—¡Anda! No seas así. –El chico toma a su amiga por los hombros mientras la sacude con suavidad.
—Ya te dije que no Emilio. –Comenta Mizuki mientras sostiene sus lentes.
—Pero la curiosidad... –
—Mató al gato. –Interrumpe la joven. Lo que provoca que sus compañeros felinos del aula la miraran con susto.
—NO. Me carcome. –Emilio cambia su tono de voz a uno más suave y tal vez así convencer a su amiga.
—No me mires así. –Reclama con pena Zuki. —No va a funcionar.
Resignado, Emilio suelta los hombros de su amiga mientras deja escapar un pesado suspiro de decepción, luciendo bastante triste al agachar la cabeza.
—Tranquilo Emilio. –Aparece Ariana a espaldas del chico, lo consuela dándole suaves palmadas en la espalda. —Créeme que no estás preparado para ver algo así.
Ese último comentario hizo parar la oreja de cierto chico ajeno a la conversación, Camilo voltea sutilmente hacia donde están sus tres amigos. Manteniendo una sutil distancia de la ninfa desde lo acontecido en la fiesta anterior.
—¡Decir algo así solo me causa más curiosidad! –Insiste un poco Emilio.
—Pero ya te dije que no.- Contesta la joven de lentes.
—No creo que estés preparado para verla sin anteojos. –Comenta Ariana, sonriendo pícara. Disfruta ver a su amigo humano tan desesperado.
—¿Cómo? Si te he escuchado insistirle a Zuki que use lentes de contacto. Incluso has presumido que tiene unos ojos, según tus palabras: “DI-VI-NOS”.
—Y le dije que no.- Dice sin que nadie escuche a la joven alta.
—Es que de esa manera todos se acostumbrarían a su peculiar mirada. Aunque ya estoy sospechando si de verdad está miope o los oculta por mera vergüenza. –Dice la chica cactus mientras frunce el ceño, seriamente pensativa.
—No hables de mí como si no estuviera aquí. - Dice nuevamente Zuki, en vano. —Solo hace este alboroto para molestar a Emilio… o a mí.
—Zukiii~. –Reclama Emilio mientras toma la muñeca de la mencionada. Haciendo puchero.
—NO.- Dice seca y harta.
Seguido de esto, Ariana le arrebata los lentes a su amiga y los regresa con la misma rapidez. —¿Estás contento, Emilio? – Comenta la ninfa, tragándose su propia curiosidad. —Molestar a Emilio es divertido, rara vez se muestra ansioso y provocarlo es una oportunidad imperdible. – Ríe para sí misma la enana.
El chico logró ver el par de enormes ojos grises que tanto deseó ver, tan grises y brillantes como mercuri líquido. No sabe si es porque la mirada de su amiga refleja el hartazgo contenido por molestarla, o sí de verdad era esa la expresión de la que hablaban al decir que no estaba listo para verla. Se siente frío, tan congelado que se escapó su aliento y sigue sin volver.
—Por eso no quiero que me vean. –Susurra la chica sosteniendo sus lentes. Lo que provoca una gran impresión en la ninfa. No puede creer que lo que haya inventado para molestar a sus amigos sea un acierto delicado.
Pasa un momento hasta que Emilio puede decir una palabra. —¿Cómo… ¿Cómo lo haces? –Pregunta atónito.
—Es el efecto “Malva”. –Con un tono travieso le explica la ninfa a su amigo siguiendo su propio juego sin dar marcha atrás- —Debo seguir la corriente. Si Emilio descubre que lo decía solo para picarle las costillas ya no caerá en mis juegos.
—Un vistazo a sus ojos, es como una apuñalada al pecho justo en el diafragma, con un picahielos frío y bastante largo. Pero extrañamente adictivo. –Reflexiona para sí el joven Emilio. Esa descripción hiere un poco a la joven humana. —Hey, Zuki. No dudo que en algún momento me llegue a acostumbrar. - La anima Emilio con una sonrisa.
Las palabras de su amigo funcionaron en aumentar su moral. ¿Tal vez en algún momento ella pueda dejar sus lentes atrás?
—Que intenso es Emilio, son solo ojos bonitos...- Reflexiona la ninfa un momento. Al observar las actitudes del par frente a ella, no puede evitar sentir que se pierde de algo importante.
El joven moreno no fue el único que logró apreciar esa nueva mirada. Camilo había tenido esa duda al ver los hermosos ojos del hermano de Mizuki, pero no hay comparativa. Su hermano Alan tiene una mirada hermosa e intimidante. Pero no alcanzó a vislumbrar ese rasgo en su amiga. —Si tan solo viera ese par de ojos de nuevo, podría ponerle palabras, pero no quiero quedar como un metido por insistir en algo que se supone, no preste atención por estudiar frente a ellos. La curiosidad… Me car-co-me.
El joven castaño rojizo no era el único con la duda. La pequeña ninfa estaba sumergida en su cabeza ideando planes casuales y sutiles para ver los ojos de su amiga. —Con la descripción de Emilio, ¿cómo no voy a tener curiosidad? A no ser… ¡Es una trampa! ¿no? Se dio cuenta de seguro que lo engañaba y me está siguiendo el juego, ¿o no?
Y mientras la pequeña desenmarañaba la enredadera que ella misma creó en su cabeza, la joven de anteojos suspiraba agradecida —Menos mal el salón está casi vacío.

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