en silencio. —Tal vez no funciona en creaturas mágicas. Pero, sí puedo "verla".
Mizuki Malva carga no solo con un gran secreto, sino con un poder visible a sus ojos: una maldición indeseada. A su familia le incomoda tanto los ojos de la joven bruja que idearon la perfecta solución con unos lentres enormes y cromados para no permitir que la gente note ni una sola de sus pestañas. —Desde los 8 años me han hecho cargar con estos lentes, haciendome pasar por meope. Mis tías y primas quedaban horrorizadas cuando una niña exponía sin desearlo, sus más horrorosos pensamientos y sentimientos. Ya no bastaba con no decirlos. Necesitan sentir que no están expuestas. Cada que miro a una persona, mágica o no, tienen la misma expresión de haber sido golpeados de lleno hacia el estómago. Lo bueno de mirar desconocidos es que no tienen idea que una bruja les lee el alma.
Ella no vió nada nuevo en su amiga, nada que ya no conociera. Aunque ahora entendió la situación mucho mejor de como se lo habia pintado.
—Mira.- Dice la ninfa. —Camilo está loco. No le dirigiré la palabra en un tiempo.- Zuki le dirige una media sonrisa a su amiga sabiendo bien que no hay nada de verdad en sus palabras, y que todo es dicho por sus emociones del momento. —Cómo sea. Ya que estás aquí iré por la máscara de pestañas de mi hermana. ¡Te quedará divinooo~!- Ari grita de la emoción por todo su recorrido hacia las escaleras, dejando a su amiga desayunando sola en la mesa.
—Algo me decía que éste desayuno tenía un precio.- Comenta con resignación.
Regresando a la panadería. Camilo termina de explicar la situación a su sensato amigo. —Así fue.- Concluye el castaño rojizo.
—Ari jamás te lo va a creer.- Sentencia Emilio. Camilo asiente. —Yo te creo. Sólo porque te conozco desde hace tiempo. Lo que me impresiona es que hubieses ganado la pelea. ¡Tú no te ejercitas!
Una estruendosa risa resuena por el comedor. El señor Molotla asoma su cabeza por el umbral de la puerta, que da directo a la caja de cobro de la panadería. —Nunca menosprecies la fuerza de un panadero, muchacho. Ése de ahí es el que carga más bandejas calientes. Y cuando le toca amasar, me llegan más clientes. JA.- Su hijo menor no deja de verlo como si le hubiera crecido una tercera cabeza. Emilio solo tiende a sonreír, notando el orgullo de padre a hijo, enterneciendose por la escena.
—Creí que me mataría al verme así. No sé que le pasa a papá ultimamente.
—Camilo. ¿Qué sabe tu padre de la pelea?- El joven moreno se encuentra curioso al respecto.
—No le explique mucho. Le dije que defendí a una amiga.- Responde sin más. Emilio ahoga unas risitas por la respuesta.
—Serás tonto.- Chopeando su pan dulce en el café, sonrie como si su amigo fuera un chiste. —¿No lo entiendes, verdad? Cree que su hijito es todo un caballero varonil que cuidó la integridad de su hermosa cita.- El atletico joven hace lo posible para aguantar sus carcajadas.
—No sé cómo se hace de ideas. ¡Le dije que era fiesta de la escuela!- Dice quedito. El joven panadero frota su rostro con fuerza, por la verguenza. —Al menos, por él hacerse esas ideas, me sirve para safarme de un castigo. Oye Emilio, ¿crees que deba intentar que me escuche? Ari...
Emilio lo mira fijo. Limpia sus mejillas de las migajas de pan para después negar con la cabeza. —No es buena idea.- Comenta después de beber un poco de café y pasar el bocado que comía. —Pero podemos hablar con Zuki.
La sonrisa del moreno tranquiliza la mente preocupada de su amigo.
—Entonces hay esperanza.

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